En
la historia de la Iglesia,
los santos demuestran tener una gran capacidad de respuesta a las dificultades
que se les plantean o a los problemas de su época. No se quedaron quietos,
pasivos, sino que fueron sumamente originales para trazar nuevos caminos y
ofrecer respuestas adecuadas. Eran así porque seguían las mociones del Espíritu
Santo, recibían su luz y podían ver la realidad con mirada sobrenatural, en sus
justas dimensiones.
Su
creatividad fue grande, adaptándose a cada momento de la historia,
perseverantes con la gracia de Dios. Cuando el Imperio romano cae, y con él la
cultura, san Benito es el gran creativo que va a fundar Europa: cultivarán el
campo, con comunidades cristianas que combinan oración y trabajo, y conservando
la cultura en la biblioteca de los monasterios. Con ese esquema, se cambió la
faz de Europa.
O
ante las graves carencias de formación e instrucción más elemental de niños y
jóvenes, que los arrojaban a la indigencia más absoluta, la creatividad de los
grandes santos educadores: san José de Calasanz, san Juan Bta. de la Salle, san Juan Bosco, etc.
La
creatividad de los santos enriquece la vida de los hombres y escriben páginas
preciosas en la historia.
No
se contentan o se limitan a repetir las fórmulas anteriores, a quedarse
anclados en el pasado, sino que sienten los nuevos retos y ante Dios los
analizan, reza y ofrecen respuestas audaces, novedosas, dejándose conducir por
el Espíritu Santo.
¡Cuántas
páginas de la historia están escritas por los santos! ¡Cuántas han sido sus
aportaciones, sus nuevas soluciones!
“La
cultura y la historia avanzan con la intuición y el alumbramiento de nuevas
posibilidades y fórmulas de realización de las mismas. Estas posibilidades son
insospechadas para generaciones enteras y durante siglos (como la electricidad,
la presión motriz del vapor, o el almacenaje de memoria en chips), pero suele
presentarse como patentes a ciertas mentes lúcidas en un momento dado de la
historia, y éstas como jugando operan con ellas, descubren nuevos datos, crean
nuevos lenguajes y ponen en evidencia lo que hasta entonces era insólito e
ignorado.
Con
ello toda una cultura o una civilización evoluciona de golpe en pocos años y
hace el efecto de que el estado de los conocimientos y de las técnicas anterior
era inexplicablemente limitado y oscurantista, pues lo nuevo se acaba de
imponer como evidente. Son las personalidades creativas [con hondura de
pensamiento, universales, con lenguaje claro y clásico, modestas, que viven
intensamente su interioridad] las que sin pretenderlo crean nuevos umbrales de
comprensión y de praxis, que en adelante sitúan a toda una sociedad por encima
de sus antiguas condiciones” (Cencillo, L., Paradojas
de la belleza, Madrid 2003, 194s).
Muchos,
una gran parte de los santos, fueron así muy creativos en la historia; fueron
personalidades creativas ofreciendo respuestas originales a su época y en su
momento. Los ejemplos, evidentemente, podrían multiplicarse. Pensemos en san
Isidoro y su respuesta creativa, compendiar todo el saber clásico en sus
Etimologías en época de los bárbaros. O san Francisco de Asís, con el estilo y
la predicación evangélica, de modo que la santidad no estuviese encerrada en
los grandes claustros, sino abierta a todos, evangélica, sencilla, también en
la ciudad.
Los
santos han enriquecido la historia, la han hecho avanzar. Su creatividad ha sido
un don. “El corazón de Dios ha quedado plasmado en el corazón de los santos que
supieron abrirse al misterio del Trascendente y vivir su vida desde el origen y
hacia el destino en el Señor. Los santos son los Gigantes de la Historia. Ellos
soportan la Historia. Y
la Historia
es salvada, renovada, reconstruida por los santos que Dios coloca en el mundo
según las necesidades de los hombres” (Mazariegos, E. L., La aventura apasionante de orar, Valladolid 1964, 35).
En
este sentido, la creatividad de los santos hizo que fueran creadores de
cultura, que enriquecieran la cultura sin ser ajenos a ella: nuevas formas de
vida, de pensamiento, de arte, de relaciones humanas, impregnadas del Espíritu,
es decir, favorecedoras de una auténtica cultura cristiana.
Los
santos crean cultura. Hoy el testimonio de los cristianos pide más lucidez y
valentía, enfrentándose a una cultura fragmentada, técnica, alejada de la
verdad y afianzada en los supuestos del relativismo y del llamado “pensamiento
débil”. Ellos entendieron cómo la cultura tiene que estar encaminada a la
verdad que es Cristo, y la razón debía conducir a la verdad. Los santos –y nosotros
hoy- tuvieron que luchar contra la cultura dominante para establecer una
verdadera cultura abierta a la verdad. No perdieron el tiempo con debates
internos dentro de la
Iglesia.
Cultura
y santidad son dos conceptos relacionados. ¿Qué cultura? Porque no ale
cualquier cultura, sino la del hombre que reconoce la verdad de la realidad. La
fe católica nos enseña a descubrir la realidad tal cual es porque hemos
conocido a Quien es el sentido y significado de todo: ¡Cristo es la clave, la
interpretación, el sentido! A la fe católica siempre se la intenta recluir en
las sacristías y en la conciencia privada, y así lo que se hace es recluir a la
propia vida en la soledad y el silencio desesperante, con una falsa realidad
virtual. Lo nuevo, lo que sí es digno del hombre, no es encerrarse en sus propios
límites que le dejan vacío, sin sentido, sino dejarse invadir por el Misterio
que llena la realidad entera. Pretender vivir como si Dios no existiera arruina
toda cultura y vida humana, la destruye.
Los
santos fueron grandes creativos, hicieron avanzar la historia según el designio
de Dios y generaron verdadera cultura. En Cristo habían descubierto la clave de
todo, y se entregaron generosamente a esta obra.
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