“Seréis mis testigos” (Hch 1,8). “¡Ay de mí sino evangelizo!” (1Co 9,16).
“Me he hecho todo a todos para ganar,
como sea, a algunos” (1Co 9,22).
“Jamás debe
olvidarse, sin embargo, que la fidelidad del evangelizador a su Señor
constituye la base de la actividad misionera. Cuanto más santa sea su vida, más
eficaz resultará su misión. El llamamiento a la misión es llamamiento incesante
a la santidad” (JUAN PABLO II, Discurso
en el X aniversario de la enc. Redemptoris Missio, 20-enero-2001).
“El que no recoge
conmigo desparrama”. Es éste un versículo que muestra la exigencia de Cristo, lejos de dulzonería. Para no desparramar, para no perder nada ni desperdiciar nada, es necesario recoger con Cristo y vivir unidos a Cristo.
Son
tres las partes que tiene el versículo. Para vivir en santidad, ser santos,
para desarrollar lo que somos, para ser cristianos, lo primero es “estar con el
Señor”, vivir con una íntima unión con Jesucristo, y no sea una idea que no me
toca la vida, ni tampoco el refugio casi con superstición, para cuando surjan
problemas y contrariedades; “estar
conmigo para recoger”, estar unidos con Cristo en una mística, oración,
unión, seria, todos los cristianos tratar con el Señor y hacerlo con amor.
Decía el Papa Juan Pablo II en la Novo Millennio ineunte que un cristiano sin
oración, sin trato cordial con Cristo, va a ser siempre un cristiano con
riesgo, porque el mundo es fuerte y nos puede arrollar o desfondar; porque muchos pensamientos
del mundo no son de Dios, y si estamos expuestos a ellos sin tener una
experiencia fuerte de Cristo, fácilmente nos arrastrarán.
“El que está conmigo para recoger”, es
la expresión de aquél que trabaja con el Señor; estar con Cristo para recoger, “no para desparramar”.
Cristo ha venido
para anunciar y proclamar el Evangelio de salvación, de conversión, de saber
que Dios nos ama tremendamente tal y como somos, aunque rechacemos su amor y le
demos la espalda. Esa es la evangelización y el mejor fruto de cualquier evangelización no será la estadística de
muchos asistentes y actos, sino los santos, las personas que han aceptado a
Cristo en su vida y han dejado que Cristo lo sea todo para ellos.
Para no
desparramar sino recoger, el mejor evangelizador será el santo, la persona
entregada a Dios. No va a ser el que mejor hable, o el que más formación tenga,
o el que se sepa un discurso aprendido de memoria. Las palabras convencen, los
ejemplos arrastran.
Los santos son los mejores evangelizadores, sea en
catequesis, en Cáritas, con los enfermos, sea en el propio matrimonio, sea
educando a los hijos, o en la oficina, en el taller. Quien evangeliza y atrae
almas al Señor son los primeros que antes han sido tocados por el Señor, los
santos.
"Quien no recoge conmigo, desparrama”.
¡Cuántas veces, intentando hacer cosas
buenas, decimos que es en el nombre del Señor, pero nos salen torcidas porque
las hacemos buscándonos a nosotros mismos, deseando el agradecimiento o el
aplauso de los demás! ¡Todo es desparramar, entonces! “El
que no recoge conmigo desparrama”.
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