Tal vez, por la época de buenismo reinante, se afirma con una candidez pasmosa al morir alguien que "ya está en el cielo". Es una afirmación de personas piadosas, buenas, que no calculan el alcance de lo que dicen. ¿Es inmediato para todos el cielo y la salvación eterna? ¿El proceso final es muerte-glorificación o muerte-cielo? ¿Todos? ¿Tan simple? ¿Cualquier difunto es ya, por el mero hecho de morir, un canonizado que "ya está en el cielo"?
La liturgia, que es la regla de la fe, ora y pide por los difuntos en sufragio por sus pecados; cotidianamente en la santa Misa y en las preces de Vísperas oramos por los fieles difuntos para que perdonados sus pecados lleguen al "lugar del consuelo, de la luz y de la paz" (Canon romano), "admítelos a contemplar la luz de tu rostro" (Plegaria euc. II), etc.
El mismo rito de exequias, aunque muy suavizado en sus textos litúrgicos, es una oración constante en sufragio por el difunto, suplicando el perdón de sus pecados y debilidades; luego el acceso "al cielo" no es tan inmediato para todo difunto.
Lo primero es orar, ofrecer sufragios, oraciones y limosnas por el eterno descanso de los difuntos que han de ser juzgados con un juicio particular sobre su propia vida simplemente porque Dios es justo y se toma muy en serio la libertad que nos otorgó y la responsabilidad del hombre en su vida y su destino.
Recordemos lo que, sobre el juicio particular, enseña el Catecismo de la Iglesia:
1021 La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para otros.
1022 Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (cf. Concilio de Lyon II: DS 856; Concilio de Florencia: DS 1304; Concilio de Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (cf. Concilio de Lyon II: DS 857; Juan XXII: DS 991; Benedicto XII: DS 1000-1001; Concilio de Florencia: DS 1305), bien para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Concilio de Lyon II: DS 858; Benedicto XII: DS 1002; Concilio de Florencia: DS 1306).«A la tarde te examinarán en el amor» (San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias, 57).
El juicio particular discierne la verdad de la vida. Los justos, los santos, los mártires serán recibidos en las puertas del cielo; pero, por lo general, las almas necesitarán ser purificadas, preparadas, refinadas, para gozar en el cielo de Dios. Es lo que se llama purgatorio.
El purgatorio es el lugar de la preparación final y purificación; flaco favor es representarlo o imaginarlo como un infierno en pequeño. En el purgatorio el único "fuego" será el Espíritu Santo aquilatando el alma, y el alma sabiendo que aquello es temporal y deseando llegar a Dios en paz y luz perfectas.
"Consta -escribe san Gregorio Magno- que, en los infiernos, los justos son retenidos, no en los campos de los suplicios, sino en el asilo superior de reposo" (Morales, XIII, 53). Muchos deberán expiar sus faltas, sus pecados, "no había pecado por malicia, sino por error, por ignorancia, y esta falta puede ser purgada después de la muerte" (S. Gregorio, Diálogos, IV 42,4).
A los difuntos les sirve ofrecer el Sacrificio de la Eucaristía por ellos, en sufragio y ofrenda por sus pecados. "Si después de la muerte, las faltas no son imperdonables, la ofrenda de la hostia de la salvación ayuda mucho a las almas incluso después de la muerte, hasta el punto que a veces las almas mismas de los difuntos hacen ver que lo piden" (S. Gregorio, Diálogos, IV, 57). Es más, "en ausencia de faltas irremisibles, la víctima de la santa oblación puede ser útil incluso a los difuntos para el perdón" (Ibid., 59,6).
Está claro que es un abuso y una imprudencia afirmar cuando alguien ha muerto que "ya está en el cielo"; no lo sabemos y lo más probable es que esté necesitando nuestras oraciones, sufragios y Misas.
Pero siempre será mejor preparar aquí y ahora nuestra salvación eterna, obrando y viviendo santamente: "Hay que pensar que lo más seguro es hacer por uno mismo, mientras se está vivo, el bien que se puede esperar para uno después de la muerte de la condescendencia de los demás" (S. Gregorio, Diálogos, I, 60,1).
Un último punto sobre escatología. La resurrección de la carne no es inmediata sino al final de los tiempos cuando venga Cristo en su gloria. Pero ¿qué resucita? Ciertamente no resucita el alma ya que no muere, es inmortal. La resurrección afecta a nuestro cuerpo, a nuestra carne, redimida por la carne de Cristo, santificada por la carne ya glorificada del Señor resucitado.
"Yo resucitaré en otro cuerpo, quizá sutil, quiero decir aéreo, o bien en aquel en el que muero. Ahora bien, si resucito en un cuerpo aéreo, ya no seré yo quien resucite: ¿cómo podría haber una verdadera resurrección, si mi carne no fuese una verdadera carne?" (S. Gregorio, Morales, 14,71). Sigue san Gregorio argumentando a partir del Cuerpo mismo de Cristo, que mostró sus llagas y fue tocado por los apóstoles: "nuestro cuerpo será sutil por la manifestación de su poder espiritual, pero palpable por la verdad de su naturaleza" (Morales, 14,72).
Sí, nuestro cuerpo, éste nuestro cuerpo, no otro, transformado, sutil y espiritual.
Estas son verdades de fe. Recordándolas, evitemos lenguajes confusos, falsas canonizaciones de todo difunto, o un acceso inmediato al cielo de todos al instante de morir, o negar la resurrección de la carne hablando del "Yo psicológico" o del alma.
Padre, creo que hace muy bien recordando estas cosas. "Los muertos son siempre buenos vivos.", frase que es significativa al respeto, que es posible que no sea nada más que una ocurrencia ingeniosa, pero ilustrativa. Pero si, Padre, lo peligroso es creérselo. Sin embargo, no sé hasta que punto sería correcto, hacer en el funeral un listado de todas las barrabasadas del finado en esta vida. Podría ser muy higiénico a la hora de tomar consciencia de nuestra inmundicia propia y personal; pero de momento, lo que se estila es el panegírico, es humano.
ResponderEliminarYo personalmente, destinaría todo lo que me quedara tras mi muerte para misas por la salvación de mi alma, pero como realmente no creo que dé más allá para los gastos del entierro, por fuerza he de dejar la cosa a la buena voluntad de mis deudos. En fin, tal vez sea mejor, (de hecho lo es), acogerme a la misericordia de DIOS NUESTRO CREADOR y SEÑOR. Alabado sea DIOS.
Padre, le agradezco especialmente este escrito, porque de esto no se suele hablar demasiado desde los púlpitos. Pasa algo así, como sobre el tema del demonio, que tampoco es un tema que se prodigue mucho en los púlpitos.
Abrazos en CRISTO. DIOS le bendiga.
En el funeral, Antonio Sebastián, ni panegíricos ensalzando a la cumbre de la santidad al fallecido ni narrar sus fechorías; es muy simple: rezar, ofrecer por él, y, si hay predicación, recordar las verdades del Credo referentes a la vida eterna y la resurrección de la carne.
EliminarAmigo: en los "púlpitos" (que ya no existen, pero nos entendemos en lo que quiere decir) habría mucho que explicar. Pero simplemente, se hace, se explica: al hilo de la liturgia y del Evangelio. Tampoco me gustaría a mí una predicación quasi-constante sobre el demonio o las realidades escatológicas..., monotemáticas, que aterroricen en lugar de apuntar al Amor de Dios y su Gracia, a la Pasión y Pascua del Señor, que, sin dudas, son más importantes y hay que anunciarlas.
Mi querido Padre Javier. Decididamente en las palabras escritas no sé puede apreciar ni el tono, ni las inflexiones de la voz. Evidentemente en estas misas se reza por el alma del difunto. Estas misas suelen ser de una emotividad especialmente intensa. Encontrar un tono adecuado para confortar a la familia debe ser algo muy delicado, que a veces no se consigue sin mencionar al difunto, sobre todo, si es conocido por el sacerdote. No es fácil aliviar el dolor en ciertas situaciones.
EliminarRespecto a lo del demonio y a las realidades escatológicas; no, no, no creo que haya que hablar cada día sobre la cosa. Lo que le puedo decir, por ejemplo, es que llevo algo más de tres años aquí, y en ese tiempo (con homilías diarias) no he escuchado ninguna homilía sobre el demonio.
Parece ser, y le pido disculpas por ello, que al escribir, tengo cierta deformación profesional. Tiendo a hacer comentarios expresando una idea con ejemplos extremos no porque yo perciba las cosas así, sino para que el comentario sea más ilustrativo. Cosas de docente. Usted por ejemplo, me responde en esta ocasión, (con total coherencia), de la misma forma. No, verdaderamente a mi tampoco me gustaría un predicación quasi-constante sobre el demonio o las realidades escatológicas que aterroricen a nadie. Aunque a mi, personalmente me causa terror la idea de mi condenación eterna, yo, que llevo una vida de pecador recalcitrante, al máximo. Si, el AMOR de DIOS es el centro de nuestra FE, es lo más importante, lo fundamental, pero hay que estar avisados de los peligros, sobre todo cuando son tan siniestros, sutiles, sibilinos y traicioneros como los luciferinos. Por ejemplo, el libro de C.S. Lewis "Cartas del diablo a su sobrino" es muy ilustrativo. Mi vida personal es también bastante ilustrativa del poder embaucador, y mendaz de los ángeles caídos. No hay que confiarse. Le pido perdón una vez más, Padre, por escribir, seguramente, de la misma forma que hablo. Sé que he de reflexionar mucho más antes de ponerme a escribir y exponer las ideas de forma mucho más serena, aséptica, rigurosa, precisa y exacta de lo que lo hago. Seguramente, escribo demasiado visceralmente por un lado y por otro de forma algo distorsionada de cara a que lo grueso del ejemplo visualice mucho mejor lo que intento expresar. Eso entre otras cosas, Don Javier. Me gustaría corregir esto radicalmente. Sus respuestas me ayudan a darme cuenta de mis carencias. Muchas gracias por sus palabras y por su ayuda. DIOS le bendiga.
Hay una incompatibilidad absoluta entre Dios y el pecado porque para ver a Dios se necesita absoluta limpieza del corazón. Cuando Dios te ha mandado en tu vida terrena “hermosísimas” tormentas de truenos y relámpagos, y contestado, ante tu asombro. “niña, espabila que estás sorda”, no te es difícil entender la necesidad del fuego purificador del purgatorio ni la realidad del infierno.
ResponderEliminarAl margen de revelaciones privadas contadas por los santos, el infierno como ausencia eterna de Dios, tal y como nos lo ha enseñado siempre la Iglesia, es ya de por sí suficientemente aterrador, sobre todo para el que está cansado de las propias tonterías y desea ver a Dios cara a cara mientras su mirada consume las propias incoherencias.
¿Cómo ver a Dios si Él no me purifica? No viene mal que recordemos que nuestra fe no tiene nada que ver con la magia ni con los cuentos de hadas y genios, que la purificación la empieza Dios en nuestro “hoy” y que la acción purificadora divina precisa que nos “pongamos a tiro”, que nos esforcemos, que la aceptemos y la busquemos. No en balde muchos santos nos han dicho que la penitencia de hoy acorta el “tiempo” de purgatorio ¿Cómo podrán ver a Dios los que nos han precedido si Dios no los purifica? Aquí entramos nosotros como comunión de los santos y en deuda al amor que nos tuvieron; rezando por ellos y uniéndonos al sacrificio de Cristo podemos sustituirles en el esfuerzo de purificación que les pudo faltar en su vida.
A mí me preocupa el acto de la muerte de aquellas personas de mi entorno que, sin ser terriblemente malvados, viven sin referencia a Dios; me pregunto y rezo ¿será posible que deseen en ese momento ver a Dios?
La comunión de los santos nos llama poderosamente en una celebración como en la de hoy, pidiendo fervorosamente a Dios la salvación de los hermanos que nos han precedido ¡Qué Dios les bendiga!
Doña Julia María:
EliminarSí, Dios nos va purificando aquí y ahora, preparándonos con el fuego de su Espíritu Santo para quemar tanta impureza. Pero hemos de dejarnos, claro.
La Comunión de los santos nos da paz; hoy rezamos y ofrecemos y entregamos hasta penitencias por otros hermanos nuestros (vivos o difuntos), mañana serán otros los que lo hagan por nuestra salvación eterna.
Un fuerte abrazo, sin demandas ni pleitos!!
Ciertamente, a los difuntos les sirve ofrecer el Sacrificio de la Eucaristía por ellos, en sufragio y ofrenda por sus pecados,mediante la comunión de los santos, algo que en ciertos casos resulta complicado.Hay ocasiones en las que, por puro instinto humano (al menos el mío), piensas que alguien que en esta vida ha asesinado, por ejemplo, se merece, como mínimo, pasar un buen rato en el purgatorio. Confieso que en esos casos rezar por ellos y sustituir su desapego en el esfuerzo de purificación me resulta, cuanto menos, complicado.
ResponderEliminarLa colmena:
Eliminar¡Ay!, estamos iguales. ¡Cuánto cuesta pedir y rezar por personas que realmente han sido malvados, odiosos!
Pero la Iglesia Madre nos hace pedir cada día en Vísperas, de manera fija en la última petición, por TODOS los difuntos, y cuando ofrecemos el sacrificio eucarístico, ampliamos nuestra oración a los que han muerto "en su misericordia".
Un grandísimo abrazo!!!!
Padre, podría escribir algo sobre la resurreccion de la carne .Pienso que dentro de la Iglesia ,se habla mucho de gozo de nuestras almas en el cielo, y se olvida de la resurrección de la carne . Para mi,la esperanza mayor para un católico es saber que su cuerpo es eterno y su alma inmortal .Tan importante es la resurrección la carne que es la misma Eucarístia .
ResponderEliminarBueno Padre ,que me pierdo un poco en todo esto-pero para mi ,es la mayor esperanza ,y me gustaría que nos dejara unas letras sobre todo esto.
Cruz:
EliminarAquí hay mucho ya escrito -y lo habrá más adelante, sin duda- sobre la "resurrección de la carne", porque es el criterio de nuestra fe: si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe.
Pinche la "etiqueta" "Escatología" y ahí verá bastantes catequesis sobre la resurrección de la carne.