Tras la solemnísima celebración de la Epifanía del Señor, su Aparición, su Manifestación en la verdad de nuestra carne -como dice el Canon romano en su embolismo para esa fiesta-, los evangelios de la Misa diaria hasta la fiesta del Bautismo contienen un claro sabor epifánico.
Todos ellos quieren conducirnos no a aspectos periféricos, para meditar o predicar ideas que convienen a otro momento tal vez, sino que estos evangelios buscan mostrar quién es Cristo; quieren manifestar su divinidad escondida tras los velos de nuestra carne. Lo vemos hombre, y es realmente hombre, y al mismo tiempo, es Dios con nosotros.
Los evangelios de estos días son un eco de la Epifanía del Señor a los Magos. Son evangelios de revelación para conocer mejor quién es Cristo.
En los leccionarios, cada lectura lleva un "título", escrito en rojo, que pretende señalar la intención y la clave de interpretación de esa lectura en el tiempo litúrgico en que se lee. Ese mismo "título" suele aparecer en los misalitos que podemos tener en casa, si son buenas ediciones; si no son buenas ediciones, los omiten...
Acudiendo a los títulos de esos evangelios para estos días, oiremos los siguientes:
7 enero: "Está cerca el reino de los cielos" (Mt 4,12-17. 23-25): Este evangelio no trata de llamarnos a la conversión y a la penitencia en este momento, sino señalar que con Cristo entre nosotros, el Reino de Dios está cerca, ha llegado, porque Él mismo es el Reino de Dios.
8 de enero: "Jesús se revela como profeta en la multiplicación de los panes" (Mc 6,34-44). Este evangelio a la luz de la Epifanía, y con el subrayado del título, contempla a Jesús como verdadero profeta, aquel que realiza las obras de Dios, capaz de transformar y hasta multiplicar lo que hay. ¿Quién sino Dios podría hacerlo? No es la ocasión de hablar de la presencia real eucarística o de la fraternidad hacia quienes no tienen qué comer, sino contemplar a Cristo, Profeta, Dios.
9 de enero: "Lo vieron andar sobre el lago" (Mc 6,45-52). ¿Quién es Jesús? Aquel que, como Dios, está por encima incluso de las leyes de la naturaleza porque es Señor de lo creado. Incluso puede andar sobre las aguas.
10 de enero: "Hoy se cumple esta Escritura" (Lc 4,14-22a). Un aspecto más al considerar a Jesús: Él es el Ungido, plena y completamente ungido por el Espíritu, para realizar la tarea mesiánica, la obra de la salvación. Se apunta aquí a la realidad de Cristo como Ungido, Mesías y Salvador, Fuente del Espíritu que va a derramar sobre todos ungiéndonos.
11 de enero: "En seguida le dejó la lepra" (Lc 5,12-16). ¿Quién es Cristo?, nos preguntamos otra vez. Y descubrimos que es Dios porque su Palabra es poderosa, capaz de sanar hasta lo incurable humanamente. Es Dios que salva, perdona, redime, cura. Aquí tampoco sería el día para hablar o de los excluidos o del sacramento de la penitencia o de la maldad del pecado. Es una nueva revelación de quién es Jesús.
Así son los evangelios de estas ferias navideñas, y así tenemos las claves de interpretación para entenderlos mejor y gozarnos en el Señor que se nos revela.
Aunque creo entender que la entrada, en cuanto al Evangelio del día 7, señala que la metanoia (conversión) se produce en el encuentro con Cristo porque Él es el Reino, creencia totalmente compartida, levanto la mano para discrepar en la forma de expresión y/o preguntar cómo es posible prescindir de la primera de las palabras de Jesús: “Convertíos”. La predicación de Jesús, según el pasaje evangélico, comienza “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos” (en algunos países hispanoamericanos: “Renuncien a su mal camino…”). Y, a continuación, se refiere Mateo a las curaciones de enfermedades y dolencias en toda Galilea así como de la extensión de la fama de Jesús fuera de esta región, como verdaderos signos de la llegada del Reino. Jesús comienza su predicación en el mismo tono que Juan el Bautista en su primera palabra, llegando mucho más allá en las palabras siguientes. No hay discontinuidades en la Historia de la Salvación.
ResponderEliminarConvertir referido a la persona significa cambiar, hacer cambiar, producir un cambio, de modo que sea alguien distinto a lo que es porque ¿cómo reconocer y recibir el Reino si no es acudiendo a la primera de Sus palabras, es decir, dando la vuelta hacia Él en el encuentro? El Reino es Cristo y sólo lo encuentra el leproso curado de la lepra que volvió a dar gracias a Dios, los otros nueve sanaron físicamente pero perdieron el Reino.
La traducción de metanoia del griego al latín (paenitentia) induce a muchos a confusión, como se puede extraer de las definiciones de penitencia del diccionario de la Real Academia o del pensamiento del hombre de la calle. No era así en tiempos de los primeros cristianos para los que encontrarse con Cristo era experimentar una profunda metanoia como sinónimo de revelación divina o epifanía que producía el cambio, la transformación profunda del corazón, de la mente.
La palabra penitencia viene del latín, paenitentia, palabra compuesta del sufijo entia (agente) y la raíz de un verbo impersonal paenitere, relacionado con el adverbio paene, verbo que en su origen significó “no tener bastante, falta, no estar satisfecho”. Erróneamente se entiende como poenitere pues se asocia a poena (pena) y así en el latín vulgar tardío surgió repoenitere que se traduce por arrepentirse. A pesar de que san Jerónimo, el traductor de la Biblia al latín (Las Vulgata), haya pasado a la posteridad como amante de exageradas penitencias, no me lo imagino yo ausente del verdadero significado de metanoia. Otra cosa es que lo que el hombre actual llama encuentro con Cristo no sea un verdadero encuentro que produzca la metanoia; quizá aquí se encuentre el "quid" de la confusión entre paenitere y poenitere.
Y… si no discrepara o preguntara ¿qué sería de mi?
¡Qué Dios les bendiga!
Fe de erratas: en "Las Vulgata" sobre una "s". Léase : La Vulgata Problemas de escribir y hacer otras cosas al mismo tiempo
EliminarJulia María:
EliminarComo si me hubiera puesto un capote rojo, no resisto la tentación y embisto. ¡Me ha provocado! Será que hace mucho que no discrepamos, que me siento impelido a responder.... siempre con buen tono de amigos, evidentemente.
Discrepo. Es más: no es eso lo que pretendía explicar en la catequesis.
Cada perícopa evangélica recibe su luz -su interpretación, su hermenéutica- según el contexto del año litúrgico en que se lee, y no siempre se resaltan todos los aspectos a la vez y tampoco con la misma intensidad.
Por ejemplo, el precioso evangelio de las bodas de Caná.
Es un evangelio epifánico; leído el II Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C, creo recordar), el centro de atención del evangelio es el último versículo: "Manifestó su gloria, creció la fe de sus discípulos en él", en unión con la Epifanía de los Magos y el Bautismo.
Ese mismo evangelio leído en una Misa votiva de la Santísima Virgen tiende a subrayar la presencia e intercesión mariana: "La Madre de Jesús estaba allí".
Pero leído en el sacramento del matrimonio, se destaca la presencia santificante del Señor en unas bodas...
Según en qué momento, se subraya un aspecto u otro del evangelio, siempre poliédricos.
Con la perícopa que vd. argumenta ampliamente -¡qué buena letrada, amiga mía!- ocurre lo mismo en este caso.
Si se lee en Cuaresma, evidentemente el subrayado es la llamada a la conversión, con los aspectos que vd. indica.
Si se lee en Adviento, el subrayado intepretativo es la inminente venida del Salvador: "está cerca...", con la preparación necesaria para recibirle.
Si se lee en estas ferias de Navidad-Epifanía, la hermenéutica tiende a desvelarnos cómo el Reino es el mismo Cristo que ya está cerca de nosotros.
Espero haberme explicado bien, suficientemente claro.
Y espero -jejejejeje- haberle rebatido con suficiente pulcritud.
Saludos cordialísimos.
¡Contrarréplica perfecta, amigo mío!
EliminarSabe, saben amigos lectores del blog, entiendo que la predicación tenga como fin llevar a la comprensión de los fieles el Misterio de Jesús en cada momento del año litúrgico e, incluso, en cada conjunto de lecturas de la celebración litúrgica pero con Cristo, con mayor intensidad que con el Derecho, surge en mi la percepción de un Todo en el que todas las piezas se armonizan entonando una melodía perfecta y yo, por carácter y por convicción, lo quiero todo como Teresita… (risas).
En definitiva, estamos de acuerdo: Él es el Reino. Sólo una humilde observación de un fiel de infantería a todos los Pastores de la Iglesia: el común de los fieles, que generalmente ha recibido una formación espiritual escasa, se suele quedar en el aspecto que se resalta en una determinada predicación sin encajarlo en el Todo y sin unir la predicación de Cuaresma con la de Epifanía. Y te miran como si hubieses venido de Marte si, a raíz de la predicación, quieres ir más allá evidenciándose así cantidad de equívocos. Ya lo dije una vez: predicar es para sabios y héroes, y no se me ha olvidado “para santos”; eso lo dejo en manos de Dios.
Estaba perfectamente clara su intención; ya lo intentaba yo reflejar al principio de mi exposición ¿Capote rojo? Sólo una muletita de nada… (risas). Gracias y lamento haberle interrumpido en sus quehaceres.
La amistad no está reñida ni con las dúplicas ni con las réplicas.
Un abrazo.
Julia María:
EliminarSi hubiéramos de considerar el todo de cada Evangelio leído en la liturgia no acabaríamos nunca ni entenderíamos el porqué se lee en tal o cual momento del año litúrgico... Eso sí sería propio de una clase -que debe agotar todos los aspectos- o de la lectio divina -que debe penetrar en el todo del texto bíblico-.
Piense, señora letrada, en esas homilías interminables que quieren explicarlo todo, casi versículo por versículo, y da igual si es Navidad o Cuaresma, que todo lo explican igual...
No, no era una muletita de nada, que ya me la conozco: quería que embistiera como los toros en la plaza y lo ha conseguido. Sólo "me ha calmado" su benévolo reconocimiento: "una réplica perfecta".
Un fuerte abrazo
Gozarnos en el señor en todo tiempo, en toda circunstancias. Es justicia y es necesario. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
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