martes, 10 de enero de 2012

Ante el año de la Fe

Sabemos todos que desde el 11 de octubre de este año 2012 al 24 de noviembre de 2013 (Cristo Rey) va a transcurrir el Año de la Fe. Lo ha convocado el santo Padre Benedicto XVI con la Carta apostólica "Porta fidei". Mucho bien esperaremos de este Año de la Fe que se inaugura a los 50 años del inicio del Concilio Ecuménico Vaticano II.




¿Cómo podremos vivirlo? ¿Qué hacer? ¿Qué iniciativas se tendrán?

Sin lugar a dudas, a todo católico incumbe, según su vocación y misión, este Año de la Fe y deberá marcar cuanto hagamos pastoralmente (ya sea en parroquias, asociaciones, movimientos... o blogs católicos) asumiendo las directrices del santo Padre.

Acaba de darse a conocer una Nota de la Congregación para la Doctrina de la fe con indicaciones pastorales para el Año de la Fe. En dos o tres entradas vamos a conocerla para que nos situemos en absoluta comunión con lo que la Iglesia quiere y vayamos preparando la mente y el corazón. No esperemos tampoco grandes novedades o iniciativas originalísimas que nunca hayamos descubierto ni realizado, pero sí vemos un programa pastoral que moviliza a la Iglesia entera.

Lo primero que hemos de tener claro es el concepto mismo de la Fe, en el cual habremos de profundizar, la cual habremos de renovar. ¿Qué es la fe? El fruto del encuentro con Cristo, el acontecimiento decisivo y original, desencadenante de una nueva existencia:

"Con la Carta apostólica Porta fidei, del 11 de octubre de 2011, el Santo Padre Benedicto XVI ha proclamado un Año de la fe, que comenzará el 11 de octubre de 2012, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, y concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

Ese año será una ocasión propicia para que todos los fieles comprendan con mayor profundidad que el fundamento de la fe cristiana es «el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»1. Fundada en el encuentro con Jesucristo resucitado, la fe podrá ser redescubierta integralmente y en todo su esplendor. «También en nuestros días la fe es un don que hay que volver a descubrir, cultivar y testimoniar. Que en esta celebración del Bautismo el Señor nos conceda a todos la gracia de vivir la belleza y la alegría de ser cristianos»2" (Introducción).

La segunda línea de fuerza que recorre todo el Año de la Fe es el quincuagésimo aniversario del Concilio Ecuménico Vaticano II, el 11 de octubre de 1962, convocado por Juan XXIII y proseguido, sancionado y promulgado por Pablo VI (8-diciembre-1965) después de cuatro sesiones. Este aniversario es una ocasión propicia para conocer, sin deformaciones ni los prejuicios que se levantan a veces con fuerza, la doctrina de este Concilio, con una adecuada óptica: sin una hermenéutica de ruptura y discontinuidad con la Tradición, sino con una hermenéutica de reforma en la continuidad del único sujeto-Iglesia.

Es decir: sin pensar que rompe todo lo anterior y cada cual hace a su antojo amparándose en un inexistente "espíritu del Concilio" al margen de sus documentos, ni la mirada sospechosa de infidelidad al Concilio tan latente en nuestros días.

"El comienzo del Año de la fe coincide con el recuerdo agradecido de dos grandes eventos que han marcado el rostro de la Iglesia de nuestros días: los cincuenta años pasados desde la apertura del Concilio Vaticano II por voluntad del Beato Juan XXIII (1 de octubre de 1962) y los veinte años desde la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, legado a la Iglesia por el Beato Juan Pablo II (11 de octubre de 1992).
Según las palabas del Papa Juan XXIII, el Concilio ha querido «transmitir pura e íntegra, la doctrina, sin atenuaciones ni deformaciones» comprometiéndose a que «esta doctrina, cierta e inmutable, que debe ser fielmente respetada, sea profundizada y presentada de manera que corresponda a las exigencias de nuestro tiempo»3. En este sentido, continúa siendo de crucial importancia la afirmación inicial de la Constitución dogmática Lumen gentium: «Cristo es la luz de los pueblos. Por ello este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia»4. Desde la luz de Cristo que purifica, ilumina y santifica en la celebración de la sagrada liturgia (cf. Constitución Sacrosanctum Concilium), y con su palabra divina (cf. Constitución dogmática Dei Verbum) el Concilio ha querido ahondar en la naturaleza íntima de la Iglesia (cf. Constitución dogmática Lumen gentium) y su relación con el mundo contemporáneo (cf. Constitución pastoral Gaudium et spes). Alrededor de sus cuatro Constituciones, verdaderos pilares del Concilio, se agrupan las Declaraciones y Decretos, que abordan algunos de los principales desafíos de nuestro tiempo.

Después del Concilio, la Iglesia ha trabajado para que sus ricas enseñanzas sean recibidas y aplicadas en continuidad con toda la Tradición y bajo la guía segura del Magisterio. Para facilitar la correcta recepción del Concilio, los Sumos Pontífices han convocado reiteradamente el Sínodo de los Obispos5, instituido por el Siervo de Dios Pablo VI en 1965, proponiendo a la Iglesia directrices claras a través de las diversas Exhortaciones apostólicas post-sinodales. La próxima Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en octubre de 2012, tendrá como tema: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.

Desde el comienzo de su pontificado, el Papa Benedicto XVI se ha comprometido firmemente en procurar una correcta comprensión del Concilio, rechazando como errónea la llamada «hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura», y promoviendo la que él mismo ha llamado «‘hermenéutica de la reforma’, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino»6 (Introducción).

Junto a la doctrina magisterial del Concilio Vaticano II, hemos de sumar el Catecismo de la Iglesia Católica, preciosa herramienta explicativa de la Fe y texto de referencia para la formación, la enseñanza, el estudio personal, la elaboración de catecismos locales, etc.

"El Catecismo de la Iglesia Católica, colocándose en esta línea, por un lado se presenta como un «auténtico fruto del Concilio Vaticano II»7, y por otro intenta favorecer su acogida. El Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985, convocado con ocasión del vigésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II y para hacer un balance de su recepción, sugirió la preparación de este Catecismo para ofrecer al pueblo de Dios un compendio de toda la doctrina católica y un texto de referencia segura para los catecismos locales. El Papa Juan Pablo II aceptó esta propuesta como un deseo de «responder plenamente a una necesidad real de la Iglesia universal y las Iglesias particulares»8. Redactado en colaboración con todo el episcopado de la Iglesia Católica, este Catecismo «manifiesta de verdad una cierta ‘sinfonía’ de la fe».9

El Catecismo presenta «lo nuevo y lo viejo (cf. Mt 13, 52), dado que la fe es siempre la misma y, a la vez, es fuente de luces siempre nuevas. Para responder a esa doble exigencia, el Catecismo de la Iglesia Católica, por una parte, toma la estructura "antigua", tradicional, ya utilizada por el catecismo de san Pío V, articulando el contenido en cuatro partes: Credo; Sagrada Liturgia, con los sacramentos en primer lugar; el obrar cristiano, expuesto a partir del Decálogo; y, por último, la oración cristiana. Con todo, al mismo tiempo, el contenido se expresa a menudo de un modo "nuevo", para responder a los interrogantes de nuestra época»10. Este Catecismo es «un instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial, y una regla segura para la enseñanza de la fe»11. Allí se hallan «los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe»12 (Ibid).

Con estas claves que deben recorrer muy especialmente toda la vida eclesial, el Año de la Fe se plantea como una fuerza y un vigor para revitalizar la fe en la comunión eclesial, es decir, vivir la fe de la Iglesia en el seno de la Iglesia para luego testimoniarla, sin identificarla con un sentimiento privado-conciliador en que cada cual determine el objeto de la fe según sus preferencias.

"El Año de la fe desea contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado, capaces de señalar la "puerta de la fe"a tantos que están en búsqueda de la verdad. Esta "puerta" abre los ojos del hombre para ver a Jesucristo presente entre nosotros «todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Él nos enseña cómo «el arte del vivir» se aprende «en una relación intensa con él»13. «Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe».14"(IBíd).

Veremos en sucesivas catequesis la planificación pastoral y las pistas de trabajo que esta Nota nos ofrece.

11 comentarios:

  1. Que este año santo de la Fe nos renueve a todos en nuestra adhesión amorosa a Jesucristo y su Iglesia.
    Un abrazo.

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  2. Buenos días don Javier. ¡Qué gozada de entrada! completa y jugosa para imprimir y repasar en la meditación de la tarde.Un abrazo.

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  3. D, Javier , me hace mucha ilusión y además nos es muy necesario el Año de la Fé porque como dice el Papa " el arte de vivir se aprende en una relación intensa con El " . " También en nuestros días la fé es un don que hay que volver a descubrir , cultivar y testimoniar "

    Redescubrir nuestra fé , conocer - de verdad - la doctrina del Concilio Vaticano II y conocer mejor el Catecismo de la Iglesia Católica todo ello con su ayuda en un regalo inmenso . ¿ Cómo agradecérselo ? ... Bueno, ! que menos que rezando por usted todos los días en Misa y por sus dos importantes intenciones !

    Un abrazo muy fuerte

    María M.

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  4. La fe y su trasmisión, la evangelización, es una batalla, no un picnic ni un paseo, es la batalla del Señor.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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  5. Felicitas:

    Su deseo es igualmente el nuestro.

    NIP:

    Ojalá sea una entrada gozosa y la meditación sea plácida. A lo largo de la semana saldrán las otras dos catequesis que continúan ésta.

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  6. María M.:

    Por ahora no habrá catequesis preparadas específicamente para conocer el Vaticano II y el Catecismo, pero sí están presentes en tantas y tantas catequesis de este blog que ya podemos tener un conocimiento básico.

    Pido al Señor que de este blog salga un laicado con profunda doctrina, teología y vida espiritual-litúrgica.

    Agradezco, ¡y cuánto!, que encomiende las dos intenciones que os pedí; rece también cada día por todos y cada uno de nosotros.

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  7. Julia Mª:

    así es: una batalla del Señor. Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre... (Cf. Ef 6).

    Leyendo su comentario hago memoria y veo que ha pasado de la extensión, muy agradable, a la suma concisión como si redactara una sentencia o un recurso, ¿no? Pues escriba lo que que quiera y cuanto quiera, de verdad.

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  8. Os aconsejo que leáis el artículo de Miserere:

    http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=19991

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  9. He leído el artículo Padre Javier y en verdad me ha entusiasmado,hay que organizarse ya como partícipe de un Movimiento eclesial que soy.

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  10. María Auxiliadora:

    en la escuela de Cursillos, por ejemplo, podríais estudiar despacio la parte de la "Fe", el "Creo", en el Catecismo y, después, entrar o en la Constitución Lumen Gentium del Vaticano II o en Apostolicam actuositatem, sobre el apostolado seglar.

    Seguro que iniciativas no le faltarán.

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  11. He tomado nota. Nuestra próxima reunión será de planificación, llevaré estas propuestas. Mil gracias.

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