La plenitud de
la fe tiene un aspecto más: no sólo creemos, es decir, nos fiamos y aceptamos
lo que Dios nos dice apoyando nuestra existencia en su Palabra, sino que la fe
plena conduce a unirnos a Jesús; es algo personal, es comunión de vida con
Jesús, es participar de Jesús, de su Corazón, de su Persona.
“Para la fe, Cristo no es solo aquel
en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel
con quien nos unimos para poder creer” (Lumen fidei, 18).
La
fe es tan personal que conduce al encuentro con Cristo para vivir con Él, junto
a Él, sin separarse de Él. La fe es cristiana y no una vaga creencia, porque
implica una unión personalísima con Cristo, de persona a persona, de corazón a
corazón. Hasta punto es así que la vida ya no se concibe ni se entiende sin
Cristo: ¡es el único necesario!
“La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver” (Lumen fidei, 18).
Si
vemos como Jesús, ¡qué distintas son las cosas, el corazón del hombre, sus
acciones! Vemos mejor, más claro y con más misericordia: ¡vemos de verdad!, sin
dejarnos llevar por prejuicios, prevenciones, primeras impresiones o
superficialmente.
Si
vemos como Jesús y con la mirada de Jesús, iremos más allá de lo externo hasta
llegar a lo interior y esa mirada siempre será mirada de misericordia: nunca
una mirada altiva, o fría, o distante, o superficial, o egoísta. ¡Es un modo
nuevo de ver y, por tanto, de amor! La unión personal con Cristo nos llega a
transformar hasta ese punto.
Por
tanto, la fe nos dirige a creer las palabras de Cristo y a confiar en Él,
uniéndonos a Él, amándole a Él, viviendo con Él. La fe entabla una relación con
Él única… ¡y ya no se puede ni se sabe
vivir sin Cristo! Las consecuencias son grandes, nos resitúan en el centro
de todo: ¡Jesucristo!
“La fe cristiana es fe en la
encarnación del Verbo y en su resurrección en la carne; es fe en un Dios que se
ha hecho tan cercano, que ha entrado en nuestra historia. La fe en el Hijo de
Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret no nos separa de la realidad, sino que
nos permite captar su significado profundo, descubrir cuánto ama Dios a este
mundo y cómo lo orienta incesantemente hacia sí; y esto lleva al cristiano a
comprometerse, a vivir con mayor intensidad todavía el camino sobre la tierra”
(Lumen fidei, 18).
Por eso:
· *
El centro de la fe cristiana es Jesucristo,
encarnado y resucitado realmente en su Carne, Cuerpo glorioso;
· *
En Cristo, su Hijo, Dios se ha hecho cercano. La
cercanía de Dios nos acompaña, rompe nuestras soledades;
· * Cristo es la clave de la historia y de la
realidad, nos lleva a interpretarla y leerla bien, no nos aísla de la realidad;
·
* Por Cristo sabemos que Dios ama al mundo y por
eso el cristiano no se desinteresa del mundo, sino que lo trabaja para
transformarlo, viviendo intensamente (sin pasividad, sin esconderse).
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