3.2. El mirabile commercium o admirable intercambio
Ya
abordamos en su momento, al ver los encabezamientos de las preces, la teología
tan fecunda del “admirable intercambio” que resuena constantemente en el ciclo
de Navidad-Manifestación. Es un lenguaje de contraposición, entre lo que es
Dios y lo que es el hombre, y sin embargo, al hacerse Dios hijo del hombre,
aporta al hombre los bienes de Dios. Toma lo nuestro para darnos de lo suyo
propio.
Este
lenguaje y esta rica teología enriquecen de veras la comprensión del Misterio y
facilitan una vivencia espiritual más honda, orientándonos, conduciéndonos, a
un conocimiento mayor de Dios y de su obra.
Con
textos paulinos engarzados (cf. 2Co 8,9; Flp 2,5-11), confesamos: “te has hecho
pobre para que, con tu pobreza, nosotros nos hagamos ricos y te despojaste de
tu rango para que, con tu humillación, nosotros resucitáramos y llegáramos a
participar de tu gloria” (30 dic). Al hacerse hombre, permite al hombre
asemejarse a Él, comenzando, por gracia, a tener una vida divina, sobrenatural:
“Tú que te has hecho semejante a nosotros, concédenos a nosotros ser semejantes
a ti” (1 ene).
Al
entrar en nuestro mundo y en nuestra tierra posibilita otro intercambio: ser “ciudadanos del cielo” (Flp 3,20),
peregrinos para otra patria verdadera y ciudad permanente (cf. Hb 11,16;
13,13-14): “Tú que has querido ser ciudadano de nuestro mundo, concédenos a
nosotros ser ciudadanos de tu reino” (1 ene), y en el mismo sentido: “Tú que
quisiste acampar entre nosotros, haznos dignos de morar contigo en tu reino” (4
ene).
Por
su Encarnación y Nacimiento, recibimos los bienes de su divinidad: “Tú que, sin
dejar de ser Dios como el Padre, quisiste hacerte hombre como nosotros, haz que
nuestra vida alcance su plenitud por la participación en tu vida divina” (8
ene). Todo es, así pues, motivo de gracia y don para el hombre.
3.3. Semejantes a Cristo
Contemplando
al Señor que nos ha nacido, el deseo constante es ser como Él, parecernos a Él,
llegar “a la medida de Cristo en su
plenitud” (Ef 4,13). Suplicamos entonces: “A quienes celebramos los
primeros pasos de tu vida terrena, concédenos llegar al estado del hombre
perfecto, a la madurez de tu plenitud” (11 ene); “Oh Jesús, que en el seno de
tu familia de Nazaret creciste en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios
y los hombres, concédenos crecer siempre en ti, que eres nuestra cabeza” (Sgda.
Familia).
Él
es modelo y a la vez causa de gracia para unirnos a Él, configurarnos con Él.
Nos
crea y nos recrea, es decir, nos renueva. Estos aspectos están presentes en la
oración matinal de las Laudes: “Tú que te has hecho semejante a nosotros,
concédenos a nosotros ser semejantes a ti” (1 ene). Su vida es nuestra vida,
como modelo, ejemplo y vida que se nos da por gracia: “Oh Jesús, maravilla de
Consejero, Dios fuerte, Padre perpetuo, Príncipe de la paz, haz que los
ejemplos de tu humanidad santa sean norma para nuestra vida” (3 ene). Él que
renueva al mundo entero con su venida, nos renueva por gracia a todos: “Tú que
eres el ‘Dios-con-nosotros’ que has renovado maravillosamente la creación
entera, haz que en nosotros todo se renueve también: el corazón, las palabras y
las obras” (7 ene).
Él,
además, ha asumido nuestra humanidad para renovarla y unirla a Sí: “Tú, Señor,
que existiendo desde siempre has querido asumir una vida nueva al hacerte
hombre, renuévanos a nosotros por el misterio de tu nacimiento” (8 ene).
Lo que CRISTO nos da es todo. Eso que es de una simplicidad apabullante, y como simple interpretable de cualquier forma, por aquel que no está formado. Acudir a Don Javier, al Magisterio de nuestra Santa Madre, la Iglesia coloca todo en su sitio. Así además de simple, todo es sencillo. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
ResponderEliminarQueremos ser ciudadanos de Tu Reino, hemos visto Tu estrella y venimos a adorarte.
ResponderEliminar“Mirando sus luces bellas, no sigáis la vuestra ya, porque donde el sol está no tienen luz las estrellas.”
Y abriendo sus cofres, ofrecieron regalos al Señor.