martes, 8 de enero de 2013

Pablo VI, Venerable

En Alfa y Omega, el Dr. Vicente Cárcel, que tanto ha publicado e investigado sobre Historia de la Iglesia, ha escrito un artículo sobre Pablo VI muy útil, muy claro... probablemente metiendo el dedo en las llagas.

¿Por qué no es amado Pablo VI? ¿Por qué no fue popular?



Así dice el autor en este artículo de Alfa y Omega:


La aprobación por el Papa del Decreto que abre el camino a la beatificación de Pablo VI, es una gran noticia positiva para la Iglesia universal. Además, se produce cuando estamos celebrando el 50 aniversario de la apertura del Vaticano II, que no sólo fue el Concilio del Papa Juan, sino también del Papa Pablo. Y coincide con el Año de la fe, cuyo precursor fue de alguna manera el Papa Montini, que celebró otro Año de la fe, que concluyó con la proclamación del célebre Credo del Pueblo de Dios.

Pablo VI impulsó la renovación conciliar y promovió su aplicación, procediendo a una renovación estructural de la Iglesia singularmente amplia y profunda. Estas reformas estuvieron acompañadas y sostenidas por una profunda renovación interior. Por ello, Pablo VI insistió en el primado de Dios, de la fe y de la oración contra toda tentación horizontalista y secularista.


De ahí sus constantes llamamientos a sacerdotes y religiosos a cultivar la vida interior y las grandes virtudes evangélicas y, sobre todo, su gran batalla en defensa de la fe y de la moral cristiana.

Pablo VI tuvo un pontificado muy difícil, porque no fue amado y comprendido por todos, pero la Iglesia fue su gran amor. ¿Por qué Pablo VI desató tanta controversia? ¿Por qué, sobre todo, hubo tantas tensiones en el cuerpo eclesial con relación a este Pontífice? Porque su pontificado coincidió con el Vaticano II y su aplicación correcta, cuando todas las tendencias eclesiales deseaban oír únicamente lo que les interesaba, seguir con unos comportamientos que ya practicaban y, en resumen, llevar a la Iglesia según su manera peculiar de entender el Evangelio. En estas circunstancias, la presencia de un Papa que pretendió conscientemente que en la Iglesia posconciliar no hubiese vencedores ni vencidos y que, por otra parte, creyó siempre en su misión personal e intransferible de confirmador de la fe de todos los creyentes, no podía ser popular.

Después del Concilio y para llevarlo a la práctica, ni siquiera el carisma personal de un Juan XXIII hubiera evitado la controversia y el desánimo de muchos. Un concilio ecuménico es algo demasiado grande e importante y siembra tales esperanzas e ilusiones, que su concreción difícilmente puede contener a todos a corto plazo.

Los ultraconservadores pintaban a Pablo VI como un poseído de progresismo que estaba desviando la Iglesia hacia eso que ellos llamaban «la nueva Iglesia montiniana, judía y masónica». Los conservadores, pero sin ultra, después de desconfiar de Pablo VI, pensaban que era el hombre providencial que estaba frenando el progresismo de la Iglesia, aunque creían también que quienes le rodeaban hacían que más de una vez cayera en ese progresismo que debía combatir. Los ultraprogresistas creían que Pablo VI era simplemente un Papa aterrado que se había convertido en un freno permanente de la Iglesia. Los progresistas pero sin ultra decían que Pablo VI daba una de cal y otra de arena. Y los simples católicos, creyentes normales que no militaban en bando alguno, se limitaban a amar al Papa, pero no terminaban de saber cuál de los diversos rostros que de Pablo VI le pintaban aquí y allá era en realidad el verdadero.
 
La vocación de padre de todos

Si a todos estos radicalismos se le echaba esa punta de pasión que muchos añadían, queda trazado el esquema de cómo y por qué los católicos se atacaban los unos a los otros en nombre de la fidelidad al Magisterio, esgrimiendo cada uno su trozo de Pablo VI como arma de ataque. Porque la verdad es que el destino de Pablo VI -nacido en tiempo tan dividido- fue el de ser desguazado por unos y por otros. Y si esto es una falsificación de cualquier hombre, cuanto más lo sería en un hombre que, por su vocación de padre de todos, parecía haber tomado el afán de equilibrio como lema de su vida.

Pablo VI fue un gran Papa que amó, ante todo, la verdad incluso cuando podía parecer desagradable, como en el caso de la Humanae vitae; y que amó la justicia aun cuando es atrevida, como en el caso de la Populorum progressio. Pero su tema central fue la fe y no solamente la vida o el sistema social. Con mente elevada y pulso firme, Pablo VI condujo las complejas tareas conciliares que amenazaban con desorientarse.

Fue un Papa que comprendió no sólo a las masas, sino también a las élites; fue el Papa de la caridad, pero también de la verdad, sin la cual no hay caridad. Supo decir palabras ciertamente nuevas en las relaciones internacionales. Tuvo un magisterio y un ministerio completos, madurado tras una larga experiencia y la piedad profunda de una vida admirable que concluyó en la serenidad de la fiesta de la Transfiguración (6 agosto de 1978, domingo), inmediatamente después de la puesta del sol, en la colina de Castelgandolfo.

Su muerte llegó tras una breve enfermedad, y sorprendió y conmovió al mundo entero que, de repente, se dio cuenta de la grandeza espiritual y moral del Papa fallecido y de la grave pérdida que con su muerte sufría la Iglesia y la Humanidad. Su proceso de beatificación sigue adelante y su figura es viva y actual, con sus dudas y perplejidades, y también con sus certezas radicadas en una visión de fe sólida.
 
Vicente Cárcel Ortí

5 comentarios:

  1. El artículo cita a los católicos que no militamos (“militaban”) en bando alguno, pues bien, algunos de esos católicos hemos tomado una opción muy clara respecto al Concilio Vaticano II y a todos los Papas y padres conciliares: ceñir nuestra mirada a los documentos propios del Concilio, a los que surgen a raíz del mismo y a los hechos concretos coetáneos, anteriores y posteriores en el marco de toda la doctrina, tradición e historia de la Iglesia, sin exaltar ni vituperar nada ni a nadie. Y ello dentro del absoluto respeto al Sumo Pontífice como sucesor de san Pedro y en el amor y obediencia a Cristo y a su Iglesia.

    Somos conscientes que esta opción puede resultar incomprensible para alguien pero no la adoptamos ni por comodidad ni en el vacío, sino de forma meditada, reflexiva, y después de leer, estudiar, analizar y escuchar a unos y a otros de la forma más desapasionada posible.

    Ánimo con la tesis, don Javier

    Seguimos en el tiempo de Navidad ¡Qué el Niño Jesús les bendiga!

    (¿Qué habré hecho? El comentario se ha incorporado a la entrada anterior; lo mío con la informática no tiene desperdicio: No sé eliminarlo. Lo siento)

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  2. Como nací en el 65, soy de la primera generación postconciliar. Aunque era pequeño en los primeros años del postconcilio, me acuerdo de las controversias que rodeaban al Venerable Pablo VI. Desde mi visión de niño, oía los comentarios de los mayores que decían que parecía que el timón de la Iglesia se hubiera perdido. Yo no entendía la razones de esa sensación de zozobra, pero tomé nota de la incertidumbre que embargaba a mis familiares y amigos de la familia.

    Ya en España, saliendo de la infancia y entrando en juventud, me tocó vivir la tempestad del postconcilio . No me olvido de la desorientación que se vivía por las contradicciones que se evidenciaban cada día en la Iglesia. Para cuando partió Pablo VI y llegó Juan Pablo II (13 años), mi entorno eclesial estaba en tempestad y eso que estudié en un colegio religioso. Me acuerdo las demenciales clases de religión y las insípidas catequesis de pre-confirmación, como causa de una gran zozobra en mi y mis compañeros. A duras penas y casi exhaustos, unos pocos quedamos agarrados a los bordes de la Barca cuando llegamos a los 18 años. Tenía 19 años cuando Pablo VI nos dejó y Juan Pablo II tomó el timón de la Iglesia. En esos momentos empecé los estudios universitarios, sin ninguna pastoral universitaria. Hasta el curso año pasado no ha vuelto la pastoral universitaria a mi universidad!!! Que hayan pasado más de 30 años sin asistencia pastoral a los estudiantes, dice mucho de la tempestad que se vivió.

    Ciertamente a Pablo VI le tocó guiar la Barca de la Iglesia en plena tormenta posconciliar y le honra todo lo que hizo para que esta tormenta no llevase a la Barca contra los acantilados. Creo que en estos momentos es cuando la tormenta está amainando, es cuando podemos empezar a valorar con perspectiva la figura de Pablo VI y entender el momento tan complicado que le tocó vivir.

    Que Dios le bendiga D. Javier :D

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  3. Los desobedientes culpan al bueno de que nos le detuviese a ellos y a los malos en sus fechorías, en lugar de mostrar gratitud por su clemencia gratuita y de no haber usado el poder de su brazo. Como cordero llevado al matadero.

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  4. El artículo es muy interesante instructivo y ameno don Javier gracias por hacerlo más accesible.
    Queda claro que estamos ante un papa vital para el sigo XX que no solo continuo culmino e implanto, al menos inicalmente, el Concilio sino que fue su arquitecto tanto antes como después de su elección para la silla de Pedro.
    Creo que además estamos ante un autentico creyente y ante un valiente que no se amilanó a la hora de hablar claro en temas tan complicados como el control de la natalidad o el desarrollo de los pueblos siempre, logicamente, desde una perspectiva cristiana.
    Aprovechemos por tanto la declaración de Montini como venerable para poder revisar todo su rico magisterio que nos recuerda elementos esenciales de nuestra fé.
    Encomendemonos pues para que a través de sus escritos podamos fortalecer día a día nuestra fe tal como nos pide el papa Benedicto XVI este año y esperemos poder ver pronto a Pablo VI en los altares creo que lo tiene más que merecido.
    Gracias de nuevo don Javier por hacer más cercana su figura, animo con su doctorado y que Dios les bendiga a todos.

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  5. No tengo ninguna formación religiosa. Pero me da que pensar, al leer las impresiones de don Néstor Mora, que tal vez es mucho mejor que no haya habido pastoral universitaria. Dado los efectos que han producido en algunas de ellas, para eso mejor que no la haya. Mejor nada que deformación, en lugar de formación, en esos casos.
    Padre, espero que entre tanto como está metido, lo haga lleno de sosiego y paz. Muchas gracias por además sacar tiempo para formarnos. Abrazos en CRISTO. DIOS le bendiga.

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