miércoles, 4 de abril de 2012

La Vigilia pascual (y IV)

La Vigilia pascual posee un matiz escatológico muy acusado, es decir, miraba -¿seguirá mirando?- a la Vida eterna, al retorno del Señor como Juez de vivos y muertos, su Parusía y la resurrección de la carne. Así fue desde el principio. 


Pensemos, por ejemplo, en su carácter nocturno y las lámparas encendidas, que recuerdan la espera de las vírgenes aguardando a que su Señor vuelva de la boda (cf. Mt 25,1-13). “Los primeros cristianos, igual que los judíos, esperaban la venida o vuelta del Mesías en la noche, en la noche pascual (1Pe 2,9; Mt 24, 32-50; Rm 13,11; 1Tes 5,2; Ap 3,3; 16,15; Lc 17,20). Cada Pascua esperaban la venida de Jesús. Al no acaecer ésta, se unían a Él por la Eucaristía... una prenda de la parusía”, dice Luis Maldonado (La plegaria eucarística, Madrid 1967, p. 266). Era una tradición muy arraigada en el corazón de los cristianos. Era la noche en la que esperaban la Parusía del Señor.

Pero, llegada la medianoche, como el Señor no había vuelto en Gloria, pasaban a celebrar la Eucaristía pascual que era el modo en que volvía Cristo, no en Gloria, sino sacramentalmente. El rito eucarístico comenzaba en la medianoche. San Jerónimo, comentando la parábola de las diez vírgenes y la llegada del esposo a medianoche, escribe: “Es una tradición judía que el Cristo debe venir a medianoche, según el modelo de la salida de Egipto, cuando la Pascua es celebrada. De ahí que yo opine que debe conservarse la tradición apostólica de no despedir al pueblo expectante de la venida de Cristo antes de la medianoche de la vigilia pascual” (PL 26, 184).

La Santísima Eucaristía, esta noche de Pascua, recobra su matiz escatológico: seguimos aguardando la Venida gloriosa del Señor Resucitado, donde todo lo hará definitivamente nuevo, el nuevo cielo y la nueva tierra, la vida nueva de los bautizados y la resurrección de los muertos junto con Cristo.

En la noche de la Pascua, la liturgia eucarística hace realmente presente al Resucitado. Cristo está aquí y ahora dándose a sus hermanos, nutriendo a su Esposa, dándose en comunión por primera vez a los neófitos. El Resucitado se hace presente como se apareció (o se hizo visible, que dicen los exégetas) a las mujeres miróforas que iban con ungüentos a embalsamar el cadáver. Cristo está en medio de su Iglesia. Ha roto el círculo del tiempo para convertirlo en tiempo salvífico orientado a su Parusía; ha vencido la muerte y aparece Glorioso; ha encadenado al “más fuerte”, el Maligno, y ha triunfado sobre él; ha llegado a las puertas del infierno y les anuncia la Vida a los justos que aguardaban en tinieblas y en sombras de muerte.

¡Eucaristía de la noche pascual!, anticipo de las Bodas eternas en el cielo de Cristo con la Iglesia.

La Vigilia pascual llega a sí su cenit. La luz inauguraba la celebración aclamando a Cristo-Luz, a su Luz escuchábamos toda la historia de la salvación con lecturas, salmos y oraciones que apuntaban al Evangelio de la Resurrección; y esta Vida resucitada se ha comunicado en la liturgia bautismal por el agua y el Espíritu Santo para los catecúmenos y luego para los fieles que han renovado las promesas bautismales. Ahora todos, neófitos y fieles, acceden al altar del Señor para la Eucaristía. ¡No hay Misa más solemne, más bella, más importante que ésta, en la noche de las noches, en la santa Vigilia madre de todas las vigilias!

La carta de la Congregación para el Culto divino sobre la Preparación y celebración de las fiestas pascuales señala:

“90. La celebración de la eucaristía es la cuarta parte de la Vigilia, y su punto culminante, porque es el sacramento pascual por excelencia, memorial del sacrificio de la cruz, presencia de Cristo resucitado, consumación de la iniciación cristiana y pregustación de la pascua eterna.

91. Hay que poner mucho cuidado para que la liturgia eucarística no se haga con prisa; es muy conveniente que todos los ritos y las palabras que los acompañan alcancen toda su fuerza expresiva: la oración universal, en la que los neófitos participan por primera vez como fieles, ejercitando su sacerdocio real; la procesión de las ofrendas, en las que convienen que participen los neófitos, si los hay; la plegaria eucarística primera, segunda, tercera, a ser posible cantada, con sus embolismos propios; la comunión eucarística que es el momento de la plena participación en el misterio que se celebra. Durante la comunión es oportuno cantar el salmo 117, con la antífona "Aleluya, aleluya, aleluya", u otro canto que represente la alegría de la Pascua.

92. Es muy conveniente que en la comunión de la Vigilia pascual se alcance la plenitud del signo eucarístico, es decir, que se administre el sacramento bajo las especies del pan y del vino. Los Ordinarios del lugar juzguen sobre la oportunidad de una tal concesión y de sus modalidades”. 

La celebración:

 
-Debe gozar de la mayor solemnidad. En esta noche se emplearán los mejores manteles, cálices, patenas y copones (no como a veces se ve, que lo mejor se emplea sólo en Navidad y en el Jueves Santo); tendrá su ritmo propio, sin prisas, sin pretender acelerar el ritmo celebrativo para terminar pronto.

-La materia para el sacrificio (el pan y el vino, ninguna “ofrenda simbólica” lógicamente, sino todo el pan eucarístico necesario en varias patenas o copones más el vino y el agua) pueden aportarla por vez primera los neófitos. Tal vez la música de órgano podría solemnizar este momento hasta la incensación de las ofrendas, altar y cruz, sacerdote y fieles.

-La liturgia eucarística comienza con la preparación de los dones y se orienta a la plegaria eucarística, plegaria de acción de gracias y consagración. Sus elementos, a ser posible, deberían ser cantados: El diálogo inicial y el prefacio, el Santo, la aclamación tras la consagración, la doxología con su “Amén” y, si fuera posible, también la consagración.

-Cobra gran fuerza expresiva en esta noche el saludo de paz a la asamblea (“La paz del Señor esté siempre con vosotros”) cuando es cantado, recordando el saludo del Señor resucitado a sus apóstoles, así como la monición diaconal, también cantada: "En el espíritu de Cristo resucitado, daos fraternalmente la paz".
  
-El canto del Cordero de Dios acompaña a la fracción del pan. En esta noche santísima, partir el Pan consagrado a tenor de las rúbricas, de manera significativa, expresa cómo todos comemos del mismo Pan y bebemos del mismo Cáliz porque somos uno, el Cuerpo del Señor, sus miembros. Pensemos cómo conocieron los de Emaús al Resucitado: precisamente, al partir el Pan. 

-En la medida de lo posible, lo apropiado es distribuir la Sagrada Comunión con las dos especies a los neófitos por supuesto, pero igualmente a todos los fieles. El Resucitado se da como alimento, medicina de inmortalidad, prenda de resurrección.

Creo que es muy ilustrativo leer el sermón que en una noche de Pascua, en una vigilia pascual, pronunció san Agustín:

“Lo que estáis viendo sobre el altar de Dios, lo visteis también la pasada noche, pero aún no habéis escuchado qué es, qué significa, ni el gran misterio que encierra. Lo que veis es un pan y un cáliz; vuestros ojos así os lo indican. Mas según vuestra fe, que necesita ser instruida, el pan es el cuerpo de Cristo y el cáliz la sangre de Cristo. Esto dicho brevemente, lo que quizá sea suficiente a la fe; pero la fe exige ser documentada. Dice, en efecto el profeta: Si no creéis, no comprenderéis (Is 7,9 LXX). Ahora podéis decirme: «Nos mandas que lo creamos; explícanoslo para que lo entendamos». En efecto, puede surgir en la mente de cualquiera el siguiente pensamiento: «Sabemos de dónde tomó carne nuestro Señor Jesucristo: de la Virgen María. Siendo pequeño, tomó el pecho, fue alimentado, creció, llegó a la edad madura, fue perseguido por los judíos, colgado en un madero, muerto en el madero y bajado del madero; fue sepultado, resucitó al tercer día y cuando quiso subió al cielo, llevándose allí su cuerpo; de allí ha de venir a juzgar a vivos y a muertos, y allí está sentado ahora a la derecha del Padre. ¿Cómo este pan es su cuerpo y cómo este cáliz, o lo que él contiene, es su sangre?».
 
A estas cosas, hermanos míos, las llamamos sacramentos, porque una cosa es la que se ve y otra la que se entiende. Lo que se ve tiene forma corporal; lo que se entiende, posee fruto espiritual. Por tanto, si quieres entender el cuerpo de Cristo, escucha al Apóstol que dice a los fieles: Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros (1 Cor 12,27). En consecuencia, si vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor está el misterio que sois vosotros mismos y recibís el misterio que sois. A lo que sois respondéis con el amén, y vuestra respuesta es vuestra rúbrica. Se te dice: «El cuerpo de Cristo», y respondes: «Amén». Sé miembro del cuerpo de Cristo para que sea auténtico el Amén” (Sermon 272).

La eucología que marca la espiritualidad:
Los textos litúrgicos tienen peculiaridades para esta noche, elevando la alegría de los fieles para cantar la gloria del Señor Resucitado. Es en esta noche cuando los fieles pueden gritar jubilosos que el Señor es grande y está en medio de la Iglesia, ¡ahora más que nunca! La fuente de la alegría cristiana, insondable y espiritual, es la resurrección de Cristo, tal como explicaba bellísimamente Pablo VI en la exhortación apostólica "Gaudete in Domino". Así nos encontramos que el prefacio durante la Pascua varía su protocolo inicial y, en concreto en la Vigilia, cantará:
 
“En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación,  
glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en esta noche  
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado”.

El cuerpo central del prefacio, siempre, expone los motivos de acción de gracias a Dios; en este caso la victoria del Señor y los beneficios de su sacrificio pascual.
 
“Porque él es el verdadero Cordero
que quitó el pecado del mundo;
muriendo, destruyó nuestra muerte
y, resucitando, restauró la vida”.

Y la cláusula final del prefacio varía de modo significativo en la Pascua para provocar el canto jubiloso y festivo en el Santo, diciendo:

“Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria”.

¡Es la noche gloriosa!, la resurrección de Cristo según la carne que comunica vida a nuestra propia carne destinada a la muerte por el pecado; la Iglesia está noche está reunida “para celebrar la noche santa de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo según la carne” (Canon romano). El fruto de vida de haber celebrado esta Vigilia pascual se expresa en la Bendición solemne, vivir ahora sin pecado y gozar de la Pascua eterna en el cielo (¡otra vez la escatología de la Vigilia pascual!):
“Que os bendiga Dios todopoderoso en esta noche solemne de Pascua,
y que su misericordia os guarde de todo pecado”.
“Y el que os ha redimido por la resurrección de Jesucristo
os enriquezca con el premio de la vida eterna”.
 
“Y a vosotros, que al terminar los días de la pasión del Señor
celebráis con gozo la fiesta de Pascua,
os conceda también alegraros con el gozo de la Pascua eterna”.


2 comentarios:

  1. Qué entrada más tierna, muy bella. Después de su esfuerzo, tres entradas en torno a la Vigilia, no se puede faltar; no faltaré aunque también participaré por televisión en la celebraciones del Triduo Pascual que se trasmitirán desde Roma, me gusta acompañar todos los años al Papa (Pedro) en estas celebraciones.

    “Cada Pascua esperaban la venida de Jesús… Ha roto el círculo del tiempo para convertirlo en tiempo salvífico orientado a su Parusía; ha vencido la muerte… ha encadenado al “más fuerte”, el Maligno, y ha triunfado sobre él…”. Se echa de menos una mayor relevancia de la Parusía en la predicación en general. No es extraño que un católico, si le hablas de la Parusía, te responda medio en serio medio en broma: “bueno, pero que se espere un poco…”; los primeros cristianos, al margen de las presentaciones idílicas que se hacen a veces, sí que esperaban fervientemente la vuelta del Señor. Este es para mí el mejor de los sentidos (o el más intensamente vivido por mí) de la Santa Vigilia, "madre de todas las vigilias". Esperamos la llegada del Señor, porque ha resucitado y está vivo. Algunos autores y predicadores expresan que nuestra fe convertida en vida y nuestra oración pueden acelerar la venida del Señor y no hablan de un modo simbólico ni metafórico; yo no se si es así pero creo que, en lo que podamos, deberíamos “facilitarle” su vuelta.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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  2. Cómo nos despiertan el apetito estas catequesis para celebrar la Vigilia Pascual. Y hacerlo, donde se celebre de una forma tan exquisita y tan bella como nos la presenta don Javier.
    ¿Y si algún año pudiéramos hacer una escapadita para celebrarla con él?
    Mientras tanto, mis deseos para todos, de un Triduo Pascual gozoso y fructuoso, y que la Vigilia sea un verdadero paso del Señor en su vida.

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