El trabajo por el Evangelio es una tarea ardua, que exige esfuerzo porque con razón es sendero angosto, puerta estrecha. Muchos se niegan a creer, rechazan explícitamente el Evangelio. Hay quienes, desde su libertad, no aceptan a Jesucristo como el Salvador de sus vidas. Otros, por muchas causas, no quieren cambiar, piensan que ya lo saben todo, que ¡tantas novedades!, etc. ¿Cómo llegar a su corazones? ¿Cómo comunicarles el Evangelio de salvación, mostrales el camino de la vida?
El corazón del apóstol sufre, la caridad pastoral queda herida. Es el mismo dolor de impotencia que S. Pablo tuvo que sufrir en el Areópago. La misma impotencia y dolor de Jesús: "os aseguro que no me buscáis por los signos que habéis visto, sino porque comisteis pan hasta saciaros" (Jn 6,26).
Igual que el Señor se quejaba por sus profetas: "Pues bien sé que no me escucharán, porque es un pueblo de dura cerviz; pero se convertirán en sus corazones en el país de su destierro" (Bar 2,30). Y el Señor mismo advertirá a sus profetas: "Pero no me obedecieron ni me hicieron caso, sino que se obstinaron y fueron peores que sus antepasados. Cuando les comuniques todo esto, no te escucharán; cuando los llames, no te responderán" (Jer 7,26-27).
La tentación de la impotencia incita al apóstol a retirarse, a huir, a no negociar con los talentos, desistir de los trabajos evangélicos, bajo mil pretextos humanamente comprensibles. Pero el sembrador al sembrar sabe que su semilla cae no sólo en tierra buena, la que sí da fruto, sino que cae también en el camino, en las piedras y en las zarzas. Sólo una pequeñísima parte de la Palabra sembrada llegará a germinar, por pura gracia y misericordia de Dios. La impotencia nos invita a desistir, la perseverancia a continuar pese a mil trabajos, incomprensiones, resistencias. Al mismo tiempo, como siempre, orando para que se ablande el duro corazón de los que pueden negarse a creer y rechazar la semilla sembrada. Porque, si desiste el apóstol, "¿Cómo creerán si nadie les predica?" (Rm 10,15).
En la perseverancia, en la paciencia, en un corazón anclado en los planes de Dios, el apóstol puede ser evangelizador: por encima del dolor que causa la cerrazón del corazón. "No es a ti a quien rechazan", dice el Señor a Samuel y a sus profetas, para que no se sientan rechazados y heridos en su amor propio, "es a mí a quien rechazan" (1Sam 8,7). Así advertirá Yahvé a su profeta Ezequiel: "Y tú, hijo de hombre, no los temas ni tengas miedo de sus palabras. No temas, aunque te encuentres entre cardos y zarzas, y te sientes sobre escorpiones. No temas sus palabras, ni te asustes ante ellos, porque son un pueblo rebelde. Les comunicarás mis palabras, escuchen o no, porque son un pueblo rebelde" (Ez 2,6-7).
Hay que estar muy cimentado en el Corazón de Cristo para no desistir, o retirarse cansado abandonando a su suerte a los demás, sino, reconfortado diariamente por la oración, se renueve el deseo ardiente de que todos conozcan a Cristo, lo amen y lo sigan. Entonces, repetirse una y mil veces, meditar e interiorizar: Lo nuestro es sólo sembrar. Y rezar con un himno de la liturgia: "a lo que sembramos dale crecimiento; Tú que eres la viña cuida los sarmientos".
Si leemos la Biblia nos damos cuenta que toda la historia de la salvación está empedrada de infidelidades y desdenes a Dios. Desde el pecado de Adán y Eva, hasta la persecución de los cristianos.
ResponderEliminarCasi me preguntaría si es posible que el apóstol no se sienta inútil. Es evidente que no toda semilla que se lanza cae en buena tierra y termina por germinar.
Pocas semillas germinan. Ya nos lo dijo Cristo, muchos son los llamados y pocos los elegidos. Es normal que nos sintamos abatidos ante esta perspectiva.
Lo que puede consolar al apostol es la existencia de una pequeña comunidad que sigue esperando a que Moisés baje del Tabor. No se suma a la turba que eleva el becerro de oro.
Un abrazo D. Javier y mucho ánimo. No le olvidamos en nuestra oraciones :)
Tal vez tenga razón; es consolador (debe serlo) que exista esa pequeña comunidad, esperando que baje Moisés. Serán pocos, pero tienen hambre y sed de Dios.
EliminarUnos pocos, una pequeña comunidad, la he encontrado casi siempre allí donde he sido enviado; ahora también el blog es una comunidad... muy consoladora mientras sea Cristo el centro.
Buenos días don Javier.También es muy bello cuando descubro que en la pequeña predicación y evangelización uno mismo es despojado de muchas formas propias, egoísmos, planes y el Señor conduce por caminos nuevos ó hace crecer de formas sorprendentes algo distantes a las planificadas inicialmente, el que siembra es sembrado a su vez de modo que todos mientras discurre el tiempo crecemos.Un abrazo.
ResponderEliminar¡El que siembra es sembrado a su vez!
Eliminarmejor no se podría decir.
me lo aplico.
Jeremías es impactante, atrayente y conmovedor para nuestra vieja y cansada Europa. A lo largo de su actividad profética, Jeremías no conoció más que el fracaso pero después de su muerte fue una gran luz para el pueblo en el exilio. El aparente "fracaso" de Jeremías, como el de Jesucristo en la Cruz, fue el camino elegido por Dios para hacer surgir la vida de la muerte. El diálogo entre Ananías, falso profeta, y Jeremías no tiene desperdicio. En el corazón de todo sacerdote deberían resonar las consoladoras palabras de Yhave a Jeremías: “...En este momento pongo mis palabras en tu boca… Este día hago de ti una fortaleza, un pilar de hierro y una muralla de bronce frente a la nación entera… yo estoy contigo para ampararte…”
ResponderEliminar¡Qué Dios le bendiga, don Javier!
Cada día me sorprende, letrada amiga mía (nuestra). Esta vez con su conocimiento bíblico. Y lo digo porque ni es mi fuerte ni mi especialidad.
EliminarToda una vida de fracaso. Sólo es luz una vez que ha muerto: ¡¡Eso es durísimo!!
Un abrazo (y como siempre le digo: también besos o abrazos para sus insectos, que ya me gustaría que se incorporaran a esta familia)
Aunque las dificultades acechen, y con ellas el sufrimiento... el Señor siempre paga el ciento por uno. A mí esto me da un consuelo tremendo. Gloria a Dios!
ResponderEliminarAmigo mío: no te olvides de la cita tal como lo señala Marcos, ciento por uno... CON PERSECUCIONES y luego la vida eterna (cf. Mc 10,30).
EliminarTe aseguro que en la vida sacerdotal hay persecuciones de distinto género, muy descaradas o más sutiles, pero se dan inevitablemente. Entonces se ve el ciento por uno.
Un gran abrazo (te escribo en un rato)