miércoles, 14 de noviembre de 2012

La conciencia, ¿instancia subjetiva?

Un artículo que he encontrado expone con meridiana claridad un problema muy actual, muy vivo: la conciencia. A ésta la estamos entendiendo cada vez más como una instancia subjetiva, es decir, una instancia moral que cada sujeto le da un contenido diferente y que, encima, se debe respetar al máximo. Con demasiada facilidad decimos: "allá cada cual con su conciencia".


Pero no es así. La conciencia es la interiorización de la Verdad y del Bien que orienta al sujeto; no es la persona la que crea sus propios contenidos a capricho; no es la libertad el criterio de la conciencia (libertad para el capricho, libertad del relativismo), sino la Verdad la que nos hace libres, y la conciencia, reconociendo la Verdad, nos lleva a vivir una libertad auténtica.

O sea, "allá cada cual con su conciencia", no. Mejor, mostremos la Verdad y eduquemos a que la conciencia reconozca la Verdad y ella sea su norma.

El pensamiento "liberal" (y aquí algunos amigos y lectores aplaudirán con las orejas) o el pensamiento relativista ha destruido el concepto de la Verdad por el de la opinión, el consenso, la tolerancia. Afirman que no hay Verdad, sino "tu verdad" y "mi verdad", y cada cual debe fabricarse esa "verdad" y actuar... mientras no alteren el consenso alcanzado por todos: que la democracia es ideal, que el aborto no es tan malo, que el amor son sentimientos y que si desaparecen se rompe todo, etc., etc., etc.

Vamos al artículo.

Entiendo que el artículo es denso, difícil, pero es tan lúcido que merece la pena un esfuerzo de comprensión, aunque haya que leerlo varias veces.

"Su esencia [la del liberalismo], en efecto, estaría en el vitalismo, sea éste visto como pulsión "naturalista" o sea considerado como "autenticidad", espontaneidad e inmediatez.

El sujeto humano es reducido así a un haz de pulsiones momentáneas y contingentes. No es el ente que domina, valora, acoge, rechaza lo que en él surge impulsivamente. Es, al contrario, el fenómeno de actividades complejas de una vis incontrolada e incontrolable.

Exactamente lo opuesto de cuanto podemos observar cuando nos referimos a la experiencia real y a la realidad en sí. Aristóteles, observando la realidad, definió al hombre como un animal racional. Un animal que tiene impulsos, pasiones, deseos, necesidades vitalistas, pero que valora y controla al estar dotado por naturaleza de racionalidad y que, por tanto, "usa" guiado por la razón y no por el instinto.

Toda la tradición "clásica" confirmó lo fundado en la definición aristotélica. Bastaría pensar, por ejemplo, en Severino Boecio y a su magistral definición de persona (rationalis naturae individua substantia - sustancia individual de naturaleza racional), así como a toda la experiencia jurídica que se apoya en el reconocimiento de la responsabilidad personal, sea responsabilidad civil o imputabilidad penal. El liberalismo, contrariamente a las apariencias y a los lugares comunes, no revaloriza al sujeto, sino que, por el contrario, lo asfixia. Ligándolo estrictamente a la libertad gnóstica está obligado a hacer de la subjetividad un puro fenómeno de autodeterminación de la voluntad; esto es, un hecho, no una sustancia.

Es claro que la moral se convierte, así, en imposible. No sólo porque no hay moral sin responsabilidad individual, sino también porque no es posible la experiencia ética cuando la llamada conciencia pretende "poner" espontáneamente los deberes hacia sí mismos y hacia los demás.

Si la conciencia fuese la fuente de la obligación moral, no obligaría. El individuo sería el dueño de la obligación que, por tanto, no estaría sometido a la obligación, sino por encima de ella. Lo que significa que el liberalismo, exaltando la subjetividad, anula no sólo al sujeto sino también su conciencia moral.

Está constreñido a hacerlo al haber asumido la "libertad negativa" como libertad, es decir, al considerar que la libertad no es sólo el valor más alto sino que sólo es posible cuando se libera de la verdad. Exactamente lo opuesto de cuanto enseña el Evangelio, según el cual, en cambio, es la verdad la que hace libres"

( Danilo Castellano, Qué es el liberalismo, Verbo 489-490 (2010), pp. 735-736).


13 comentarios:

  1. Es usted malo malísimo, D. Javier.

    Me doy por aludido y le aseguro que no doy palmas con las orejas, porque esto ya me lo aprendí hace tiempo. Son otros los que tienen que entender, pero escrito está "¡Hipócritas! si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo es que no sabéis interpretar el "momento presente"?". El problema no es el liberalismo, sino pretender encajar liberalismo y Fe católica en un puzzle imposible.

    Por cierto, el párrafo que usted nos regala hoy en el blog precede a las conclusiones del Sr. Castellano acerca de las implicaciones políticas de ésto, algo a lo que deberíamos prestar una cierto nivel de atención. El número completo de Verbo: http://www.fundacionspeiro.org/pdf/actas/RACC2010.pdf

    Abrazos en Xto.

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    1. Conrad:

      ¡¡Claro que soy malo, malísimo!! ¿No lo sabía ya?

      Me alegro de que haya vuelto a escribir y aparecer por aquí. Y tiene razón: encajar liberalismo puro y duro con la Fe católica es un puzzle imposible.

      Gracias por el enlace: no sabía que Verbo también colgaba sus artículos en la red.

      Un fortísimo abrazo.

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    2. Que no Páter, que no ... ni "puro y duro" ni gaitas. Primero porque no existe, y segundo porque NINGUNA clase de liberalismo (si es que es tal) tiene encaje con nuestra Fe.

      Perdone la matraca, pero es que el celo por la casa del padre me consume ;).

      Otro abrazo.

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    3. Está bien, Conrad, retiro lo de "puro y duro". Ya veo que el celo de la Casa le consume y con sus llamaradas, nos churrusca a más de uno (jeje).

      De nuevo, un abrazo sincero.

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  2. La opinión del común reduce la conciencia a la falta de sentimiento de culpa, libertad a independencia y verdad a opinión. Panorama desolador para plantear la cuestión de “conciencia errónea”. En palabras del cardenal Ratzinger, la conciencia se ha convertido en cascarón de la subjetividad en el que el hombre se esconde huyendo de la realidad, considerándose eximido de la verdad y justificado en su subjetividad, que ya no se deja poner en discusión.

    La confusión entre tranquilidad de una conciencia recta y la falsa serenidad de la conciencia errónea, que ha sido producida por la pérdida del sentido de culpa, contraviene la propia estructura psicológica del hombre; la culpa es la protesta de la conciencia contra mi existencia satisfecha de sí misma y es tan necesaria para el hombre como el dolor físico como síntoma que permite reconocer las disfunciones del organismo. Quien ya no es capaz de percibir la culpa está espiritualmente enfermo, es un cadáver viviente.

    En palabras que no son mías: el vapor de la Ilustración se está evaporando y la perspectiva es desalentadora. No deja de resonar la mentira: “Seréis como dioses".

    ¡Ay! me he tenido que contener para no usar como fuente a mi querido santo Tomás; me lo había puesto fácil...

    (Con los amigos, la discrepancia, que no crítica, siempre de frente; con los no amigos, la crítica leal y la paciente espera de una larga charla en el cielo; y ¿con los enemigos?... agacharse para esquivar el golpe que seguro viene después de tu critica razonada.)

    En oración ¡qué Dios les bendiga!

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    1. Amiga mía:

      De acuerdo -cómo no- con el análisis de la conciencia y de la culpa.

      Me ha encantado, por lo descriptivo, que el vapor de la Ilustración se etá evaporando y la perspectiva (la de la postmodernidad) es desalentadora. ¡Cuántas ilusiones, cuánto buenismo, cuánto relativismo!

      Sabe que puede citar a santo Tomás... No voy a enfadarme ni retirarle el saludo. Pero no se atreva a llamarme "tomista", que eso sí es un insulto (jeje).

      La discrepancia la admito, mientras sea razonada y razonable, porque así me hace pensar. Distinto sería la crítica o desmontar por entero una catequesis (supuesto éste que vd. jamás ha realizado, desde luego).

      Me da alegría que siga aportando así.

      Un saludo, in Domino.

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    2. Sabe que nunca se me ocurriría intentar desmontar nada porque la confianza no excluye el respeto ni la prudencia. Además, como "mujer prudente" (ja ja), llevaba ya bastante tiempo leyendo su blog antes de aceptar su amable invitación a comentar y, también, ha pasado tiempo antes de aceptar su no menos amable invitación a discrepar ¡Qué rápido pasa el tiempo! Además, si estamos siempre de acuerdo me "acusa" de "sosería"... ¡Ay! las consecuencias de ser generoso e invitar..., se encuentra uno con "alguna loca obediente" que se lo toma en serio...

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  3. ¡Qué maravilloso escrito, Padre!. Me da por pensar que el individualismo que puede generar esto, es algo así como si los demás estorbaran, para realizarse uno mismo. Tal vez por eso la familia estorba y se tiende a diluirla, cuando no eliminarla. También me da por pensar que el individualismo, despersonaliza y deshumaniza. ¿Por qué, qué es el hombre sin los demás, sin darse a los demás, sin AMAR? El individualismo puede ser una forma de amarse exclusivamente a si mismo. Bueno, también es posible que no me haya enterado bien de lo que dice el texto, así que Padre, volveré a leerlo después. Abrazos. DIOS le bendiga.

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    1. El individualismo es un fruto de la Ilustración, del pensamiento liberal y del relativismo... Bastante nefasto, como vemos.

      Un abrazo grande!!

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  4. Magnífico artículo de un gran autor en una espléndida revista.
    Dice bien, D. Javier, cuando afirma que el liberalismo ha sustituido la Verdad (adequatio intellectus et rei) por el puro subjetivismo, el relativismo, que conduce a la exaltación de la tolerancia como el mayor de los valores. En realidad, el que todo lo tolera es porque nada cree.
    A aquel que no cree en la Verdad, todo le parece igualmente falso. Por eso, el liberalismo supone, efectivamente, la destrucción de toda moral que merezca el nombre de tal. Y al hacerlo así, mina los cimientos de la sociedad, porque pretender construir una sociedad sin Dios es hacerlo contra el hombre.

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    1. ¡Ay FIL!

      ¿Y qué le digo? Mejor callar... y darle las gracias por su visita y su comentario.

      ¿Aplaudió vd. con las orejas incluso esta catequesis?

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    2. Aplaudí con las orejas especialmente esta catequesis.
      Y suscribo lo que dice Conrad: ninguna clase de liberalismo tiene encaje con nuestra Fe. Todas ellas, en diversos grados, son destructoras de la Fe. Y así nos va.

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    3. FIL:

      Espero que siga aplaudiendo y que yo desde aquí escuche sus aplausos al menos en un 95 % de las catequesis del blog.

      Un cordial abrazo.

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