2. Las respuestas
Las
preces de Laudes, con su tono de alabanza matutino y celebración del Misterio,
ofrecen en las respuestas que se pueden repetir un nuevo elemento para la alabanza
divina. Al mismo tiempo que pueden servir como jaculatorias a lo largo del día,
presentan una síntesis del Misterio. De nuevo la liturgia es escuela de la vida
cristiana y fuente de toda teología verdadera, que sea teología arrodillada.
*
“Que se goce la tierra, Señor, con tu venida” (25 dic). Es un júbilo
incontenible el que llena el corazón de los hombres viéndose tan amados por
Dios hasta el punto de que su Hijo se encarne, pero es la creación entera, esta
tierra nueva, la que también advierte su Presencia y se alegra por su
transformación.
¿De
qué modo? La tierra se goza porque ha sido transformada y renovada. Había sido
anunciado por Isaías: “Habitará el lobo
con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león
pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará
en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la
serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno
el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar” (Is 11,1ss); y
también: “Alumbraré ríos en cumbres
peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en
estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros, y
acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, y olmos y alerces,
juntos” (Is 43,11ss). Por eso, la tierra se goza: “aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad” (Sal 97).
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En la noche de Navidad, el himno de alabanza celestial resuena en la tierra, y
los ángeles cantores de lo divino, entran en la escena humana con armoniosa
voz: “Gloria a Dios en el cielo, y en la
tierra paz…” (Lc 2,14). La paz que traería el Mesías, Él que reinará con
justicia, haciendo que “la paz abunde
eternamente” (Sal 71), esa paz es Él mismo: “¡Él es nuestra paz!” (Ef 2,14). De ahí brota la respuesta orante:
“Concede, Señor, la paz a todos los hombres!” (29 dic) y así su reino se
dilatará del uno al otro confín.
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Quien ha nacido en Belén no es meramente un niño, otro tierno y dulce niño
recién nacido que provoca ternura y complacencia en su entorno. Ese niño es el
Dios-con-nosotros, “Padre perpetuo,
Príncipe de la paz” (Is 9,5), el Mesías, el Salvador. Es el Hijo unigénito
en quien Dios se complace. Lo reconocemos y confesamos: “Hijo amado de Dios,
escucha nuestra oración” (30 dic); lo invocamos confiadamente: “Señor, ten
piedad de nosotros” (31 dic), “Señor, ten piedad” (2 ene), porque Él es la
misericordia y la redención copiosa (cf. Sal 29) que nos ha venido. También lo
adoramos con amor, igual que tantos otros a lo largo de la historia: “Te
adoramos, Hijo unigénito de Dios” (4 ene); “Gloria a ti, Señor Jesús” (7 ene);
“Bendito seas, Señor” (9 ene).
Su
naturaleza divina es confesada al verlo también hombre: “Luz de luz, ilumina
nuestro día” (Epifanía). Lo confesamos en su divinidad: “Cristo, Hijo de Dios,
escúchanos” (12 ene). Su nacimiento en el tiempo se produce por medio de una
madre, Todasanta, Inmaculada, y así Jesús es Hijo de Dios y también Hijo de
María: “Hijo de la Virgen María,
ten piedad de nosotros” (1 ene).
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Llenos de júbilo, los pastores adoran al Niño y reconocen a su Dios y Salvador;
igualmente, unos Magos de Oriente, se postran de rodillas después de una larga
peregrinación en busca de la Verdad. Su
Presencia es única, seductora; es Misericordia, es Verdad revelada, es infinito
amor. ¿Quién podría querer separarse de Él o apartarse de Él? “Quédate con
nosotros, oh Emmanuel” (3 ene), le decimos, y lo hacemos igual que tantos otros
que en su camino se han encontrado con el Señor. El estupor de su Presencia
despierta en nosotros la certeza de que Él es único, tiene Palabras de vida
eterna. “¡Quédate!”, no te vayas, no nos dejes.
*
“Que tu nacimiento, Señor, nos salve” (5 ene). Todos los Misterios de Cristo
son salvadores y nos comunican gracia, es decir, todos los acontecimientos de
la vida de Cristo –incluyendo lógicamente su muerte y Resurrección- son
acontecimientos salvadores para nosotros y siguen comunicando su gracia hoy,
aquí y ahora, por medio de la liturgia. “Toda la vida de Cristo es misterio de Redención” (CAT 517) y es la liturgia la que comunica
la gracia de los misterios de Cristo: “La liturgia cristiana no sólo
recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace
presentes. El misterio pascual de Cristo se celebra, no se repite; son las
celebraciones las que se repiten; en cada una de ellas tiene lugar la efusión
del Espíritu Santo que actualiza el único Misterio” (CAT 1104).
No
son recuerdo de algo que pasó, mera memoria, sino un Acontecimiento presente
ahora mismo que nos sigue tocando nuestro ser. Su Encarnación y Nacimiento
inauguran su salvación, nos son comunicados bienes y gracia. Nace para
salvarnos y naciendo ya nos está salvando.
Por
eso pedimos gracia: “Por tu nacimiento, líbranos, Señor, de todo mal” (8 ene),
y como se ha desencadenado ya el proceso del admirable intercambio y de la
nueva creación, su nacimiento nos renueva: “Renuévanos por tu nacimiento” (11
ene).
“El misterio pascual de Cristo se celebra, no se repite… son las celebraciones las que se repiten…”.
ResponderEliminarCuenta un amigo fraile como anécdota (conociéndole, creo que es un chiste) que el sr. Obispo anunció su visita patoral a una parroquia; nervios de rigor, carreras...; a los pocos días la parroquia lucía como un sol. Llegó el Obispo y se mostró muy complacido con todo, preguntó a los niños las verdades de la fe y los bendijo, repasó los libros, rezó ante el Sagrario, rezaron juntos las Vísperas y celebraron la Santa Misa…Se adivinaba una calurosa felicitación al párroco pero, al despedirse, el obispo le preguntó - Padre ¿Cuántas navidades ha celebrado en esta parroquia? - Un poco nervioso todavía, el buen párroco no advirtió la inocente trampa y contestó - Pues, Monseñor, como llegué aquí en 1980, 33 navidades- No, querido hermano, vd ha celebrado 33 veces una única Navidad-. Tranquilos, a pesar de ello el sr. Obispo, felicitó a don X ¡Grandes hombres de barro tierno!
Pascua, pascae en latín, πάσχα (pasja) en griego, פסח (pésaj) en hebreo significa ‘paso’, el paso del Señor. No hace mucho tiempo, en España y en países evangelizados por ella, el término Pascua se aplicaba a la Navidad, mientras que a la Semana Santa se la llamaba Pascua Florida o Pascua de Resurrección. Aunque fuera buena en su momento la intención de resaltar la Resurrección del Señor, a mí me gustaría que se volviera a contemplar el Misterio de Cristo en su unicidad.
Dad la vuelta en torno a Sión… para poder decirle a la próxima generación:- Este es el Señor, nuestro Dios. Él nos guiará por siempre jamás-. Apacienta a tu pueblo, Señor (de Laudes).
DIOS es presente permanente. Su acción es presente y su venida es presente, el instante de esa Encarnación es uno y perpetuo. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
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