viernes, 17 de diciembre de 2021

Santos creativos (Palabras sobre la santidad - XCVI)



            En la historia de la Iglesia, los santos demuestran tener una gran capacidad de respuesta a las dificultades que se les plantean o a los problemas de su época. No se quedaron quietos, pasivos, sino que fueron sumamente originales para trazar nuevos caminos y ofrecer respuestas adecuadas. Eran así porque seguían las mociones del Espíritu Santo, recibían su luz y podían ver la realidad con mirada sobrenatural, en sus justas dimensiones.



            Su creatividad fue grande, adaptándose a cada momento de la historia, perseverantes con la gracia de Dios. Cuando el Imperio romano cae, y con él la cultura, san Benito es el gran creativo que va a fundar Europa: cultivarán el campo, con comunidades cristianas que combinan oración y trabajo, y conservando la cultura en la biblioteca de los monasterios. Con ese esquema, se cambió la faz de Europa.

            O ante las graves carencias de formación e instrucción más elemental de niños y jóvenes, que los arrojaban a la indigencia más absoluta, la creatividad de los grandes santos educadores: san José de Calasanz, san Juan Bta. de la Salle, san Juan Bosco, etc.


            La creatividad de los santos enriquece la vida de los hombres y escriben páginas preciosas en la historia.

            No se contentan o se limitan a repetir las fórmulas anteriores, a quedarse anclados en el pasado, sino que sienten los nuevos retos y ante Dios los analizan, reza y ofrecen respuestas audaces, novedosas, dejándose conducir por el Espíritu Santo.

            ¡Cuántas páginas de la historia están escritas por los santos! ¡Cuántas han sido sus aportaciones, sus nuevas soluciones!

            “La cultura y la historia avanzan con la intuición y el alumbramiento de nuevas posibilidades y fórmulas de realización de las mismas. Estas posibilidades son insospechadas para generaciones enteras y durante siglos (como la electricidad, la presión motriz del vapor, o el almacenaje de memoria en chips), pero suele presentarse como patentes a ciertas mentes lúcidas en un momento dado de la historia, y éstas como jugando operan con ellas, descubren nuevos datos, crean nuevos lenguajes y ponen en evidencia lo que hasta entonces era insólito e ignorado.

            Con ello toda una cultura o una civilización evoluciona de golpe en pocos años y hace el efecto de que el estado de los conocimientos y de las técnicas anterior era inexplicablemente limitado y oscurantista, pues lo nuevo se acaba de imponer como evidente. Son las personalidades creativas [con hondura de pensamiento, universales, con lenguaje claro y clásico, modestas, que viven intensamente su interioridad] las que sin pretenderlo crean nuevos umbrales de comprensión y de praxis, que en adelante sitúan a toda una sociedad por encima de sus antiguas condiciones” (Cencillo, L., Paradojas de la belleza, Madrid 2003, 194s).
           
            Muchos, una gran parte de los santos, fueron así muy creativos en la historia; fueron personalidades creativas ofreciendo respuestas originales a su época y en su momento. Los ejemplos, evidentemente, podrían multiplicarse. Pensemos en san Isidoro y su respuesta creativa, compendiar todo el saber clásico en sus Etimologías en época de los bárbaros. O san Francisco de Asís, con el estilo y la predicación evangélica, de modo que la santidad no estuviese encerrada en los grandes claustros, sino abierta a todos, evangélica, sencilla, también en la ciudad.

            Los santos han enriquecido la historia, la han hecho avanzar. Su creatividad ha sido un don. “El corazón de Dios ha quedado plasmado en el corazón de los santos que supieron abrirse al misterio del Trascendente y vivir su vida desde el origen y hacia el destino en el Señor. Los santos son los Gigantes de la Historia. Ellos soportan la Historia. Y la Historia es salvada, renovada, reconstruida por los santos que Dios coloca en el mundo según las necesidades de los hombres” (Mazariegos, E. L., La aventura apasionante de orar, Valladolid 1964, 35).

            En este sentido, la creatividad de los santos hizo que fueran creadores de cultura, que enriquecieran la cultura sin ser ajenos a ella: nuevas formas de vida, de pensamiento, de arte, de relaciones humanas, impregnadas del Espíritu, es decir, favorecedoras de una auténtica cultura cristiana.

            Los santos crean cultura. Hoy el testimonio de los cristianos pide más lucidez y valentía, enfrentándose a una cultura fragmentada, técnica, alejada de la verdad y afianzada en los supuestos del relativismo y del llamado “pensamiento débil”. Ellos entendieron cómo la cultura tiene que estar encaminada a la verdad que es Cristo, y la razón debía conducir a la verdad. Los santos –y nosotros hoy- tuvieron que luchar contra la cultura dominante para establecer una verdadera cultura abierta a la verdad. No perdieron el tiempo con debates internos dentro de la Iglesia.

            Cultura y santidad son dos conceptos relacionados. ¿Qué cultura? Porque no ale cualquier cultura, sino la del hombre que reconoce la verdad de la realidad. La fe católica nos enseña a descubrir la realidad tal cual es porque hemos conocido a Quien es el sentido y significado de todo: ¡Cristo es la clave, la interpretación, el sentido! A la fe católica siempre se la intenta recluir en las sacristías y en la conciencia privada, y así lo que se hace es recluir a la propia vida en la soledad y el silencio desesperante, con una falsa realidad virtual. Lo nuevo, lo que sí es digno del hombre, no es encerrarse en sus propios límites que le dejan vacío, sin sentido, sino dejarse invadir por el Misterio que llena la realidad entera. Pretender vivir como si Dios no existiera arruina toda cultura y vida humana, la destruye.

            Los santos fueron grandes creativos, hicieron avanzar la historia según el designio de Dios y generaron verdadera cultura. En Cristo habían descubierto la clave de todo, y se entregaron generosamente a esta obra.

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