Los santos son la expresión plástica, cercana y humana, de aquello que la Gracia de Dios busca realizar en el hombre redimido. ¡Éstos son los santos, geniales creaciones de la Gracia en su encuentro con la libertad humana! Por ello los santos son canon, norma, para los creyentes, y siempre viene muy bien -aunque hayamos perdido la costumbre- de leer "vidas de santos", hagiografías, para contemplar la obra de Dios en ellos. La tradición hispana presenta el valor que tienen los ejemplos de los santos:
"1. En orden a la conversión y enmienda de los mortales, aprovechan en gran manera los ejemplos de los santos, pues las costumbres de los incipientes no pueden perfeccionarse en el bien vivir de no ser modeladas a ejemplo de los maestros de la perfección.
2. Mas los réprobos no atienden las lecciones de los buenos para imitarlas en orden a mejorarse, sino que se proponen los ejemplos de los malos, que les sirven para empeorar en la corrupción de sus costumbres.
3. Las caídas y la penitencia de los santos se narran por esta finalidad: para que infundan a los hombres la confianza de la salvación, a fin de que nadie, después de la caída, desconfíe del perdón, si practica la penitencia, cuando ve que también la recuperación de los santos tuvo lugar después de la caída.
2. Mas los réprobos no atienden las lecciones de los buenos para imitarlas en orden a mejorarse, sino que se proponen los ejemplos de los malos, que les sirven para empeorar en la corrupción de sus costumbres.
3. Las caídas y la penitencia de los santos se narran por esta finalidad: para que infundan a los hombres la confianza de la salvación, a fin de que nadie, después de la caída, desconfíe del perdón, si practica la penitencia, cuando ve que también la recuperación de los santos tuvo lugar después de la caída.
4. Deben conocer los que están entregados al vicio cuán útilmente para ellos se les proponen los ejemplos de os santos, a saber, o bien para que tengan modelos que imitar en orden a la enmienda, o por lo menos para que, al compararse con estos, experimenten un castigo más duro por su desobediencia.
5. Dios ha propuesto las virtudes de los santos para ejemplo nuestro con este fin: para que de la misma manera que, si los imitamos, podamos conseguir los premios de la justicia, así también, si persistimos en el mal, tengamos castigos más dolorosos.
6. Porque, si faltasen, como estímulo para el bien, los preceptos divinos que nos lo muestran, nos bastarían como orientación los ejemplos de los santos. En cambio, puesto que Dios nos amonesta con sus preceptos y nos propone ejemplos de bella conducta en la vida de los santos, no tenemos ya excusa de nuestro pecado, puesto que todos los días la ley de Dios resuena en nuestros oídos y conmueven lo íntimo de nuestro corazón los testimonios de santas obras.
7. Y si a menudo hemos seguido los ejemplos de los malos, ¿por qué no hemos de imitar las acciones de los santos, encomiables y gratas a Dios? Y si fuimos capaces de imitar en el vicio a los perversos, ¿por qué somos negligentes en seguir a los justos por la senda del bien?
8. Hemos de suplicar a Dios, a fin de que las virtudes que preparó a los santos para su corona nos sean ofrecidas para beneficio nuestro, no para castigo. Mas aprovecharán para nuestro bien si nos decidimos a imitar tan grandes ejemplos de virtud. En cambio, si los rechazáramos en lugar de imitarlos, servirán para nuestra condena, porque, a pesar de conocerlos, rehusamos ponerlos en práctica.
9. Muchos imitan la vida de los santos, y [así] de la conducta de otro toman el modelo de virtud, como cuando se propone un retrato, y a semejanza de él se obtiene el dibujo. Así resulta parecido al modelo quien vive a semejanza de él.
10. Quien imita a un varón santo es como si contemplase un ejemplar y se mirase en él como en un espejo, con el fin de aportar cuanto de virtud reconoce que le falta. Porque el hombre se analiza peor cuando lo hace personalmente; pero, cuando contempla a otro, corrige el defecto de luz.
11. Es propio de varones ya perfectos obrar la justicia no a imitación de un santo cualquiera, sino contemplando la misma Verdad, a cuya imagen han sido creados. Esto indica la frase: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gen 1,26), porque al conocerla imita la propia divinidad, a cuya imagen ha sido creado. Así, pues, este tal es tan perfecto, que no necesita del hombre como guía para la santidad, sino que, mediante su contemplación, imita la propia santidad.
12. Los ejemplos de los santos, que edifican al hombre, hacen que las distintas virtudes revistan un carácter sagrado: la humildad, por Cristo; la devoción, por Pedro; la caridad, por Juan; la obediencia, por Abrahán; la paciencia, por Isaac; el sufrimiento, por Jacob; la mansedumbre, por Moisés; la constancia, por Josué; la benignidad, por Samuel; la misericordia, por David; la templanza, por Daniel; y así, en las restantes virtudes de los justos que nos precedieron, el varón santo considera, al imitarlas, el esfuerzo, la moderación, la rectitud y el espíritu de penitencia con que se practicaron".
5. Dios ha propuesto las virtudes de los santos para ejemplo nuestro con este fin: para que de la misma manera que, si los imitamos, podamos conseguir los premios de la justicia, así también, si persistimos en el mal, tengamos castigos más dolorosos.
6. Porque, si faltasen, como estímulo para el bien, los preceptos divinos que nos lo muestran, nos bastarían como orientación los ejemplos de los santos. En cambio, puesto que Dios nos amonesta con sus preceptos y nos propone ejemplos de bella conducta en la vida de los santos, no tenemos ya excusa de nuestro pecado, puesto que todos los días la ley de Dios resuena en nuestros oídos y conmueven lo íntimo de nuestro corazón los testimonios de santas obras.
7. Y si a menudo hemos seguido los ejemplos de los malos, ¿por qué no hemos de imitar las acciones de los santos, encomiables y gratas a Dios? Y si fuimos capaces de imitar en el vicio a los perversos, ¿por qué somos negligentes en seguir a los justos por la senda del bien?
8. Hemos de suplicar a Dios, a fin de que las virtudes que preparó a los santos para su corona nos sean ofrecidas para beneficio nuestro, no para castigo. Mas aprovecharán para nuestro bien si nos decidimos a imitar tan grandes ejemplos de virtud. En cambio, si los rechazáramos en lugar de imitarlos, servirán para nuestra condena, porque, a pesar de conocerlos, rehusamos ponerlos en práctica.
9. Muchos imitan la vida de los santos, y [así] de la conducta de otro toman el modelo de virtud, como cuando se propone un retrato, y a semejanza de él se obtiene el dibujo. Así resulta parecido al modelo quien vive a semejanza de él.
10. Quien imita a un varón santo es como si contemplase un ejemplar y se mirase en él como en un espejo, con el fin de aportar cuanto de virtud reconoce que le falta. Porque el hombre se analiza peor cuando lo hace personalmente; pero, cuando contempla a otro, corrige el defecto de luz.
11. Es propio de varones ya perfectos obrar la justicia no a imitación de un santo cualquiera, sino contemplando la misma Verdad, a cuya imagen han sido creados. Esto indica la frase: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gen 1,26), porque al conocerla imita la propia divinidad, a cuya imagen ha sido creado. Así, pues, este tal es tan perfecto, que no necesita del hombre como guía para la santidad, sino que, mediante su contemplación, imita la propia santidad.
12. Los ejemplos de los santos, que edifican al hombre, hacen que las distintas virtudes revistan un carácter sagrado: la humildad, por Cristo; la devoción, por Pedro; la caridad, por Juan; la obediencia, por Abrahán; la paciencia, por Isaac; el sufrimiento, por Jacob; la mansedumbre, por Moisés; la constancia, por Josué; la benignidad, por Samuel; la misericordia, por David; la templanza, por Daniel; y así, en las restantes virtudes de los justos que nos precedieron, el varón santo considera, al imitarlas, el esfuerzo, la moderación, la rectitud y el espíritu de penitencia con que se practicaron".
(San Isidoro, Sentencias, II, c. 11)
No estamos solos, La comunión de los santos nos enseña que hay una relación permanente entre la Iglesia triunfante, la Iglesia purgante y la Iglesia militante; una relación basada en el amor porque el amor es más fuerte que la muerte, como prueba la resurrección de Cristo. La Iglesia del cielo ayuda a la de la tierra con su ejemplo y su intercesión, la de la tierra ayuda a la del purgatorio con sus oraciones y ofreciendo el Santo Sacrificio de la Misa. Por eso, entre otras cosas, hay que custodiar el tesoro de la fe que nos transmitieron y el ejemplo que nos dieron, haciéndolos nuestros sin desvirtuarlos, cambiarlos, estropearlos ¡Cuánto debo a mi santos amigos!
ResponderEliminarSanto Domingo cuando estaba moribundo pronunció esta frase, que más tarde ha sido repetida por otros santos: “No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida”. Los santos son los mejores hermanos y para mí, algunos de ellos, buenos amigos; están vivos y trabajando (debemos tenerlo en cuenta aquellos a los que “nos gustaría soñar con una eternidad saltando de nube en nube”, oh dolce far niente)¡Qué "agradable" es la tentación a la pereza!
¡Qué Dios les bendiga!
Amiga:
EliminarAun cuando cite de memoria, santa Teresa de Lisieux decía algo así como que su cielo era pasar haciendo el bien en la tierra, trabajando en la tierra.
Se nos acabaron las nubes y el ensimismamiento. La comunión de los santos es seguir trabajando desde el cielo por amor a los que aún peregrinan.
En cuanto a los santos amigos, ¡evidente!, cada cual, como la amistad es libre, tenemos santos más amigos: yo les debo mucho a algunos de ellos en todos los órdenes.
Besos a la colmena entera.