"Yo soy el que soy", "Yo soy el que estoy".
Un aspecto de ese Nombre Santo (Ex 3) sería el aspecto existencial que se marca al señalar que su Nombre indica una Presencia, una Compañía que es salvadora. “Yo soy el que estoy”, no es ausente, sino presente; no es lejano, sino cercano; no indiferente, sino implicado en el peregrinar del hombre. A Moisés se le indica esta Compañía de Dios, “soy el que estoy contigo”, y vas a librar al pueblo porque yo estaré siempre contigo. “Este “estar contigo”, visto desde abajo, desde el hombre, es una garantía de éxito y una fortaleza inexpugnable. “Yo estoy contigo” es la frase más escueta que se pueda imaginar; un verbo nada más, casi sin cópula; es un sujeto y un predicado escueto. Aquí nos encontramos con estoy, en vez de soy. El Dios omnipotente y sabio no hace valer un soy, sino un estoy contigo. Ahí se encuentra todo. No se puede decir más con menos. ¿Qué puede temer el hombre que siente la presencia de Dios con él? Puede salir con ánimo a cumplir la misión más arriesgada. La misma frase significa de parte de Dios: Soy yo quien va a librar al pueblo, pero lo voy a librar estando contigo, sin necesidad de desbancarte ni desplazarte a ti de la historia. Yo voy a bajar y liberar estando contigo. Esta es la doble dimensión fecunda de una frase que va a repetirse reiteradamente” (Shökel).
Esta Presencia y Compañía de Dios marcarán la vida de Israel y llegarán a su plena expresión al encarnarse el Verbo y ser el “Dios con nosotros”, ser “Dios salva”. “Por eso Cristo es el verdadero Moisés, la culminación de la revelación del nombre. No trae una nueva palabra como nombre; hace algo más: él mismo es el rostro de Dios, la invocabilidad de Dios en cuanto tú, en cuanto persona, en cuanto corazón. El nombre propio de Jesús lleva hasta el final el enigmático nombre de la zarza; ahora es evidente que Dios no lo había dicho todo aún, sino que había interrumpido provisionalmente su locución. Pues el nombre de Jesús contiene la palabra Yahvé en su composición hebrea y añade a ella algo más: Dios salva. Yo soy el que soy, se convierte ahora, por propia iniciativa, en Yo soy el que os salva. Su ser es salvar” (Ratzinger, El Dios de los cristianos, pp. 23-24).
Mientras llena la plenitud con Cristo, Dios se revela en la zarza como cercano, los guiará como columna de fuego por el éxodo, se hará presente en el Sinaí sellando una Alianza imagen de la Alianza nueva y eterna, desciende con su shekiná en la tienda del encuentro y su Gloria llenará el Templo. ¡Dios está con su pueblo! “¡El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob!” (Sal 45).
La revelación del Nombre se convierte en forma de Compañía, de desvelamiento de una cercanía siempre presente de Dios: “La exégesis moderna ve en la palabra la expresión de una cercanía poderosa y auxiliante; Dios no revela ahí –como quiere el pensamiento filosófico- su esencia, su ser, sino que se manifiesta como un Dios para Israel, como un Dios para los hombres. El “yo-soy” significa algo así como “yo estoy ahí”, “yo estoy ahí para vosotros”; se afirma claramente la presencia de Dios; su ser se explica no como un ser en sí, sino como un ser-para” (Ratzinger, Introducción al cristianismo, pp. 100-101).
Así el Catecismo de la Iglesia Católica presenta este aspecto de la revelación del Nombre y nos sirve para engarzar con otro detalle del icono:
“Al revelar su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad que es de siempre y para siempre, valedera para el pasado ("Yo soy el Dios de tus padres", Ex 3,6) como para el porvenir ("Yo estaré contigo", Ex 3,12). Dios que revela su nombre como "Yo soy" se revela como el Dios que está siempre allí, presente junto a su pueblo para salvarlo” (CAT 207).
En definitiva, y para Moisés, ese Nombre marcará su confianza y su fe. “La misión de Moisés y la revelación del nombre se enmarcan en la promesa que da sentido a todo el episodio: Yo estaré contigo, expresado de varias maneras. Lo decisivo no es la capacidad del enviado sino la palabra que Dios le entrega” (Comentario al AT, La Casa de la Biblia).
Es lo que necesitaba escuchar en estos momentos de desasosiego que estoy pasando.
ResponderEliminarUna vez mas gracias D. Javier.
Un abrazo.
Gracias D. Javier
ResponderEliminarYo estoy contigo.¿ Que puede temer el hombre que
ResponderEliminarsiente la Presencia de Dios con el?¿ A que podemos temer? Es verdad vendrán oscuridades de la fe,pruebas, cansancios...Por la fe sabemos que El está...A ciegas ABANDONÉMOSNOS EN SUS DIVINOS BRAZOS, SEAMOS PEQUEÑOS NECESITADOS DE EL.¡BENDITO SEA POR SIEMPRE!
En comunión de oraciones.
Dios les bendiga!!!
...el nombre de Jesús contiene la palabra Yahvé en su composición hebrea...
ResponderEliminarMe ha impactado ésto, pues es la primera vez que lo leo y no tenía idea.
Me imagino a Jesús señalándose a sí mismo con el dedo pulgar mientras le decía a los fariseos: "Si no creeis que Yo Soy, morireis en vuestros pecados"
¡Les estaba diciendo que El y Yaveh son lo mismo, y que necesitan creer eso para salvarse y que se les perdonen los pecados por El!
Esta escena, se hace más significativa aún si el que pronuncia esas palabras tiene un nombre que evoca a Yaveh, un nombre que, al igual que su persona, lleva a Yaveh/Dios escondido.
No sé si habré dicho un disparate. Así lo veo yo.
Pedro:
ResponderEliminarMe alegro de que te sirve la catequesis de hoy. Reléela varias veces.
Julia María:
Amiga, ¡qué amplio y largo su comentario...!: "Gracias, D. Javier". Seré igual de amplio y largo al contestar: "De nada, Julia". Un afectuoso saludo.
Marian:
ResponderEliminarABandonarse es un grado sumo de la virtud sobrenatural de la fe. Pidámosle a Cristo que nos aumente la fe, para vivir abandonándonos en las manos del Padre, sin oponer obstáculo alguno.
Aprendiz:
"Dios salva" es el nombre "Jesús", luego contiene "Yahvé". Sí, "Yo soy", tenía aún más fuerza de lo que podíamos imaginar.
No dice Vd. ningún disparate. Saludos cordiales.
Visitar esta página católica:
ResponderEliminarhttp://elmunicipiotoledo.blogspot.com/
Todo el amor que el hombre precisa para sentirse feliz lo tiene en ese Yo Soy que Dios pronunció en el Sinaí y que de nuevo pronunción por los benditos labios del Salvador.
ResponderEliminar¡Somos tan tardos en creer! ¡Nos ama con locura! Es el Diosconnosotros, siempre, ahora, ayer, y mañana. Diría que hasta nos suplica que le creamos, en tantas apariciones maravillosas como las de Santa Margarita de Alacoque, Santa Faustina...
¡Aumenta nuestra Fe en Ti, Señor!
Me encantan las teofanías del AT.
Creo que ya lo dije una vez.
Gracias, Don Javier por sus catequésis tan estupendas.
Un abrazo y unidos en oración unos por otros.
;O)
FElicitas:
ResponderEliminar¿catequesis estupendas? Pues, ¡bendito sea Dios! Ojalá sean estupendas. Ojalá hagan bien a la inteligencia y al corazón. Ojalá estas catequesis creen católicos firmes, convencidos, formados, orantes.