"100. En la Liturgia de las Horas, la Iglesia ora sirviéndose en buena medida de aquellos cánticos insignes que bajo la inspiración del Espíritu Santo compusieron los autores sagrados del antiguo Testamento. Pues por su origen tienen la virtud de elevar hacia Dios la mente de los hombres, excitan en ellos sentimientos santos y piadosos, les ayudan de un modo admirable a dar gracias en los momentos de alegría y les proporcionan consuelo y firmeza de espíritu en la adversidad.
101. Sin embargo, los salmos no son más que una sombra de aquella plenitud de los tiempos que se reveló en Cristo Señor y de la que recibe toda su fuerza la oración de la Iglesia; por lo cual no es de extrañar que, a pesar de la suma estima de los salmos, en la que se muestran concordes todos los fieles, surja a veces alguna dificultad cuando alguien al orar intenta hacer suyos tan venerables poemas.
102. Sin embargo, el Espíritu Santo, bajo cuya inspiración cantaron los salmistas, asiste siempre con su gracia a los que "creyendo con buena voluntad" cantan estas composiciones poéticas. Pero es necesario, ante todo, que "adquieran una instrucción bíblica más rica, principalmente acerca delos salmos" , y cada cual, conforme a su capacidad, considere de qué modo y con qué método puede orar rectamente cuando los recita.
103. Los salmos no son lecturas ni preces compuestas en prosa sino composiciones poéticas de alabanza. Por lo tanto, aunque posiblemente hayan sido proferidos alguna vez en forma de lectura, sin embargo, atendiendo a su género literario, con acierto se les llama en hebreo: "Tehillim", es decir "cánticos de alabanza", y en griego: "psalmoi" es decir, "cánticos que han de ser entonados al son del salterio". En verdad, todos los salmos están dotados de cierto carácter musical que determina el modo adecuado de recitarlos. Por lo tanto, aunque los salmos se reciten sin canto, e incluso de modo individual y silencioso, convendrá que se atienda a su índole musical: ciertamente ofrecen un texto a la consideración de la mente, pero tienden sobre todo a remover los corazones de los que los recitan y de los que los escuchan, e incluso de los que tocan "el salterio y la cítara".
104. Quien, por tanto, gusta de la salmodia, medite verso tras verso, dispuesto siempre en su corazón a responder conforme a la voluntad del Espíritu que inspiró al salmista y sigue asistiendo también a todo el que con piedad esté dispuesto a recibir su gracia. Por lo cual, la salmodia, aunque exija la reverencia debida a la majestad divina, debe realizarse con alegría de espíritu y dulzura amorosa, tal como conviene a la poesía y al canto sagrado y sobre todo a la libertad de los hijos de Dios.
105. A menudo valiéndose de las palabras de los salmos podemos orar con mayor facilidad y fervor, ya que se trate de dar gracias y alabar a Dios en el júbilo, ya de invocarlo desde lo profundo de la angustia. No obstante -sobre todo si el salmo se dirige inmediatamente a Dios- surgen a veces ciertas dificultades. Pues el salmista como poeta que es, habla al pueblo trayendo a la memoria la historia de Israel, a veces interpela a otros sin exceptuar siquiera a las criaturas irracionales. Es más: nos presenta a Dios y a los hombres hablando entre sí, e incluso a los enemigos de Dios, como sucede en el salmo segundo. Con lo cual se manifiesta que el salmo no tiene el mismo argumento de oración que las preces o colectas compuestas por la Iglesia. Además, la índole poética y musical de los salmos no exige necesariamente que se dirijan a Dios, sino que se canten ante Dios como advierte San Benito: "Consideremos de qué modo conviene estar en la presencia de la Divinidad y de sus ángeles, y recitemos los salmos de modo que nuestra mente concuerde con nuestra voz"".
101. Sin embargo, los salmos no son más que una sombra de aquella plenitud de los tiempos que se reveló en Cristo Señor y de la que recibe toda su fuerza la oración de la Iglesia; por lo cual no es de extrañar que, a pesar de la suma estima de los salmos, en la que se muestran concordes todos los fieles, surja a veces alguna dificultad cuando alguien al orar intenta hacer suyos tan venerables poemas.
102. Sin embargo, el Espíritu Santo, bajo cuya inspiración cantaron los salmistas, asiste siempre con su gracia a los que "creyendo con buena voluntad" cantan estas composiciones poéticas. Pero es necesario, ante todo, que "adquieran una instrucción bíblica más rica, principalmente acerca delos salmos" , y cada cual, conforme a su capacidad, considere de qué modo y con qué método puede orar rectamente cuando los recita.
103. Los salmos no son lecturas ni preces compuestas en prosa sino composiciones poéticas de alabanza. Por lo tanto, aunque posiblemente hayan sido proferidos alguna vez en forma de lectura, sin embargo, atendiendo a su género literario, con acierto se les llama en hebreo: "Tehillim", es decir "cánticos de alabanza", y en griego: "psalmoi" es decir, "cánticos que han de ser entonados al son del salterio". En verdad, todos los salmos están dotados de cierto carácter musical que determina el modo adecuado de recitarlos. Por lo tanto, aunque los salmos se reciten sin canto, e incluso de modo individual y silencioso, convendrá que se atienda a su índole musical: ciertamente ofrecen un texto a la consideración de la mente, pero tienden sobre todo a remover los corazones de los que los recitan y de los que los escuchan, e incluso de los que tocan "el salterio y la cítara".
104. Quien, por tanto, gusta de la salmodia, medite verso tras verso, dispuesto siempre en su corazón a responder conforme a la voluntad del Espíritu que inspiró al salmista y sigue asistiendo también a todo el que con piedad esté dispuesto a recibir su gracia. Por lo cual, la salmodia, aunque exija la reverencia debida a la majestad divina, debe realizarse con alegría de espíritu y dulzura amorosa, tal como conviene a la poesía y al canto sagrado y sobre todo a la libertad de los hijos de Dios.
105. A menudo valiéndose de las palabras de los salmos podemos orar con mayor facilidad y fervor, ya que se trate de dar gracias y alabar a Dios en el júbilo, ya de invocarlo desde lo profundo de la angustia. No obstante -sobre todo si el salmo se dirige inmediatamente a Dios- surgen a veces ciertas dificultades. Pues el salmista como poeta que es, habla al pueblo trayendo a la memoria la historia de Israel, a veces interpela a otros sin exceptuar siquiera a las criaturas irracionales. Es más: nos presenta a Dios y a los hombres hablando entre sí, e incluso a los enemigos de Dios, como sucede en el salmo segundo. Con lo cual se manifiesta que el salmo no tiene el mismo argumento de oración que las preces o colectas compuestas por la Iglesia. Además, la índole poética y musical de los salmos no exige necesariamente que se dirijan a Dios, sino que se canten ante Dios como advierte San Benito: "Consideremos de qué modo conviene estar en la presencia de la Divinidad y de sus ángeles, y recitemos los salmos de modo que nuestra mente concuerde con nuestra voz"".
(IGLH 100-105)
Quiero compartir una pequeña experiencia: la de encontrarme en alguna ocasión totamente "hundido" en todos los sentidos, y acercarme a rezar visperas a algún monasterio y escuchar en ese momento un salmo que se ajustaba como anillo al dedo a la situación en que me encontraba. Recuerdo que pensé entonces: estas monjas no lo saben pero en este momento están rezando por mí, están orando justamente con las palabras con las que debería orar yo.
ResponderEliminarLo cuento sobre todo para agradecer su misión en favor de la Iglesia a estas personas que dedican su vida al rezo del Oficio, etc. Me parece que tanto ellos como los laicos, debemos valorarlo más.
Sería muy bueno para todos, en la medida de lo posible, unirnos a esa oración oficial de la Iglesia para cada día pues, tal vez el salmo que toca ese día no se corresponde muy bien con la situación anímica, espiritual, etc, de quién lo reza, pero seguramente sí le servirá mucho a cualquier otra persona, desconocida, tal vez a miles de kilómetros de distancia, pero miembro del Cuerpo Místico de Cristo, y por tanto hermano/a.
También en épocas en que por diversas circunstancias no rezo, me gusta pensar que de algún modo estoy sostenido por la oración de la Iglesia.
Comparto su experiencia y la he vivido muchísimas veces.
ResponderEliminarIgualmente comparto su apreciación de la vida contemplativa-monástica.
Y ese estar sostenido por la oración de la Iglesia, (y a su vez, cuando oramos nosotros, sostenemos a los demás) recibe el nombre hermoso de Communio Sanctorum. A mí me resulta especialmente importante esta Comunión de los Santos y el sostenernos unos a otros cuando más dificultades encuentro para rezar el oficio divino, ya sea por falta de tiempo o por cansancio. Pero unos nos sostienes a nosotros, y nosotros hemos de sostener también a otros, invisible, pero real y eficazmente.
Gracias don Javier por contestar. La verdad es que hasta ahora, poco he hecho por sostener yo con mi oración a los demás, más bien estoy en la situación contraria en que necesito sentir ese apoyo de los que sí oran.
ResponderEliminarPero estoy comprendiendo la importancia y la necesidad de rezar junto al resto de la Iglesia con esos preciosos salmos y quisiera comenzar a hacerlo.
El comentario anterior, por tanto, ha sido una especie de reflexión en voz alta dirigida en primer lugar a mí mismo.
Aún no he aprendido a manejar el Libro de las Horas, pero, afortunadamente, gracias a internet podemos hacerlo también los más torpes.
Y más rápidamente aún le contesto. Si no lo hice antes es porque he estado unos días sin ordenador, en el Congreso.
ResponderEliminarSi ahora necesitan que le sostengan, así lo hará el Señor por medio de la oración eclesial, la Liturgia de las Horas, y la súplica de la Iglesia esposa a su Esposo con las preces.
Si aprende -después verá que no es tan complicado- el manejo del libro de la Liturgia de las HOras, disfrutará enormemente. Pídale a alguien que le enseñe al menos lo básico para empezar.
Por último, ¿por qué no firma los comentarios, aunque sea con un nick o pseudónimo?
Pax
Intentaré seguir su consejo respecto al Libro de las Horas. Y me buscaré un nick para otra ocasión. Gracias.
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