5. Tu corazón, inflamado en santos
deseos, quiere amar, ¡amar!, la perfección de todo que es el amor. Vivir cada
instante en el amor es posible con la
Gracia, la
Eucaristía (celebrada y adorada en el Sagrario) y la
plegaria, que yo traduciría en reír con los que ríen, llorar con los que
lloran, hacerse todo a todos, sufrir con todos, ser un pequeño cascabel de
alegría para los demás, servir a todos (en la medida de lo posible) en aquello
que necesiten; una sonrisa, un gesto, una delicadeza... El amor es creativo e
inteligente para expresarse y darse a los demás. Y para ti, el Sagrario, donde
hallarás al Amor de los amores.
6. [Para contemplativas:] Siempre digo que la clausura
es para personas muy maduras, porque si no, infantiliza, se vuelve uno un crío,
donde está pendiente de pequeños detalles y cosas de los demás y hace un mundo
de insignificancias. La clausura es para corazones maduros y libres, que se
entregan al Señor y saben volar. Edith Stein decía en un pasaje de una obra
suya que los muros de la clausura son muy altos, que quedaba como única
solución para crecer, echar buenas raíces, y crecer hacia lo alto, hacia Dios
desde lo interior.
7. Si los deseos son santos, vienen acompañados de paz y
alegría, aunque experimentemos que no estamos a la altura de nuestros deseos
santos; pero esos deseos los inspira el Señor.
8. ¡Lo grande y hermosa que es la Iglesia! La constituyen
muchos caminos y espiritualidades; es rica en santos, en personas creyentes que
viven su fe, en lenguas y razas, extendida por todo el mundo como Cuerpo de
Cristo. ¡Qué hermosa es la
Iglesia! Todos formando parte de Ella por el Bautismo,
miembros de Cristo, para ser santos, porque el Señor constituyó la Iglesia como “santa”, como
un pueblo de santos.
9. La
Iglesia no se agota en lo poco y pequeño que cada uno conoce
en su entorno diario; la
Iglesia no acaba en los muros de la propia parroquia, comunidad o monasterio, y en las
menudencias del vivir diario –a veces tan infantil-, sino que desde tu pequeño rinconcito, frente al Sagrario, tú
sostienes también a la Iglesia,
con el amor reparador, con la plegaria e intercesión, con la contemplación ante
Cristo-Eucaristía en la Misa,
en el Sagrario y en la custodia; sostienes a la Iglesia y la santificas en
el canto de la Liturgia
de las Horas. Esa es la experiencia de catolicidad.
10. Entrégate al Sagrario y llévalo grabado en tu corazón,
para hablar con el Señor en coloquio interior todo el día pensando en tu
Sagrario.
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