Esta catequesis va a ser, simplemente, una reflexión en voz alta para destacar un concepto que se nos escapa de las manos... "la catolicidad".
"Todos buscan su interés, no el de Jesucristo" (Flp 2,21).
A la hora de organizar algo en la Iglesia, un acto, un encuentro, en que confluyen diversas instituciones, realidades pastorales, o como queramos llamarlas, salen los pecados de una manera palpable; no por una maldad decidida y clara, sino por una mentalidad que se podría llamar, muy paulinamente, "mentalidad carnal".
En lugar de mirar el fin, el objeto de lo que se organiza, éste se diluye únicamente en los medios y en los protagonistas del acto. ¿Cuál ha de ser siempre el fin? ¿Qué es aquello que jamás se puede olvidar? La gloria de Dios y el bien de las almas, la evangelización, el permitir un encuentro con Cristo.
Sin embargo, en vez del fin al que se tiende, las reuniones para organizar algo se quedan en los medios. Entonces cuando aparece palpable que "todos buscan su interés". Se crea una cierta lucha de poder para que cada institución, grupo, movimiento, etc., prevalezca y aducen sus derechos, exigiendo una cuota de participación y de intervención, de protagonismo, en definitiva. Cuando ya han conseguido algo... entonces se desentienden del resto del acto o del encuentro; ya quedan tranquilos y lo demás no les preocupa. Han conseguido que su institución o grupo tenga algo propio, relevante, aunque descuadre el acto o el encuentro, aunque reste tiempo para los demás. Cada uno piensa que lo suyo debe aparecer evidente y palpable, tiene derechos adquiridos, solera histórica, ¡lo que sea!, el caso es aparecer, que se noten que están. Y si de una hora pueden acaparar más de media hora, el resto que se apañen.
La catolicidad es integradora; para empezar buscaría el bien común, la integración de todos, el fin evangelizador, y se dejarían las particularidades sin elevarlas a norma absoluta. Se trata de ser servidores de algo para evangelizar, no para buscar su correspondiente aparición pública. La catolicidad ama la diversidad y busca la Comunión entre todos, pero el particularismo excesivo mira a los demás con cierto recelo e impone lo privado-particular como norma obligatoria para todos. ¡Y a pasar por el aro! Entonces sólo cuenta "mi" parroquia, "mi" grupo, "mi" asociación, "mi" movimiento: los demás son unos compañeros obligados en el camino, pero son secundarios en escena. Lo "mío" tiene que ser bien visible.
Y un segundo factor, fruto desgraciadísimo de esta secularización interna, que se ha filtrado en las mentes de una manera pavorosa. Se identifica "participar" con "intervenir", y si no se interviene haciendo algo, entonces parece que no se ha participado. ¡Erre que erre! Todos tienen que hacer algo, leer algo, subir y bajar, ser encargado de algo, porque si no, se sienten excluidos, ya que viven con la clave de participar = intervenir.
Evidentemente ese principio, elevado hoy día a axioma, es falso.
Muchos fieles participan en la Eucaristía gracias a Dios: ni todos leen, ni todos son cantores, ni todos llevan ofrendas de pan y vino... y sin embargo participan perfectamente: rezan, responden, escuchan la Palabra de Dios y responden en su corazón, se ofrecen con Cristo, cantan, interceden en la oración de los fieles y, sobre todo, comulgan. No intervienen, pero todos participan.
Cuando se organiza algo, acto, encuentro, etc., qué gran problema es identificar participar con intervenir. Al buscar cada uno su propio interés, se olvida lo que es participar y se olvida buscar los medios para que todos participen, y se centra cada cual en las distintas intervenciones, reclamando, a veces hasta violentamente, ese margen de intervención para hacer algo. Se pierde de vista la participación del pueblo cristiano entero (: que recen bien, que lo vivan, que se ofrezcan con Cristo) y la mirada se fija, obsesivamente, en quién interviene y qué hace cada cual, y si un grupo interviene más que el otro, o aquel grupo se va a notar más su presencia que este grupo de aquí. Lograda mi partecita de intervención maravillosa, me desentiendo del resto del acto o encuentro, porque he conseguido lo que quería.
Total, que al final el protagonista ya no es Jesucristo; Jesucristo es la excusa para ser cada cual protagonista de una gloria efímera en unos minutos delante de los demás.
Repito: ¿qué falta? Eclesialidad, catolicidad, buscando el bien común y no el egoísmo particular.
¿Qué falta? Falta un concepto claro, y es que participar (: destinado a todos sin exclusión) no es sinónimo de intervenir (: y esto siempre debe ser un servicio para el conjunto, no un derecho de aparición pública).
¿Qué falta? Centrar el corazón de todos para que el único interés real sea Jesucristo, sin detenerse en los intereses espúreos de grupos, parroquias, movimientos.
El lamento de Pablo sigue hoy resonando, desgraciadamente:
"Todos buscan su interés, no el de Jesucristo" (Flp 2,21).
NB. Tal vez os parezca algo críptico, oscuro, enrevesado, el post de hoy. Leedlo despacio varias veces e imaginaos una gran reunión de representantes y personas de movimientos, grupos, asociaciones y parroquias organizando algo.
D. Javier, el gusto de su texto me es conocido. Nuestra humanidad, limitación, egoísmo, relatividad personal e intereses, termina por marcar todo lo que hacemos. No tenemos remedio.
ResponderEliminarPero, la Iglesia es un misterio tremendo. ¿Cómo algo tan lleno de defectos e imperfecciones puede seguir adelante día a día? Hay algo que nos supera y que desde dentro no llegamos a ver. Desde fuera sí se dan cuenta y ese algo les fastidia sobremanera.
¿Qué hacer entonces? Poco remedio podemos dar. Podemos orar a Dios para que nos ayude a ser más herramientas nobles que aprendices de arquitectos mediocres. Es evidente que por nosotros mismos no podemos pasar de chapuzas inconstantes. Sólo Dios puede enmendar nuestra naturaleza rajada.
De todas formas, cuente con nuestras oraciones por sus intenciones D. Javier. Por orar que no quede.
Sugiero a todo el que pase por este rinconcito virtual que ore un momento por la Iglesia en todas y cada una una de sus dimensiones. Desde el grupo parroquial hasta el Papa. Pasando por nosotros mismos, que también somos Iglesia.
Dios les bendiga a todos :)
Buenas tardes don Javier. Cierto, muy cierto y claro para el que lo ha vivido. Y si no está en la misma onda carnal pronto traman para que un tome bando.Aquí participamos leyéndonos y sobre todo aplicándonos la catequesis del día.Un fuerte abrazo siempre en comunión y oración.
ResponderEliminarNo me parece enrevesado sino que refleja una desgraciada realidad. Quizás convendría que desde el púlpito se volviera a predicar un poco más sobre las virtudes cristianas. Y no lo digo por Ud. Lo digo en general, que el tono, al menos aquí en Cataluña, es bien plano.
ResponderEliminarSi nos moviera la Caridad y no otras pasiones, estas cosas, al menos, quedarían mitigadas, a mi modo de ver.
Un saludo.
:O)
No es raro el tema de hoy, es de máxima actualidad, a veces hasta es lo más normal "ser doctores de mucho y aprendiz de nada".
ResponderEliminarReflexionando sobre una frase:
"Se trata de ser servidores de algo para evangelizar, no para buscar su correspondiente aparición pública"
pienso que no cabe otra disposición en un cristiano -en un colaborador de su Parroquia- que defender "siempre" la autoridad de su Sacerdote (del que en el momento te llama a participar) y estar docilmente decidido a colaborar ante su Magisterio; porque no nos olvidemos, el Sacerdocio no es una carrera, es un designio de Dios.
Si comprendiésemos esto y nos uniera al Sacerdote el Amor de Cristo nos maravillariamos de la eficacia del bien común, es decir de "HACER IGLESIA".
Cuente con nuestras oraciones D. Javier, y felicidades por adelantado por los actos que Ud. está preparando para recibir la Cruz de los Jóvenes que estará en nuestro pueblo el próximo 7 de junio; su esfuerzo y dedicación le será recompensado con la huella que dejará en cada uno de nosostros.
Yo entiendo, Miserere, que la Iglesia es grandísimo y compruebo cómo el Espíritu realmente la lleva. Pero los pecados de sus miembros están ahí, y es necesaria una conversión. A eso aludo en la catequesis de hoy.
ResponderEliminarPero desde luego la Iglesia es hermosísima, bella, santa.
NIP:
A veces te hacen tomar partido, y otras veces, queriendo uno representar esa eclesialidad y centrar los corazones, te saltan a la torera. ¡Ven, Espíritu Santo!
Felicitas:
ResponderEliminarHay que predicar esa Caridad sobrenatural, hay que predicar del Misterio de la Iglesia y hay que predicar de Jesucristo. Todo en un mismo "pack" sin ofertas ni rebajas. De verdad que procuro hacerlo y mucho.
Catequista:
De acuerdo, y mucho, con lo que dice.
No creo que deba felicitarme por lo de la Cruz: he hecho lo que debía hacer pensando únicamente en el bien de todos y cada uno de mis fieles. Sí hay que pedir por el fruto.
Por cierto:
ResponderEliminarEstoy preparando un retiro de 3 días para Pentecostés que voy a predicar (y retirarme yo).
Para prepararlo bien he empezado a rezar esta tarde ante el Sagrario una obra que a quien pueda se la recomiendo:
San Agustín, Tratados sobre el Evangelio de San Juan. Publicados en la BAC.
Esponja el alma.