La Iglesia ha recibido como
un tesoro precioso el Evangelio, la
Verdad que el Espíritu continuamente ilumina y lleva a mayor
comprensión, y este tesoro no es para guardarlo, sino para entregarlo.
“Es, ni
más ni menos, que el contenido del evangelio y, por consiguiente, de la
evangelización que ella conserva como un depósito viviente y precioso, no para
tenerlo escondido, sino para comunicarlo” (EN 15) y no puede permitirse
transformar la evangelización en la comunicación de unas ideas originales
suyas, ideologías o de peculiares y privadísimas teologías.
En
breve síntesis, evangelización sería el “anuncio de Cristo a aquellos que lo
ignoran, de predicación, de catequesis, de bautismo y de administración de
otros sacramentos” (EN 17).
El primer sentido, que engloba toda la acción
pastoral, es el anuncio de Cristo y dicho anuncio provoca la conversión de los
hombres y así genera la renovación del hombre concreto, de los hombres, de las
culturas, de las sociedades.
Cristo
es el centro de la palabra evangelizadora; es anunciado por las palabras
predicadas y por las obras; Cristo es el afán del evangelizador; Cristo es la
meta de la evangelización, adonde es conducido el oyente.
¡Cristo, centro de
todo!, y conducir a todos a conocer a Cristo y vivir en Cristo y como Cristo.
Sin embargo a veces se sustituye el anuncio de Cristo y comunicar la vida de
Cristo por mensajes, ideologías, valores o compromisos.
La evangelización es
“anuncio del evangelio a los hombres de nuestro tiempo” (EN 1), “con vistas a
que los hombres crean y se salven” (EN 5); es “predicar y enseñar, ser canal
del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio
de la santa misa” (EN 14).
Es un testimonio “explicitado por un anuncio claro e
inequívoco del Señor Jesús” (EN 22) y no habrá evangelización verdadera
“mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el
Reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios” (EN 22).
Es “una clara
proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y
resucitado, se ofrece la salvación a todos” (EN 27).
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