Puesto
que la santidad y la oración son objetivos prioritarios pastorales para
“Caminar desde Cristo” según la
NMI, el culto eucarístico ayuda, ¡y mucho!, a plasmar este
itinerario.
Todo en la Iglesia,
absolutamente todo, “debe situarse el camino pastoral que es el de la santidad”
(NMI 30), como “urgencia pastoral” (ibíd.) y la Eucaristía adorada nos hace ir por ese “alto grado de
vida cristiana” (NMI 31) que es la santidad, “plenitud de la vida cristiana y
perfección del amor” (cf. NMI 30).
Para una verdadera y sabia pedagogía de la
santidad” (NMI 31), “es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en
el arte de la oración” y además es preciso “aprender a orar”, “desarrollando un
diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos” (cf. NMI 32).
La misma adoración eucarística nos
permite “aprender esta lógica trinitaria de la oración cristiana, viviéndola
plenamente ante todo en la liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial, pero
también de la experiencia personal, es el secreto de un cristianismo realmente
vital” (NMI 32).
El culto eucarístico está muy en la
órbita y NECESIDAD de vivirlo (y ofrecerlo) al inicio del Tercer Milenio, y es
camino de Iglesia.
El culto de adoración eucarística también debe verse y vivirse
desde lo que es la reparación amorosa, cordial, con sentido de Iglesia:
Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por nuestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había amado hasta el fin, hasta el don de su vida. En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor (CAT 1380).
Ante el amor de Cristo que se da, la Iglesia adorando, responde
con su amor de adoración, amor, reparación, tal como Juan Pablo II pedía:
La
Iglesia
y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en
este sacramento de amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la
adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas
graves y delitos del mundo. No cese nuestra adoración (Dominicae Cenae, 3).
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