Es muy sabio aquel principio espiritual que afirma "actúa como si todo dependiera de ti, pero sabiendo que todo depende de Dios". El hombre hace, se fija metas, lucha por alcanzarlas, pero todo depende enteramente de la gracia y voluntad del Señor, de sus planes salvadores. Esto no anula el esfuerzo del hombre, lo estimula al ser colaborador en la obra de la salvación, cooperador con Dios.
En la acción, la humildad y el amor es el cimiento. Se trazan los fines de nuestras acciones, cuyos objetivos no son la propia vanidad, la idolatría personal, el engrandecimiento de uno mismo; objetivo siempre humilde de toda acción es la de servir, servir al otro en la necesidad, en su crecimiento, en su vida y servirse a sí mismo en el crecimiento pleno como persona y hombre nuevo.
Una humildad expresada en los medios, proporcionados a los objetivos, nunca ostentosos. Así se obró la salvación, por medio del sacramento de la humildad del Verbo y por la cruz, repugnante muerte reservada a esclavos y rebeldes.
La humildad en la acción pide un talante espiritual sencillo. El orgullo hace que nos enfademos y nos sintamos frustrados cuando no conseguimos resultados concretos o los objetivos trazados, especialmente, si son deseos santos y buenos.
La humildad da libertad. Se entrega lo trabajado, sin esperar nada, porque es el Señor quien hace crecer la semilla que con mucho esfuerzo el cristiano siembra. Existe la obligación de actuar, pero no el derecho de ver resultados. Lo nuestro es sembrar. Dios hará crecer y los frutos son para Él. "Yo planté, Apolo regó, pero el que hizo crecer fue Dios. Ahora bien, ni el que planta ni el que riega son nada; Dios, que da el crecimiento, es el que cuenta" (1Cor 3,6-7).
La humildad lleva a un gran desprendimiento de corazón: no esperar resultados, no querer recoger frutos que no nos pertenecen, tan sólo hacer y sembrar, el Espíritu Santo será el que fecunde. Así el cristiano vive, crece y trabaja por el Reino. Así también debe ser el estilo pastoral, igual que el de Jesús, sembrar y anunciar el Evangelio, sin esperar nada y sin cansarse, sin querer ver los resultados de nuestras acciones.
Cuando el cristiano obra con este desprendimiento y sencillez de corazón, su vida se convierte en un verdadero servicio, siervo de Dios; pobre siervo inútil, su vida es entregada a Dios como servicio de toda la vida, desde el Santo Bautismo. "¡Mira complacido, Señor, nuestro humilde servicio!" (Oración sobre las ofrendas, Domingo X del T. Ordinario).
El método cristiano es de la humildad, propia de los valientes y fuertes. Éstos son capaces de decrecer y menguar para permitir que sea Cristo el único que crezca y destaque; capaces de reconocer que no son el Mesías ni el profeta, tan sólo aquel que abre camino al Salvador.
ResponderEliminarEl método cristiano es señalar y conducir a Cristo, no vinculando a los demás al propio "yo" afectivo, creando grupúsculos y redes, círculos cerrados, sino vinculándolos al "Yo" de Cristo.
El método cristiano es diáfano y transparente, sin poner una pantalla opaca con cargos, títulos, encargos, para brillar y lucir ante los demás, sino simplemente servir para conducir a Cristo, sin protagonismo alguno, sin relumbrón buscado, sin arrogancia.
O sea, el método cristiano es que vive y ejemplariza Juan el Bautista, ayer celebrado.
No sé cual es mejor, si la entrada o el comentario.
Eliminar¡Qué Dios le llene de bendiciones, don Javier
Amiga:
EliminarLa entrada es la entrada, la catequesis de referencia.
Pero el comentario... fue mi homilía de ayer -añadiéndole algo sobre el solsticio, claro-. Al ver que hoy salía esta catequesis he querido añadir lo que ayer prediqué a mis fieles.
(Por cierto, no sé en qué otra catequesis le he dejado un comentario con algo de "humor")
“No querer recoger frutos que no nos pertenecen”. Jesús nos repitió hasta la saciedad que los frutos no dependen de nosotros mismos, sino de la integración en la Vid. No son nuestras propias capacidades, nuestras fuerzas las que lograrán frutos; en esta siembra, producir frutos depende exclusivamente de un criterio de pertenencia, de una comunión, de la fuerza y vitalidad de Dios. Sólo Dios cuenta en esta historia de vid, sarmientos y frutos.
ResponderEliminarEs conocidísimo el ejemplo del pintor y el pincel, el escultor y el cincel ¿Han producido la gran obra maestra el pincel y el cincel? El artífice es el pintor, el escultor; el pincel y el cincel son meros instrumentos que tienen la "ventaja" de ser absolutamente dóciles al ser inanimados, lo cual no puede decirse de nosotros los hombres ¡Señor, que no me equivoque mucho! ¡qué no sea un obstáculo!
Visita, Señor, tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa.
Sería terrible que en lugar de ser instrumentos dóciles y aptos en las manos del Señor, fuéramos obstáculos y entorpecimientos para su obra.
EliminarEso es lo que ocurre cuando proyectamos como una pantalla nuestras arrogancias y protagonismo: con tal de que nos den un "carguito", una mínima "responsabilidad", subir al presbiterio para hacer algo... y creemos que somos importantes. Entonces ya no se ve a Cristo sino sólo nuestro "yo" atontado que se cree que merece aplausos de los demás.
D. Javier, muchas gracias.
ResponderEliminarMuy feliz día y QDLB.
No hay de qué.
EliminarFeliz y santa jornada!! In Domino!!
Sin duda es complicado actuar como si nosotros dependiese todo lo que tenemos entre manos. En primer término, porque tendemos a agobiarnos con las responsabilidades que nos acechan y segundo término, porque terminamos creyendo que somos la causa de que salgan bien las cosas. Sin duda colaboramos a que el plan de Dios se realice, pero no somos imprescindibles.
ResponderEliminarDe hecho el verdadero honor del cincel es servir fielmente al autor de la escultura. Para nada tiene responsabilidad en el arte de quien maneja las herramientas.
Que Dios le bendiga D. Javier... ya me quedan unos minutos para volver a casa!!!
La parte humana es querida por Dios, espera nuestro asentimiento y nuestra plena colaboración. Pero seríamos ilusos pensar que todo depende de nosotros y el fruto es nuestro. Viene de Él. Tal vez si no colaboramos bien, o lo hacemos con dejadez, Dios modifique su plan porque se lo estamos entorpeciendo. En la parte que nos toque, seamos fieles y entregados.
EliminarLa humildad es la verdad" -Santa Teresa de Avila.
ResponderEliminarEl humilde ve las cosas como son, lo bueno como bueno, lo malo como malo. En la medida en que un hombre es más humilde crece una visión mas correcta de la realidad.
¡Muchas gracias Don Javier! Saludos para todos.
Es una certera aportación la humildad nos permite conocer más ajustadamente la realidad, nos aproxima a la verdad. La soberbia desfigura la realidad.
EliminarUn gran abrazo!!
D. Javier, ahora que empezamos un nuevo cursillo prematrimonial en nuestra parroquia, Jesús nos dice a través de usted que no hagamos las cosas esperando resultados , que no queramos recoger unos frutos que nos nos pertenecen , que hagamos las cosas lo mejor que sepamos con humildad y amor y que no entorpezcamos el plan de Dios . Que bien nos viene recordar, pensar y rezar todo esto.Gracias
ResponderEliminarUn abrazo
Maria M.
Esta virtud muchas veces la he cuestionado, cómo diferenciar la falsa humildad de la que verdaderamente debemos cultivar en nuestra acción apostólica.
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