viernes, 5 de marzo de 2021

"Te rogamos, oyenos" - II (Respuestas - XXII)



4. La oración de los fieles, aunque parezca una obviedad, es la oración de todos los fieles presentes: “Te rogamos, óyenos”, “Señor, escucha y ten piedad”… Cuando todos oran juntos así, entonces se está realizando la oración de los fieles.

            Pero ha ocurrido un desplazamiento insano: parece y se ha asumido que la oración de los fieles es la petición que se lee; que oración de los fieles es que algunos fieles pueden -¡como un derecho!- leer una petición para intervenir (“participar”, lo llaman confundiendo qué es participar y qué es intervenir). Es camino equivocado.


  
          Se ha desplazado lo importante hacia algo muy secundario; de importar la oración en común de todos a una indicación-monición que orienta, a dar todo el peso o importancia a que sean muchos (o varios) lectores los que lean la correspondiente petición. “De los fieles” no es sinónimo de que varios fieles tengan que leer las peticiones, sino de que todos los fieles oren juntos. ¿Se ve con claridad cómo ha cambiado en la práctica realmente el enfoque?

            En las liturgias orientales, siempre y exclusivamente es un diácono, y solo un diácono, quien enumera las intenciones, normalmente breves, para que el pueblo santo ore y encomiende; también así, con un diácono, lo señala el rito hispano-mozárabe en sus dípticos.


            ¿Nuestro Misal romano qué dice? “Las pronuncia el diácono o un cantor o un lector o un fiel laico desde el ambón o desde otro lugar conveniente” (IGMR 71). ¡Uno!, uno solo lee toda la serie de intenciones –no un lector por petición- para que todos los fieles oren intercediendo. Si hay diácono, a él corresponde desde siempre este oficio; si no, un lector. Es necesario reajustar esto, para que se eviten los desfiles de personas subiendo y bajando para leer una petición y se insista más en lo verdaderamente importante: la respuesta orante de los fieles.


            5. A la propuesta de oración que hace el diácono o un lector (“Pidamos por…”), todos los fieles, a una sola voz, oran suplicando a Dios. Ésta sí es la verdadera oración universal u oración de los fieles.

            Dice el Misal romano: “el pueblo, de pie, expresa su súplica, sea con una invocación común después de cada intención, sea orando en silencio” (IGMR 71).

            Los fieles todos oran respondiendo a la intención de oración que se les ha propuesto; y esta respuesta es la auténtica y genuina oración de los fieles:

            -Te rogamos, óyenos.
            -Señor, escucha y ten piedad.
            -Señor, ten piedad.
            -Kyrie eleison.
            -Escúchanos, Señor…

            Esta oración, en los domingos y principales fiestas, muy bien podría ser cantada y así solemnizar la oración de los fieles. Varias melodías para estas respuestas las tenemos en el Cantoral Litúrgico Nacional de España y en las ediciones de libros de Oración de los fieles. El hecho de cantarlas sirve para reforzar la oración de todos y destacar que esto es lo verdaderamente importante, más que el hecho mismo de leer una petición. La Ordenación del Leccionario de la Misa sugiere que se cante (cf. OLM 31).


            6. En casi todas las liturgias orientales y occidentales, el formulario o las preces que se elevan a Dios son un formulario fijo, invariable, recitado por el diácono. No hay lugar para la variedad ni la improvisación. Son largos, en forma de letanías.

            Al restaurarse la oración de los fieles en nuestro rito romano, no se han buscado unas fórmulas fijas, sino que se ha dejado cierta libertad para componer las peticiones mientras incluyan súplicas por la Iglesia, el gobierno de las naciones, los que sufren y la propia comunidad local.

            Como son una ayuda, una indicación, una orientación para que todos los fieles oren, han de ser breves, concisas, y no moniciones amplias o crónica de sucesos: “sean sobrias, formuladas con sabia libertad, en pocas palabras, y han de reflejar la oración de toda la comunidad” (IGMR 71).

            Al redactarlas hay que tener claro que se dirigen como exhortación a los fieles para que oren: “Por la Iglesia…”, “oremos por…”, al igual que las demás moniciones de la Misa: “orad, hermanos…”, “inclinaos para recibir la bendición”, etc. Son indicaciones dirigidas a todos los fieles. En modo alguno son oraciones dirigidas por un lector a Dios: “Te pedimos, Señor, que…”, “Señor, queremos rezar por…”, porque esa es la manera propia del sacerdote orando in persona Christi, no de un diácono o de un lector que propone a todos una intención para orar. Las moniciones y peticiones se dirigen a los fieles, nunca se dirigen a Dios. ¡Es algo básico, fundamental!, que viene de toda la Tradición litúrgica de la Iglesia.


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