sábado, 2 de julio de 2011

El pecado de avaricia (textos isidorianos)


1. No puede uno emprender la lucha espiritual si antes no sojuzga los deseos de la carne.

2. No puede quedar libre para la contemplación de Dios el alma que suspira por los deseos ambiciosos de este mundo. Porque no podrá contemplar las alturas el ojo cuya visión obstruye el polvo.


3. Más funesta que todo pecado es la avaricia y el amor a las riquezas. De aquí que afirme Salomón: “Nada más impío que el avaro” (Eclo 10,10); este, en efecto, tiene en venta su alma, pues en su vida vomita sus entrañas (Cf. Eclo 10,9s).


4. La avaricia es la madre de todos los crímenes. Por ello dice el Apóstol: “la avaricia es la raíz de todos los males, tras la cual, afanándose algunos, se extraviaron de la fe” (1Tim 6,10). Si, pues, se corta por debajo la raíz de los vicios, ya no se propaga el linaje restante de los pecados.


5. Muchos, por causa de la ambición terrena, abjuraron de su propia fe, ya que la avaricia puso en venta a Cristo (cf. Mt 26,14s). Porque muchos tienen una codicia tan grande de los bienes ajenos, que no vacilan en consumar hasta el homicidio, como Acab, que sació el deseo de avaricia con el derramamiento de sangre (cf. 1Re 21,1-16).


6. A veces, los malvados consiguen los males que desean hasta que son castigados más duramente por el afecto de torpe ambición. Mas Dios no permite que sus elegidos lleguen a consumar sus malos deseos, sino que mueve su ánimo al dolor por cuanto ambicionan torpemente en este mundo, a fin de que con esta prueba vuelvan en sí para convertirse a Dios, ya que por estos deseos se apartaron espiritualmente de él. Así, pues, aquel a quien no se permite satisfacer lo que humanamente desea, sepa que Dios, dándole pruebas de benevolencia, se le muestra contrario. En cambio, se cree es debido a un secreto juicio de Dios que sean condenados con mayor rigor aquellos a cuyo deseo sigue al instante la ejecución de la obra.

7. La avaricia nunca puede saciarse, pues el avaro siempre tiene necesidad, y cuanto más obtiene, tanto más intenta conseguir; y no solo se tortura por el deseo de acrecentar los bienes, sino que sufre también por el temor de perderlos.


8. Nacemos pobre en esta vida, y pobres hemos de alejarnos de ella. Si consideramos perecederos los bienes de este mundo, ¿por qué deseamos con afecto tan vehemente lo que tan poco ha de durar?

9. La mayor parte de los hacendados se excita con tal pasión de avaricia, que apartan de su vecindad a los pobres y no les permiten habitar en ella. A los cuales justamente les dice el profeta: “¡Ay de los que añadís casas a casas y de los que juntáis campos y campos hasta acabar el término! ¿Acaso vosotros solos habitáis en medio de la tierra?” (Is 5,8). Por cierto que el infierno, esto es, el diablo, arrebata a semejantes hombres para perderlos; el mismo profeta lo indica a continuación cuando dice: “Por eso el infierno ensanchó su seno y abrió su boca sin medida, y a él bajarán sus valientes, sus prohombres y sus famosos” (Is 5,4). Y no es de admirar que al morir se destine al fuego del infierno a los que en vida no apagaron el fuego de su codicia.


10. A los que arden por el deseo de la ambición los abrasa el soplo de la inspiración diabólica. En efecto, este excitó con la soberbia el ánimo de Eva para que comiese del árbol prohibido (cf. Gen 3,6). Excitó con la envidia el ánimo de Caín para que diese muerte al hermano (cf. Gen 4,8). Excitó a Salomón con los incentivos de la lujuria para que, por amor al placer, diese culto a los ídolos (cf. 1Re 11,4). Excitó a Acab con la codicia para que añadiese el homicidio a la ambición (Cf. 1Re 21,13). Así, pues, con tales sugestiones corrompe el diablo el corazón de los hombres excitando pasiones ocultas.

(San Isidoro, Sentencias, II, c. 41).

5 comentarios:

  1. "A los que arden por el deseo de la ambición los abrasa el soplo de la inspiración diabólica."

    Que cierto lo que nos dice San Isidoro. Cuando deseamos más y más y por encima de las personas que nos rodean y sólo por tener más... nuestro dios es la riqueza. Pero dentro de ese ídolo de barro está el enemigo que solo nos desea el mal.

    Que pasen un feliz día. Seguimos unidos en oración :)

    ResponderEliminar
  2. Por eso que importante es vivir la austeridad,
    ser pobres. No dejarnos arrastrar por el
    consumismo del mundo. Tenemos que ser muy tajantes, así nos lo pide nuestro Señor.
    ¡Dios nos libre de este gran pecado!
    ¿Feliz día del CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA.
    En comunión de oraciones.
    Dios les bendiga!!!

    ResponderEliminar
  3. A la avaricia le tengo pánico, pues el consumismo nos lleva directo a él presentándolo como una hermosura. Como dice Marian, no nos debemos dejar llevar por él y ser muy austeros en nuestra vida para no caer en este terrible pecado.

    Gracias d. Javier.

    Feliz fin de semana para todos.

    ResponderEliminar
  4. Hay que tener aspiraciones, pero no avaricia, eso no nos deja gozar lo que tenemos. Demos gracias a Dios por lo mucho o por lo poco. Un saludo. Martha.

    ResponderEliminar
  5. Se le puede tener pánico a la avaricia... y es verdad que, teniendo sanas y legítimas aspiraciones (san Agustín hablaría del "deseo"), la avaricia no nos deja gozar de lo que tenemos, apeteciendo siempre un más que nunca llega.

    Pero, aun sabiendo que los 7 pecados capitales son desagradables y deforman al hombre, estoy cada día más convencido de que la soberbia (que es ceguera y presunción queridas y deseadas) es el peor.

    Puedo disculpar todo... menos la soberbia del autosuficiente y arrogante.

    No obstante, con este tipo de textos, procuro que todos crezcamos en la formación de nuestra conciencia moral, que también ésa es una meta de una catequesis de adultos y de una comunidad católica como ésta.

    ResponderEliminar