La Iglesia, como tal Iglesia, busca el bien del hombre, el bien concreto y real de esta humanidad concreta que se configura como una comunidad política y social. Su voz busca iluminar las realidades humanas contribuyendo al bien. Por eso tiene el deber y la obligación de hablar y no por ello está buscando una "intromisión" en la política o buscando un "poder" político, como algunos le atribuyen desde sus propias concepciones partidistas y autocráticas.
"La Santa Sede pone todo su empeño en servir a la causa de la promoción integral del hombre y de los pueblos. Debería ser convicción de todos que los obstáculos a esta promoción no son sólo de orden económico, sino que dependen de actitudes y valores más profundos: los valores morales y espirituales que determinan el comportamiento de cada ser humano para consigo mismo, los demás y la creación entera. La presencia del Señor Embajador en este lugar testimonia la voluntad que Portugal tiene de dar un lugar importante a estos valores, sin los cuales una sociedad no se puede establecer de modo duradero.
Cuando la Iglesia, en su país, promueve la conciencia de que estos mismos valores deben inspirar la vida pública y particular, habla no por ambiciones políticas, sino para ser fiel a la misión que su divino Fundador le ha confiado. “Dado que la Iglesia – son palabras del Concilio Vaticano II – no está ligada, por fuerza de su misión y naturaleza, a ninguna forma particular de cultura o sistema político, económico o social, puede gracias a esta universalidad suya, constituir un lazo muy estrecho entre las diversas comunidades y naciones, siempre que confíen en ella y le reconozcan la verdadera libertad para cumplir esta misión suya" (Const. Gaudium et spes, 42). Ella no representa modelos parciales y pasajeros de sociedad, sino que tiende a la transformación de los corazones y de las mentes, para que el hombre pueda descubrirse y reconocerse a sí mismo en la verdad plena de su humanidad. Y dado que su misión es de carácter moral y religioso, la Iglesia respeta el área específica de responsabilidad del Estado. Al mismo tiempo anima a los cristianos a asumir plenamente sus responsabilidades como ciudadanos para, juntamente con los demás, contribuir eficazmente al bien común y a las grandes causas del hombre.
De una colaboración respetuosa y de un leal entendimiento entre la Iglesia y el poder civil, se podrían derivar beneficios para la sociedad portuguesa" (Benedicto XVI, Discurso al nuevo embajador de Portugal, 22-octubre-2010).
Los problemas hoy no son exclusivamente de orden económico; la tan llevada y traída crisis económica es el reflejo de las aguas agitadas de fondo en las que nos movemos: crisis cultural, crisis moral, crisis espiritual y crisis de humanidad. Muchos -¿todos?- se empeñan en negarlo y proponen soluciones económicas a una crisis para restablecer el orden económico desde el liberalismo económico. Pero, ¿y el mal de fondo? ¿Se cura, se atiende, se corta de raíz? ¿Sus causas no son la ambición, el utilitarismo, la falta de justicia, de Verdad y de caridad? ¿No se mide todo por el rasero económico y productivo, y se desecha lo que estorbe, comenzando por la misma vida humana, amenazada y eliminada por el aborto y la eutanasia?
La crisis debe ser iluminada por la Iglesia: su voz debe poder oirse con total libertad para mostrar la verdad.
Con estas líneas fundamentales, es evidente el bien que la Iglesia puede contribuir, y de hecho contribuye, a la sociedad civil. Algunos no lo entenderán y prefieren a la Iglesia bien callada. Alabarán a la Iglesia por su inmensa labor social: enfermos, ancianos, situaciones de pobreza y marginación, comedores sociales, atención a drogodependientes, y un largo etcétera; pero si la Iglesia habla sobre la verdad del hombre y el porqué se llega a situaciones así, algunos clamarán que "está haciendo política".
La Iglesia como Cristo mismo es una voz crítica. Su deber es hablar y actuar porque está en juego la verdad del hombre.
Finalmente, los cristianos como tales cristianos, sin ocultar su profesión de fe, sino en virtud de su identidad católica, deberán tomar en serio su papel activo en la comunidad civil y política. Los católicos en la vida pública desempeñan su propia vocación laical en el mundo porque ese es su ámbito: no se puede abdicar de esa resposanbilidad, ni dejar que sean otros los que participen únicamente en la sociedad civil y en la política, plegándonos a los gustos e intereses de laicistas activos, encerrándonos acobardados para organizar procesiones y cosas devocionales y quedar satisfechos.
El reto está ahí.
Muy peliaguda se me hace esta cuestión, Padre. Se habla de católicos en la vida política de un país. Pero es que la cosa me parece que tiene su poquito de complicación.
ResponderEliminarEn realidad hay católicos, muchos católicos en la vida política. "Católicos" abortistas, "católicos" divorcistas, "católicos" eugenesistas, y muchos más "católicos". Las listas de "católicos" es amplisima. Desde el señor Bono, manifiestamente "católico", hasta el señor cura de San Carlos Borromeo en Entrevías, (Madrid).
Y cada uno de esos "católicos" cuentan con la portada y titulares de los medios de comunicación. No doy nombres, porque probablemente todos los conocemos.
Lo mismo necesitamos un concilio de Trento II, para poner en orden las cosas. Y a ser posible otro San Juan de Ávila.
Si, es verdad, Padre, los católicos tenemos una gran responsabilidad social. De acción política, sustentada en la oración. Pero a los católicos, así sin comillas, ya no nos llaman católicos, solo pre-conciliares. En realidad, todo esto es muy divertido, esto de que las palabras signifiquen cualquier cosa tiene consecuencias. Y esto tan divertido requiere acciones muy serias, firmes y valientes. No hay otra forma de acometer la gran responsabilidad que tenemos los católicos en la vida pública. ¿Por donde empezar?, Padre, ¿por dónde empezar?. Supongo que como con todo, por la oración. .... Y no me olvido de la formación, Padre, no me olvido.
Muchas gracias por su escrito, por todo. DIOS le bendiga.
Antonio Sebastián:
EliminarSi escribo "católicos", en mi mente es "católicos" sin más apellidos en esa fauna salvaje: "abortistas, divorcistas..." Porque esos apellidos con incompatibles.
No sé si hace falta un Trento II; sí hace falta un san Juan de Ávila y los grandes santos de la Reforma para hoy. Pero creo que hay más que suficiente ahora con el Concilio Vaticano II y los documentos que lo van explicitando en forma de encíclicas y exhortaciones apostólicas post-sinodales. Lo que pasa que todo el cuerpo eclesial, inmenso, tarde en asumir y recibirlo todo.
Y ya sabe que la oración es un pilar, que yo defiendo y subrayo siempre, pero junto a eso el intelecto claro y bien formado.
No tiene que darme las gracias por nada.
Padre, es posible que esta vez me haya salido demasiado sarcasmo. Sé que debería controlarlo. Pero los católicos han de salir de una formación católica. Nuestros políticos, muchos de ellos han salido de colegios católicos. ¿Qué clase de formación religiosa dan los colegios católicos? Hablemos de formación, Padre, hablemos de formación. ¿Se puede decir que los colegios religiosos dan formación católica?
EliminarPadre, sé que no es premeditado, pero con cierta frecuencia presenta usted los temas, justo los temas que más visceralmente me hacen responder.
Tengo cierta información de como se forman los jóvenes ahora. Esos jóvenes que después tendrían que pasar a ser católicos en la vida política. Los católicos adultos no nacen por generación espontánea. Al centro en el que yo trabajo vienen jóvenes de colegios católicos. Me gustaría poder distinguirlos de los jóvenes que vienen de colegios públicos. He de decirles que no se distinguen. ¿Qué pasa, Padre? ¿Qué es lo que pasa? ¿Es posible que sean colegios "católicos" y no colegios católicos?. No acierto mucho a entender la cuestión.
Respecto a lo de darle las gracias, es posible que un día de estos, pueda darle una lista larguísima de razones. Si, Padre, hay tantas, e incluso más.
Abrazos.
En nuestro trabajo o en la forma en que cada uno de nosotros participamos en la sociedad civil, debe quedar claro y patente que somos cristianos y que estamos comprometidos con la Iglesia y, al mismo tiempo, intentar atender y tratar a todo el mundo con el máximo respeto y actitud de servicio.
ResponderEliminarCreo que ésta sería una táctica que deberíamos poner en práctica los cristianos, ya que si nos identifican como tales y cada uno de nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, nos ponemos al servicio de los demás dentro de la sociedad civil, estaremos haciendo una buena campaña a favor de la Iglesia.
Don Javier, lo de participar en la vida política me da un poco de pereza. No creo en la política actual. Los políticos de hoy deben su puesto a un partido que es el que los mete en unas listas cerradas a cambio de "disciplina de voto". Si se la saltan son proscritos y van fuera. Además en su escala de valores no tienen su vocación religiosa por delante de su vocación política.
Si estoy de acuerdo con usted en que no debemos encerrarnos acobardados en las Iglesias y salir sólo para el folclore cultural que representan algunas procesiones. Y con esto no quiero que nadie considere que estoy en contra de las procesiones, sino que no debemos limitarlas sólo a manifestaciones culturales y tradicionales.
La Iglesia si debe seguir denunciando situaciones de pobreza, marginación y exclusión y, digan lo que digan, eso no es hacer política.
Un fuerte abrazo.
MAteo:
EliminarPresentas muchos puntos de reflexión, los cuales comparto casi todos.
El tono de un católico confesante debe ser "amable", no de rechazo, condena, mala cara siempre. Así se gana más. Ya san Francisco de Sales decía que "se atraen más moscas con un poco de miel que con un tonel de vinagre". No hagamos nunca odioso a los demás el ser católicos.
En cuanto a listas cerradas y demás: vivimos en una democracia formal y no real, y hemos idealizado la democracia en todos los sentidos, como si todo, hasta la misma Verdad y el Bien, se pudieran decidir por votos, a conveniencia. Es un error grave.
Entendamos política en el sentido amplio de la palabra, original, la "polis", lo que afecta a la ciudad, al bien común.
Referente a las procesiones, de acuerdo.
Un grandísimo abrazo