sábado, 4 de junio de 2011

El Misterio de la Iglesia... que es DE Dios

        La Iglesia es una realidad multiforme y sobre todo viva y dinámica. Ningún aspecto la agota y centrarse en uno solo de ellos olvidando los demás desfiguraría su ser: cultura, arte, civilización, humanismo, evangelización, liturgia, canto, música, espiritualidad... todo se da en ella y ella no se reduce a ninguno de estos aspectos. Si se la considera sólo como medio humano, si se atiende en ella sólo a un fin temporal, la Iglesia queda desvirtuada. Muchos harán causa de su bandera particular apoyándose en la Iglesia y otros se sentirán excluidos entonces; unos quieren convertir a la Iglesia Esposa en instrumento de sus combinaciones humanas frente a otros que en la misma Iglesia sueñan con otra realidad. Y tal vez la Iglesia en sus pastores se equivoque en una determinada opción, pero pronto se despierta y afirma su independencia. Entonces unos la atacarán como vinculada al pasado nada más, y otros como modernista que abandona a sus hijos: ¡decepciones provocadas por una torpe y deficiente concepción de la vida y misión de la Iglesia! Pero es que ella es la Iglesia de Dios.

    “¡Cuán raros son, por desgracia, incluso entre los católicos llamados intransigentes aun en aquellas cuestiones en las que la fe está en juego, los que verdaderamente juzgan y deciden en razón de su fe, es decir, movidos por razones de fe! Con mayor razón, todos los hombres de este mundo, y quizá principalmente los mejores de ellos, si sólo son de este mundo, se sentirán un día u otro escandalizados por la Iglesia. Lo mismo si son conservadores que si son revolucionarios, siempre se mostrarán impacientes por estimar que la Iglesia es reticente y tibia, aunque ella, en el fondo, está empeñada con más ardor. La Iglesia está, en efecto, desprendida tanto de los unos como de los otros. Ella es la Iglesia de Dios. Es testigo entre los hombres de las cosas divinas y habita desde ahora en la eternidad (De Lubac, Meditación sobre la Iglesia, p. 174).
    La comprensión del misterio de la Iglesia se esclarece, y se atisba mejor su fin único y primordial, si se tiene en cuenta que ella es Jesucristo prolongado hoy en la historia y en la vida de los hombres; si se tiene en cuenta que su tesoro y su vida es sólo Jesucristo, que ella vive por Jesucristo y para Jesucristo y que no es un museo con preciosas obras del pasado, ni un organismo social de revolución y progreso que buscase una organización temporal nueva del mundo al vaivén de las ideologías (o de las “teologías de genitivo”: teología de la liberación, de la muerte de Dios –absurdo y contradictorio en sí mismo-, de la muerte de Dios para centrarse sólo en el hombre y para el hombre, el llamado "giro antropocéntrico" de la teología...).


   “Si Jesucristo no constituyese su riqueza, la Iglesia es miserable. Si el Espíritu de Jesucristo no florece en ella, la Iglesia es estéril. Su edificio amenaza ruina, si no es Jesucristo su Arquitecto y si el Espíritu Santo no es el cimiento de las piedras vivas con que está constituida. No tiene belleza alguna, si no refleja la belleza sin par del Rostro de Jesucristo, y si no es el árbol cuya raíz es la Pasión de Jesucristo. La ciencia de que se ufana es falsa y falsa también la sabiduría que le adorna, si ambas no se resumen en Jesucristo. Ella nos retiene en las sombras de la muerte, si su luz no es “luz iluminada” que viene enteramente de Jesucristo. Toda su gloria es vana, si no la funda en la humanidad de Jesucristo” (Meditación sobre la Iglesia, p. 175).
    La misión y la vida misma de la Iglesia es anunciar y comunicar a Jesucristo; todo lo demás puede estar bien, es un añadido, y se deriva de esa misión fundamental. Esto que la Iglesia es lo realiza mediante sus miembros y la reflexión debe atender a ella y cuestionar hasta qué punto los cristianos como miembros de la Iglesia anuncian a Jesucristo, lo comunican y viven de Él para evangelizar como la primera Iglesia evangelizó y no es cuestión de una red o maraña complicada de organización y acciones cuanto de un acto fundamental, evangelizar hoy con celo apostólico. Esta afirmación no es una invitación a vivir un evangelismo puro, un cierto catarismo (unos cristianos puros, perfectos, de primera clase y una masa amorfa, de imperfectos...). Muchas cosas son necesarias en la Iglesia, obras especializadas, apostolados nuevos, incluso la publicidad y la propaganda (hoy diríamos medios de comunicación). Pero el autor plantea una serie de interrogantes válidos igualmente hoy:

    ¿Podrá filtrarse, a través de una red tan espesa, el mensaje esencial? Por efecto de una ley que se cumple en todos los órdenes, ¿no sucederá que el hecho de sobrepasar cierto punto de moderación nos arrastrará a contrapelo de nuestra primera intención? La preparación, la organización y los servicios auxiliares el apostolado, ¿nos dejan siempre el tiempo y la disponibilidad que precisa el apóstol? ¿No corremos el peligro de movernos en un círculo vicioso? ¿No terminamos a veces por separarnos de aquellos que pretendíamos unirlos a nosotros, o por disminuir y quizá por falsear en nosotros mismos el espíritu que queríamos mantener? En una palabra, ¿se puede afirmar que predicamos siempre suficientemente el Evangelio? (Meditación sobre la Iglesia, pp. 178-179).

    Hoy, con lenguaje distinto, vivimos una Iglesia con una nueva burocracia, por ejemplo. Si antes se criticaba el centralismo romano, ahora se padece la nueva burocracia de muchas más instancias nacionales y diocesanas, amén de estructuras por vicarías, por arciprestazgos y parroquias. Se multiplica la reunión, pero no la unión; se escriben proyectos pastorales desde las distintas instancias con objetivos a largo, medio y corto plazo, que luego son revisados una y otra vez. ¿No será esta una nueva red cada vez más tupida, que entretiene y distrae, perdiendo tiempo, capacidad y realismo en la misión del anuncio a Jesucristo y de su vida comunicada? ¿No se ha clericalizado a los laicos recluyéndolos en la sacristía a base de reuniones y revisiones a modo empresarial, en lugar de potenciarlos y acompañarlos en su función profética, real y sacerdotal en el mundo, a tenor de la Apostolicam actuositatem y la exhortación Christifideles Laici?

Preguntas y más preguntas que nos podrían resituar ante el misterio de Cristo y de su Iglesia.

11 comentarios:

  1. ...ella es Jesucristo prolongado hoy en la historia y en la vida de los hombres...

    De un tiempo a esta parte tengo esta certeza sin saber muy bien cómo.

    Y tambien veo, (sin que ose corregir al gran teólogo Lubac), a Cristo y su Misterio Pascual como la raiz, el cimiento, la piedra angular. (...arraigados y edificados en Cristo...)
    Y al Espíritu Santo como "cemento" o pegamento que nos une a Cristo y hace la unidad entre nosotros, como la savia que hace posible que circule la misma vida entre la Vid y los sarmientos.

    Totalmente de acuerdo con lo que nos dice don Javier: "La misión y la vida misma de la Iglesia es anunciar y comunicar a Jesucristo"

    Lo que sí sería estupendo para los laicos es esto de "potenciarlos y acompañarlos en su función profética, real y sacerdotal en el mundo" Esto, ahora se ve facilitado por las nuevas tecnologias, gracias a blogs como éste.

    http://infocatolica.com/blog/puertadedamasco.php/1106011146-sobre-sacerdotes-y-blogs#more12611

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  2. Es verdad, el misterio de la Iglesia se desvía con una facilidad pasmosa, por eso es importante mantener los ojos fijos en el Señor, de donde nos viene la vida, de ser amados por Él. La consecuencia se da en la vida de cada uno, que de esta forma, irradia a Jesucristo, unas veces con la palabra y otras con las obras. Así salamos, iluminamos y fermentamos, para lo cual recibimos gracias especiales, no con nuestras fuerzas,esta es la misión de la Iglesia: llevar la historia, llevar a los hombres a Dios. Así nos lo ha dicho el Señor.

    Feliz día a todos.

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  3. Más que nunca, somos los laicos lo que debemos implicarnos más en estos momentos tan difíciles para la Esposa de Cristo donde hay tanta disparidad y locura y tanto vaivén. La Iglesia es solo Jesucristo y como tal debemos mirarla y dar la mismísima vida por ella. Ante lo que sea, sacerdotes, laicos y el mismísimo Papa si hiciera falta. Hay muchas barbaridades y el Señor debe sufrir mucho por ello.

    Guarda tu viña, Señor. Te damos gracias porque has redimido a la Iglesia con tu sangre, y ahora ella puede reconciliar a los hombres contigo.

    Gracias, D. Javier, por ser tan buen sacerdote y traernos la palabra del Señor a este medio.

    Feliz día de la Virgen para todos.

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  4. Javier esta entrada me ha ayudado mucho porque es tanto lo que cada dia uno es perseguido por decir que esta en la iglesia, te ven asistir con asiduidad, la familia, los amigos, los vecinos. Y estan esperando el momento para llegar y decirte : la iglesia si, que si tienen mucho dinero y no lo reparten, que si los curas son pedraqstas, que si esto que si lo otro. En mi barrio un sacerdote dejó de ser cura par casarse. La gente no entiende cosas asi y te la tiran a la cara como si fueran bombas. Yo siempre respondo que la iglesia es algo mas que todo lo bueno o incluso lo malo que pueda haber en ella, que la iglesia es Jesucristo y entonces intento contar lo que Jesucristo es para mi. Leer esta entrada me da fuerzas y mucho animo.

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  5. Don Javier, el universo entero fue creado en orden a la Iglesia.

    la Iglesia, "Casa del Dios vivo, columna y fundamento de la Verdad" (1 Timoteo 3, 15) es el Reino de Dios, el Cuerpo de Gracia.

    El nuevo edén, el Reino de la Vida de Cristo. Por ella tenemos fe.

    La Iglesia nos da la fe y nos infunde la Gracia de la salvación de Cristo. Sin el Sacramento Universal de la Gracia, que es la Iglesia, estaríamos perdidos, porque sin Cristo estamos perdidos.


    Un abrazo en Cristo, desde María Inmaculada

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  6. Como bien dice, la Iglesia es de Dios, es de Cristo, y así nosotros no somos de este mundo, somos de Cristo, somos de la Iglesia, Cuerpo y organismo celeste del Señor, Reino Sacramental de la Ciudad celeste.

    Y mientras peregrinamos en este mundo, como de paso y forasteros (1 Pe 2, 11), participamos por la Gracia de nuestra Patria celeste, a imagen del Hombre celestial, Jesús (1 Cor 15, 47).

    Los cristianos pertenecemos a la Iglesia, no al mundo, pues Cristo nos ha comprado con su Sangre divina, y nos ha separado del mundo para hacernos miembros de su Cuerpo en el mundo.

    Laus deo Virginique Matri

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  7. Hola :) Comparto la impresión de la tendencia a la clericalización de los laicos, a la que relacionaría con la tendencia la secularización de los religiosos. Este fenómeno, al menos para mi, tiene dos lecturas contrapuestas:

    La primera sería positiva, en cuanto a propiciar una mayor cercanía entre laicos y religiosos. La segunda en negativa, ya que propicia la confusión las misiones de cada cual y se termina porque ni unos ni otros realizan sus respectivas funciones eficientemente.

    Como siempre, en el equilibrio y la proporción está la justa medida. Creo que es bueno tener un cierto ámbito de trabajo compartido, pero sin que esto suponga confusión y desorientación.

    Si en la confusión perdemos lo esencial del Mensaje, Misterio y Compromiso, tenemos la realidad que vivimos con frecuencia.

    De todas formas, quizás el principal problema no sean las apariencias organizativas, sino la falta de conversión interior y personal de cada uno de nosotros. Caridad, humildad, predisposición a colaborar, son mucho más necesarias que la organización empresarial.

    En fin... mucho que orar y que pedir al Señor. Que Dios les bendiga y les de un Domingo esplendoroso. Que no se nos olvide orar unos por otros y por nuestra Iglesia :)

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  8. Buenas noches, gracia y paz.

    Aprendiz:

    El blog es un servicio sacerdotal de formación y acompañamiento para el laicado fundamentalmente. Con esa vocación nació y espero que esté sirviendo.

    me gustó mucho el enlace que nos aportó.

    Capuchino de silos:

    el laicado es importantísimo si despierta y está en el mundo salando, iluminando, fermentando (que recordaba "Desde Sevilla")., siempre que tenga un gran sentido de Iglesia y profunda vida interior.

    Gracias por el piropo. No sé si soy o seré buen sacerdote, pero eso quisiera para ser fiel a Cristo mi Señor y a mi Iglesia.

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  9. Mento:

    El mundo se deja llevar por la antipropaganda. El anticlericalismo es real, y cualquier cosa se exalta al máximo con tal de hacer daño, se magnifica y luego no se rectifica ante la injusticia dicha o difamada. Pero como católicos hemos de mostrar parroquias vivas y un catolicismo real, y la propia existencia es una prolongación o concreción de la Iglesia.

    Quien nos ve a cada uno de nosotros tiene que ver una célula de la Iglesia buena y bella.

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  10. Alonso Gracián:

    Nada que añadir a sus certeras y hondas palabras. Son dignas de reflexionar.

    Miserere:

    Creo que se deja llevar por su bondad natural.

    La clericalización de los laicos es malísima y malísima es la secularización del clero y los religiosos. Es invertir el orden de la propia vida y esto es fruto de la secularización interna de la Iglesia. Ningún bien se deriva de ellos.

    Sí coincido, lógicamente, con la necesidad de conversión. Sobran papeles y reuniones, falta oración común, adoración eucarística y caminar en santidad.

    Gracias por su recordatorio: OREMOS UNOS POR OTROS (es el compromiso del blog) y por las necesidades de la Iglesia.

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  11. Por último y PARA TODOS.

    Si me admitís una pequeña exigencia, obligaría todo el que pudiera a la lectura de la obra:

    DE LUBAC, meditación sobre la Iglesia, de encuentro ediciones.

    A mí me marcó tanto como las Confesiones de San Agustín, o las obras de Santa Teresa. Es un libro imprescindible y ruego que todos lo lean.

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