lunes, 2 de enero de 2012

El tiempo al servicio de su Señor, Cristo

El nacimiento de Cristo, el Verbo de Dios encarnado, en el tiempo convierte a éste en un instrumeno de salvación en manos del Señor. El Eterno entra en el tiempo para hacernos, a nosotros que somos temporales y limitados, eternos.


Si ya Jesucristo era el "Alfa" de la creación porque todo fue hecho por Él y para Él, ahora, de manera absoluta, es el "Alfa", el principio desencadenante de la redención que llegará a su plenitud cuando Él vuelva, al final de los tiempos, "Omega". Pensemos en el sentido del tiempo tanto en la Navidad como en la Vigilia pascual, al signar el cirio pascual.

Oiremos en estos días esta meditación sobre el tiempo:

al revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición
no sólo confiere dignidad eterna
a la naturaleza humana,
sino que por esta unión admirable
nos hace a nosotros eternos (Prefacio III de Navidad)

 o más claramente aún, incluso, en el prefacio II de Navidad:

el eterno, engendrado antes del tiempo,
comparte nuestra vida temporal
para asumir en sí todo lo creado,
para reconstruir lo que estaba caído
y restaurar de este modo el universo,
para llamar de nuevo al reino de los cielos
al hombre sumergido en el pecado.

 Tal cual, el Eterno entra en el tiempo -oh paradoja- para que nosotros, temporales, entremos en su eternidad, en la vida eterna. Esta tema, que supera lo que las meditaciones filosóficas pudieran alcanzar, se presenta constantemente tejiendo la alabanza litúrgica de la Iglesia:

-Tú que al entrar en el mundo has inaugurado el tiempo nuevo anunciado por los profetas, haz que tu Iglesia se rejuvenezca siempre (I Visp. Navidad).

-Rey de la eternidad, que al nacer quisiste experimentar las limitaciones humas sometiéndote a la brevedad de una vida como la nuestra, haz que nosotros, que somos caducos y mortales, participemos de tu vida eterna (II Visp. Navidad).

-Tú que quisiste nacer en nuestro tiempo, concede a los difuntos nacer a tu eternidad (Visp. 5 de enero).

-Tú que existiendo desde siempre has querido asumir una vida nueva al hacerte hombre, renuévanos a nosotros por el misterio de tu nacimiento (Laudes 8 enero).


También, e incluso más aún, nuestro rito hispano celebra a Cristo como Señor del tiempo, admirados de su Encarnación y del modo en que su Eternidad ha vivificado nuestra temporalidad.

El 2 de enero nuestro rito hispano-mozárabe ofrece la Misa In Caput Anni, la Misa al inicio del año. En este formulario encontramos una teología y espiritualidad de la vivencia del tiempo ante el año nuevo que empieza.  

Era propio de la cultura romana las Saturnalias que comenzaban desde el 17 de diciembre hasta los primeros días de enero, días de fiesta con todos los excesos inimaginables. Por eso desde el Concilio de Zaragoza (381) los cristianos han de reunirse para orar más intensamente y vivir el ayuno (precisamente el 17 de diciembre, el comienzo de lo que hoy son nuestras ferias mayores de Adviento). San Isidoro justifica así la costumbre hispana:
"El ayuno de las kalendas de enero lo instituyó la Iglesia a causa de los errores de la gentilidad. Jano fue un cierto príncipe de los paganos del cual recibe su nombre el mes de enero. Hombres ignorantes, pretendiendo dar culto a Dios, lo introdujeron en el culto religioso y, por tradición, lo transmitieron a la posteridad, es más, consagraron tal día con espectáculos y lujuria.

Ocurrió entonces que no sólo los hombres descarriados sino, lo que es más de lamentar, se muestran en apariencia de fieras; otros, simulando contorneos mujeriles, cambian su rostro varonil en afeminado; no faltan quienes, sisugiendo una fanática costumbre, profanan esa fecha dedicados a los augurios; todo lo invade el ruido de los pies de los danzantes y los aplausos de los bailarines sagrados y, lo que no puede ser más nefando, se entremezclan los coros de uno y otro sexo y a ellos se une la turba, fuera de sí y frenética de vino.
Visto lo cual, los santos Padres, pensando que en este día la mayor parte del género humano se entregaba a sacrilegios y lujurias, establecieron, en el mundo universo y en todas las iglesias, un ayuno público, por el cual reconociesen los hombres que a tanto había llegado la perversión, que era necesario ayunar ent odas las comunidades en desagravio de tales pecados" (De Eccl. Off., cap. 41). 


¡Qué no diría hoy el santo arzobispo sevillano!

La entrada del año nuevo está marcada:
  • por el ayuno y la penitencia frente a las fiestas paganas
  • así como por la centralidad de Cristo, Señor del tiempo, único Señor del tiempo a quien pertenece todo, el principio y el fin, la recapitulación de la historia humana, ya que es el Alfa y la Omega (que siempre aparecen junto a la cruz en la tradición hispana).
  • Además, al inicio del año, los cristianos del rito hispano-mozárabe consagraban a Dios los trabajos del año que empezaba para que fuera una ofrenda agradable a Dios.
Estos tres principios se entrecruzan en la eucología de la Misa In caput Anni.

Así en la primera exhortación de los dípticos, la oratio admonitionis:

"Hermanos muy amados, con las ofrendas que presentamos humildemente,
consagremos a Dios el nuevo año que está a punto de empezar
y que hoy nos disponemos a acoger.
Pidamos que, Cristo, Señor y cabeza de todo poder,
nos conceda vivir el año próximo con integridad de espíritu
y que ante sus ojos benignos podamos complacerle en todo.
R/. Amén".

A Dios nos ofrecemos para vivir el año que empieza en su santo servicio:

"Oh Dios, tú eres siempre el mismo y tus años no se acaban;
concédenos pasar el nuevo año con voluntad decidida de servirte,
de modo que no nos veamos privados de los bienes necesarios
y cumplamos tu divina voluntad con diligente fervor.
R/. Amén" (Oratio Alia).

Y a Cristo reconocemos como único Señor del tiempo, por tanto, plenitud de la historia y del tiempo de los hombres:

"Santo y bendito es en verdad nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo;
él nos inspira cruzar con alabanzas el umbral del nuevo año;
él nos mueve a la compunción,
para que nos agrade ocupar nuestro tiempo en su divino servicio.
Jesucristo es en verdad nuestro Salvador y nuestro Señor,
él es quien consagra el tiempo y el creador de los siglos.
El mismo Señor y Redentor eterno" (Post-Sanctus).

 
N.B. Quien pueda y ame la Tradición, puede participar de esta Misa hoy, en la iglesia de san Pascual (Paseo de Recoletos, 11, Madrid), a las 19.15 h.

3 comentarios:

  1. No estaría mal que los católicos del siglo XXI recordáramos que somos responsables de la salvación del mundo en el que nos ha tocado vivir.
    ¡Qué Dios les bendiga!

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  2. ofreciéndome a vivir en Tu voluntad Señor al servicio de Dios ,haciendo lo que EL ME PIDA ... que mi alma pueda complacerle y participar en la vida eterna junto a todos tus hijos mis hermanos en Cristo ) Muchas gracias Un saludo afectuoso Maria

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  3. ¡Vaya!

    Se nota que el 2 de enero era festivo o que el tema no parecía tan inmediato o tan práctico. Sin embargo, esta meditación sobre el tiempo sometido como criatura a Cristo, ilumina muchos aspectos de la vida.

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