Centro de nuestra fe es la resurrección de Cristo. Sin ella, todo sería vano, la vida estaría vacía, y viviríamos en un engaño. Por esa razón tenían tanta fuerza los Apóstoles proclamando el kerygma y llamando a la conversión: porque ellos habían visto las obras de Jesús, lo habían visto crucificado y muerto, lo habían visto enterrar... y lo habían visto resucitado, glorioso, transformado, hablando con Él, tocándolo, comiéndolo. ¡Aquél que murió ahora estaba Vivo!
Una vida nueva, gloriosa y distinta: se hace presente en medio de una sala cerrada y vuelve a desaparecer, y casi a la misma hora está caminando con los de Emaús; conserva sus llagas gloriosas, pero ya no es la materialidad de este cuerpo nuestro tan limitado, sino que, siendo su cuerpo, ha sido tan llenado del Espíritu Santo, que es un "cuerpo espiritualizado", una "materia espiritualizada".
Creemos en la resurrección de Cristo no simplemente porque experimentemos subjetiva o afectivamente su presencia y su acción, sino porque hubo unos testigos cualificados, testigos veraces, que lo vieron y nos transmitieron lo que habían visto y oído, lo que sus manos tocaron. Ellos fueron testigos y creemos por el testimonio apostólico.
Nuestro lenguaje debe ser un lenguaje cristiano y saber bien lo que decimos: que Cristo resucitó significa que su cuerpo volvió a la vida, no ya biológica y material, sino a la vida eterna; que su cuerpo que estuvo muerto ahora está glorioso y ha entrado en el cielo. Eso es la resurrección de Cristo, ese es el concepto "resucitar".
"La resurrección de Cristo es el dato central del cristianismo, verdad fundamental que es preciso reafirmar con vigor en todos los tiempos, puesto que negarla, como de diversos modos se ha intentado hacer y se sigue haciendo, o transformarla en un acontecimiento puramente espiritual, significa desvirtuar nuestra misma fe" (Benedicto XVI, Regina Coeli, 30-abril-2006).
Tentación siempre perenne en el cristianismo -fruto de corrientes gnósticas y de otros factores- es un espiritualismo que olvida o desprecia la materia, el propio cuerpo; incluso la vida eterna se piensa y se predica en categorías únicamente espirituales, olvidando que también nuestro cuerpo está llamado a la vida eterna en la resurrección del último día. Es así porque no solo somos alma, ni somos simplemente materia, sino personas que tienen dos co-principios: cuerpo y alma, y ambos son redimidos por Cristo, y ambos co-principios llamados a la eternidad gloriosa y transfigurada.
El desprecio de lo corporal no llega ser cristiano (sí el dominio del propio cuerpo y su medida justa para valorarlo). El cuerpo del cristiano está llamado a la resurrección y la vida.
Recordemos que este cuerpo nuestro -tan limitado- fue ungido con el santo crisma convirtiéndolo en un templo santo donde el Espíritu de Dios habita en los corazones; recordemos que este cuerpo nuestro ha sido nutrido con el Cuerpo y la Sangre del Señor, medicina de inmortalidad, antídoto contra la muerte.
Recordemos el rito exequial. Tras la oración de postcomunión, se procede al rito del "último adiós", a la despedida del cadáver encomendándolo a Dios.
Primero una exhortación sacerdotal: "Vamos ahora a cumplir con nuestro deber de llevar a la sepultura el cuerpo de nuestro hermano N., y fieles a la costumbre cristiana lo haremos pidiendo con fe a Dios, para quien toda criatura vive que admita su alma entre sus santos, y que a este cuerpo que hoy enterramos en debilidad, Dios lo resucite lleno de vigor y de gloria..."
Entonces se ora en silencio por el difunto.
Después el sacerdote hace una monición explicando los dos ritos que se realizarán a continuación: la aspersión del cadáver y su incensación, memoria del bautismo.
Entonces el sacerdote rocía el féretro con el agua bendecida, rodeándolo; después -si se puede- se incensa el féretro dando una segunda vuelta.
Por último recita la última plegaria por el difunto.
Esta aspersión y la incensación son signos elocuentes: este cuerpo muerto fue templo del Espíritu por el bautismo, merece respeto y veneración por ello, y está llamado a la resurrección y la vida.
¡Todo por la Pascua de Cristo!
Tiene razón D. Javier. No es raro vernos pensando en la resurrección como algo espiritual o incluso hasta imaginario. Es una de esas dudas que pasan por la mente más veces de las que debía pasar.
ResponderEliminarQuizás quedarnos en un concepto de resurrección liviano incomoda menos la cotidianidad, pero también nos roba una parte considerable de la Esperanza que debemos de llevar con nosotros.
¿Con qué cuerpo resucitaremos? Creo que lo mejor es pensar en que será según lo que Dios disponga y que por mucho que le demos vueltas, no sacaremos nada en claro.
Que Dios le bendiga D. Javier!!!
Desde luego debe haber una identidad sustancial entre este cuerpo nuestro ahora y el cuerpo resucitado, si no, no seríamos los mismos. ¿El cómo? Uf! 1Co 15 se detiene en 'explicarlo', también algunos párrafos del Catecismo.
EliminarSólo quería con este post despejar un poco los conceptos: la resurrección no se refiere a la inmortalidad del alma, sino a la resurrección de la carne.
¡Feliz día Miserere! Y pasee un poco en lugar de trabajar la tesis.
Buenos días don Javier. Hay mucho cristiano que anda algo perdido en esto de la resurrección corporal y también con mezcla de reencarnación, al final todos oímos muchas bobadas sobre el Cielo que más parecen cosas angelicales que humanas, creo que conviene meditar sobre nuestra esperada resurrección, de nosotros, nuestras personas y no otras personas distintas, sino nosotros mismos perfeccionados por Él, ante Él sin destruir nuestra humanidad; cuerpo y alma. Subyace una negación de la Encarnación, Dios verdadero y hombre verdadero. No vamos a tener naturaleza distinta ni la precisamos porque Él, en su segunda Persona se ha encarnado.El año de la Fe resulta del todo atractivo y preciso como la lluvia por eso ruego inteceda para que el Señor me aumente la FE.Un abrazo.
ResponderEliminarAsí es. El problema de fondo es no creer en la Encarnación del Verbo y en las consecuencias que tiene que asuma nuestra carnalidad y la redima.
EliminarMuy en el fondo, seguimos sin creer en la Humanidad santísima de Jesús; se llega a decir que la Pasión le era más fácil porque "como era Dios", y que su muerte no era para tanto porque "sabía que iba a resucitar", como si su muerte no lo provocase la mayor repugnancia.
Verdadero Dios y verdadero Hombre!!
Y es que Jesucristo nos hace participar de su resurrección: hemos experimentado en nuestras vidas concretas que Él saca de la muerte, hemos visto milagros en nuestra historia y sabemos que la muerte es un paso a la vida plena en el seno de la Trinidad, con un cuerpo transfigurado y glorioso como el suyo.
ResponderEliminarDice san Juan que sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, si amamos a los hermanos. Nadie puede amar al enemigo, sólo aquel que tiene dentro vida eterna, aquel que ha nacido de nuevo. Es cierto que aún vemos como en un espejo, pero llegará un día que lo veamos cara a cara. Ahora nos toca el combate de la fe...
Bendiciones. Un abrazo.
¡Menos mal que llegará ese día!
EliminarY ¡qué absurdo sería todo si Jesucristo no hubiera destruido la muerte, resucitado y prometido la resurrección y la vida a quienes estén unidos a Él!
Un abrazo y feliz día!!!
En relación con el tema del post: el próximo 8 de mayo de 2012 a las 19:00 h, en la Universidad San Dámaso (Madrid), se realizará la siguiente conferencia:
ResponderEliminarEl concepto de materia en la Resurrección: Física, Filosofía y Teología (en el Aula Pablo Domínguez).
El ponente será el Dr. D. Manuel Carreira, Máster y Doctorado en Física.
El enlace con más información: http://www.sandamaso.es/actos_academicos_detalle.php?id=1112
Para quien pueda asistir.
Lástima que no pueda asistir. Ya nos contarás.
EliminarYo estoy como inmovilizado ya para esas cosas... Ojalá estuviera por Madrid: en breve (Según el email que nos mandaron) unas Jornadas sobre Arquitectura y liturgia, ahora esto...
EliminarAbrazos.
Santo Tomás de Aquino considera que la doctrina sobre la resurrección es natural respecto de la causa final ya que el alma esta hecha para estar unida al cuerpo, pero es sobrenatural respecto de la causa eficiente que es Dios. Nuestra resurrección es una extensión de la resurrección de Cristo porque Dios nos ha destinado a la eterna comunión con Él, a la vida eterna, al cielo, el fruto definitivo de la donación divina al hombre, donación que no elimina la naturaleza humana que Él mismo creó.
ResponderEliminar¡Qué lástima no poder asistir a la conferencia de D. Manuel Carreira! Es un enorme placer escucharle.
¡Qué Dios les bendiga!
¡Cómo sube el nivel, amiga mía!
EliminarA mí santo Tomás se me escapa de las manos, no lo he trabajado a fondo nunca ni me he leído entera la Suma. Pero se le agradece la aportación.
(Así, de paso, pone vd. en evidencia mis carencias, jeje... es buena letrada dejando en evidencia a los testigos... jejej)