15. Los principios de las tentaciones diabólicas son endebles; pero, si no se atajan, antes bien, por la repetición de actos, se convierten en costumbre, a la postre se acrecientan poderosamente, de tal modo que nunca o con dificultad se vencen.
16. Si es cierto que el diablo desea que el hombre peque durante toda la vida, sin embargo, al final de esta se esfuerza más en engañarlo. De aquí resulta cierto lo que al principio se dijo a la serpiente con respecto al primer hombre: “Y tú le acecharás el calcañal” (Gen 3,15), porque es verdad que el diablo se apresta a poner asechanzas en los últimos momentos al hombre que en el decurso de la vida anterior no pudo engañar. Así, pues, aunque uno sea justo, nunca debe considerarse seguro en esta vida, antes debe estar siempre precavido con humildad y siempre temer con solicitud, no vaya a sucumbir al fin.
17. El diablo halaga a sus secuaces, mas a los siervos de Dios los acecha con pruebas diversas; sirva de ejemplo el Señor, que permitió lo tentase el diablo después del bautismo (cf. Mt 4,1).
18. A ningún santo lo retiene el diablo bajo su poder, sino que lo persigue con la tentación. Pues, ya que no reina interiormente en ellos, los combate desde el exterior. Y el que perdió el dominio del interior promueve la guerra desde afuera.
19. Entonces el diablo se ensaña con más furor con aquel a quien posee bajo su dominio cuando conoce que va a ser expulsado de él por la virtud divina. De ahí que el espíritu inmundo sacudiera con más violencia al niño en que habitaba en el momento en que, por mandato de Cristo, fue obligado a salir de él (Cf. Mc 9, 20.26). Hecho que responde a las palabras de Job, donde a la postre Behemot endereza su cola como un cedro (cf. Job 40,12).
20. El diablo acosa más con diversas tentaciones a quienes con sus enseñanzas pueden aprovechar a los demás, a fin de que, mientras ellos son obstaculizados, no adelanten los que deben ser instruidos por ellos.
21. Los espíritus malignos intentan sin tregua manchar de nuevo lo que en nuestra alma deseamos purificar. Mas los santos presienten sus asechanzas con ánimo previsor, y, perseverantes, expían con santas obras todo cuanto conocen que hay en ellos de terreno, para ser hallados puros en su interior.
22. Los hombres son engañados actualmente mediante los mismos halagos con que lo fueron los primeros padres en el paraíso. Así, con los numerosos ardides del vicio, Satanás, explorando las mentes de los réprobos, las cautiva. Porque ora los engaña con promesas, ora los seduce con asuntos intrascendentes como si fueran necesarios, ora les presenta incluso los mismos suplicios del infierno como leves y efímeros, hasta que corrompe el corazón de los infelices con la ambición y la lujuria y los arrastra consigo al tártaro.
23. De tal suerte mantienen la mente aprisionada por todas partes los astutos razonamientos y los gérmenes de malos pensamientos que el diablo infunde en el ánimo de los hombres, que uno no puede salir sin peligro por allí por donde había intentado escapar; como en el caso de que uno jure realizar tal acción que, si la lleva a efecto, peca, y en caso contrario es reo de perjurio. Por ello, en un riesgo tan grande de pecar, con objeto de tener a mano la posibilidad de escapa, hay que elegir de antemano el mal menor para evitar el más grave.
24. Cuando el diablo busca engañar a alguien, primero estudia la naturaleza de cada cual y se apoya allí donde comprueba que el hombre está predispuesto al pecado.
(San Isidoro, Sentencias III, c. 5, 14-24)
Buenos días don Javier. Me resulta interesantísimas las entradas que nos adiestran en el combate contra la serpiente, las tentaciones, por donde nos puede atacar y la forma en la que el enemigo estudia nuestras defensas buscando brechas y puntos flacos.Son muy útiles las entradas del blog sobre cultivo de las virtudes. Un abrazo.
ResponderEliminarEl demonio nunca va a parar de hacernos la guerra.¿ A quien va a tentar?¿ A los que ya están bajo su dominio? No, el quiere al que está en gracia de Dios, y cuanto más es de Dios, más guerra, y si lleva otras almas a Dios, "terrible guerra".
ResponderEliminarEsta reflexión de San Isidoro es buenísima.Es muy importante conocernos bien, para saber por donde nos puede atacar, y contar que siempre está ahí,¡Alerta!
En comunión de oraciones.
Dios les bendiga
Quiero decir una cosa muy importante: Dios nunca
ResponderEliminarva a permitir que seamos probados por encima de nuestras fuerzas. EL ES NUESTRA VICTORIA.!
¡BENDITO SEA POR SIEMPRE!
La tentación se cuela por las grietas que presenta nuestra naturaleza débil e incompleta. Sólo la Gracia de Dios tapa esas grietas y nos permite superar las pruebas cotidianas.
ResponderEliminarPero la Gracia no actúa si nuestra voluntad le permite entrar en juego. Lo complicado es tener una voluntad en permanente vigilancia y consciencia. Tarde o temprano, nos distraemos y nos caemos. Pero lo maravilloso es que la mano de Dios está siempre dispuesta a ayudarnos.
Que Dios les bendiga :)
NIP:
ResponderEliminarLa formación de la conciencia moral debe estar incluida en cualquier comunidad católica, en cualquier instancia de formación. No sólo saber lo que es y lo que no es pecado, sino capacitar mejor a la conciencia para vivir santamente. Aquí, de vez en cuando, lo intentamos... y san Isidoro es un buen guía.
Marian:
El demonio no para de hacer la guerra a los hijos de Dios. Hay que esforzarse y luchar, revestidos con la armadura de Dios (Ef 6) y sostenidos por su Gracia.
Miserere:
È vero! La vigilancia del alma es imprescindible y para eso ayuda mucho la oración, el examen de conciencia y la celebración del sacramento de la Penitencia. Estad sobrios y vigilantes porque el diablo como león rugiente ronda buscando a quien devorar, dirá san Pedro en sus cartas.
pax.
Llego tardísimo. La prudencia nos lleva a no discutir con el demonio; todos mis santos amigos afirman que huir del demonio es de valientes
ResponderEliminarBuenas noches