jueves, 21 de enero de 2010

Secularización del sacerdote, clericalización de los laicos (II)


La aplicación del Concilio Vaticano II, el período postconciliar, ha coincidido con una etapa del siglo XX en que la modernidad ha dado ya paso a la post-modernidad, con una secularización absoluta de la sociedad y de la cultura, relegando la fe al ámbito privado y tomando como ideal la adaptación al mundo postmoderno. La cultura de la post-modernidad ha adoptado el relativismo como forma de medir la realidad, con lo que no hay Verdad absoluta sino opiniones, la tolerancia es método de vida, y todo se edifica sobre el vacío, sin referencia al Bien o a la Verdad.

Conocedores de esto, es muy fácil verificar que la secularización ha penetrado en la Iglesia y ha campado a sus anchas. ¿De qué forma? ¿Qué habremos de evitar? “Es en la diversidad esencial entre sacerdocio ministerial y sacerdocio común donde se entiende la identidad específica de los fieles ordenados y laicos. Por esa razón es necesario evitar la secularización de los sacerdotes y la clericalización de los laicos” (Benedicto XVI, Discurso al segundo grupo de obispos de Brasil en visita ad limina, 17-septiembre-2009).

El sacerdocio se secularizó primero externamente, abandonado incluso el vestido sacerdotal, y entregándose a tareas seculares más propias del laicado, se volcó en el mundo del trabajo, de la enseñanza o incluso de la política, y convirtiendo la comunidad cristiana en centro asistencial dinamizador del barrio o del pueblo, donde la predicación se reduce a contenidos sociales y políticos, impartiendo un “buenismo moral”. La identidad sacerdotal y la configuración con Cristo para el servicio de la Iglesia se disuelven para convertirse en un animador cultural, en un activista socio-político, en un trabajador social, perdiendo de vista la esencia del ministerio, arrinconando la vida litúrgica y espiritual, abdicando de su oficio de presidir la Iglesia, perdonar los pecados, etc, etc...

Ya decía Pablo VI, recién acabado el Concilio, a modo de advertencia: “La otra intención, inspirada también, ciertamente, por el deseo del bien, es la de aquellos que querrían borrar de sí toda distinción clerical o religiosa de orden sociológico, de hábito, de profesión, o de estado, para asemejarse a las personas comunes y a las costumbres de los demás; la de laicizarse, en definitiva, para poder penetrar de este modo, dicen, más fácilmente en la sociedad; intención misionera, si queréis, pero muy peligrosa y dañina, si termina en la pérdida de aquella específica virtud de reacción sobre el ambiente, que late en nuestra definición de “sal del mundo”, y hace que el sacerdote caiga en una inutilidad mucho peor que la señalaba anteriormente; lo dice el Señor: “¿Para qué sirve la sal que se ha vuelto insípida?” (cf. Mt 5,13)” (PABLO VI, Discurso al clero romano, 17-febrero-1972).

Es que el sacerdote es ante todo pastor: “Ante todo, sois sacerdotes: no sois ejecutivos, directores de empresa, agentes financieros o burócratas, sino sacerdotes. Esto significa, sobre todo, que habéis sido llamados a ofrecer el sacrificio, pues esta es la esencia del sacerdocio, y el centro del sacerdocio cristiano es la ofrenda del sacrificio de Cristo. Por eso la Eucaristía es la esencia misma de lo que somos como sacerdotes” (Juan Pablo II, Discurso a la conferencia episcopal de las Antillas en visita ad limina, 7-mayo-2002).

En vistas de eso, el laicado experimentó el influjo de esa misma secularización. Asumió funciones y tareas que en muchos casos no le correspondía; si el sacerdocio se secularizó, el laicado se clericalizó. Se confundió la promoción en el laicado con un principio de “democratización” de la Iglesia –copiando el planteamiento de la post-modernidad- y empezó a desempeñar solamente funciones intraeclesiales, incluso del gobierno de la comunidad cristiana.

El seglar comprometido, si se pudiese diseñar un perfil tan general, era el seglar que todos los días estaba en la parroquia en alguna reunión, organizando algo, decidiendo acciones pastorales, controlándolo todo, normalmente con poca vida interior, capaz de quedarse todos los días sentado en el despacho o en la sacristía, mientras el sacerdote celebra la Eucaristía, sin participar en la Misa diaria; un modelo de seglar clericalizado que al final resultaba un grupo cerrado en sí mismo, girando en torno al sacerdote que les dejaba hacer y decidir. Renunció este modelo de seglar comprometido a su misión específica que es el mundo, los asuntos temporales y la implantación de la Iglesia, ordenándolo todo según Dios; es más, fuera del templo parroquial, vivía un divorcio entre su fe y su existencia, y dejaba “la fe” sólo para la iglesia: en su casa, en el trabajo, con los amigos, etc., pensaba y vivía como todo el mundo secularizado.

11 comentarios:

  1. Cómo me ha cosolado leerle. Nuestro capellán que es un hombre buenísimo es de esos que con el posconcilio va de híbrido: un chalequito finito gris, donde parece que es sacerdote pero no se sabe muy bien si es o no es porque la tirilla la dejó potr el camino... En fin ya sabe... un buen reflejo de ese ser o no ser del clero posconciliar. Esa es la cuestión.

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  2. Totalmente de acuerdo D. Javier.

    El postconcilio fue una época de desorientación que trajo consigo demasiados experimentos sin sentido. Laicos y religiosos formamos la Iglesia y debemos comprometernos a fondo con ella... pero cada cual donde su papel resulte más adecuado. Los personajes híbridos resultan desorientadores.

    Particularmente, creo que estamos en el camino de redescubrir de lo que realmente dijo el concilio. Poco a poco iremos poniendo las cosas en su sitio y ganando coherencia. La coherencia es imprescindible para que la opción vocacional despierte.

    Dios le bendiga :)

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  3. Miserere: palabras muy atinadas. Me gusta especialmente la expresión "Los personajes híbridos resultan desorientadores".

    Hay que aceptar el Concilio Vaticano II, asumirlo, estudiarlo, ponerlo en práctica y sacudirnos esa fiebre postconciliar tanto del tradicionalismo rancio como del progresismo alocado.

    Sor Úrsula:
    Su capellán encajaría en la definición anterior de "personaje híbrido". Lo lamento por la comunidad porque al final, si pasan muchos años, las religiosas serán híbridas como el capellán; si el capellán es fervoroso, apasionado, hombre de Iglesia las monjas podrían contagiarse de algo bueno (eso, si las monjas se dejan, que no siempre quieren lo bueno si viven en mediocridad).

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  4. Pedro Arroyo Gómez21 enero, 2010 13:21

    Que razón tienes,sin embargo las personas que están en esta actitud son consideradas por la sociedad como conservadoras e integristas.
    Pido al Señor, esa coherencia que me haga salir del despacho o de la sacristía y llene mi vida interior,tan vacía algunas veces, de fe en todos los aspectos de mi vida.

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  5. Pedro:
    ¡Ni sentadito en el despacho ni metidito en la sacristía a todas horas! (Bien sé que no es tu caso).

    Se pueden y se deben prestar servicios eclesiales (en la caritas, en la catequesis e instrucción a todas las edades, servicios administrativos de la parroquia) sin estar encerrados ahí a todas horas. El lugar es el mundo: política, economía, cultura, investigación, docencia, medios de comunicación, etc., etc. Lo otro es crear seglares totalmente clericalizados, con mentalidad clerical, afán de protagonismo y ganas de aparentar delante de todos.

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  6. Pedro:
    añado más. Los seglares clericalizados se convierten en el "grupito" del cura, "las niñas" (¡siempre de edad provecta pero muy maquilladas!) alrededor del cura, eso que el pueblo con sentido común suele decir: "Mandan más que el cura". A todas horas, acaparándolo todo. Eso no es vivir el apostolado seglar, eso es otra cosa.

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  7. Permitidme opinar... estáis tratando de la chaquetilla del cura... como algo significativo...

    Os diré que yo era de aquellas que los curas me gustaban vestidos de curas...pero el hábito no hace al monje...me dijo un dia un franciscano.

    Bien...con el tiempo...-reconozco que he sido lenta- me fui acostumbrando a ver el espiritu del sacerdote -mis amigos son curas y monjas, sólo os diré esto- no en sus formas...sino en su contenido... en su forma de vivir a CRSITO en nuestra sociedad...en su contexto...en relación con los demás... Los demás, si... no sóll los parroquianos fieles -en apariencia- adoctrinados y obedientes... no...no... Los demás..aquellos que se acercan a comaprtir su espiritualidad, aún desde ópticas distintas... a estar también a su lado...a no ser DISCRIMINATIVOS... Si....eso es lo que yo valoro en un sacerdote cristiano...o si preferís católico. Cómo lleva a CRISTO en él...cómo lo transmite en ESENCIA...
    cómo está al lado de los otros...los otros...no sólo de sus preferidos. Recordamos a JESÚS cenado con los pecadores...y pecadoras...?


    Amarnos...Amaros los unos a los otros... no sólo los de mi redil... no... Ese Amor debe abarcar a todos...hasta a nuestros enemigos... Difícil tarea... sin la Experiencia de DIOS.

    Buen dia.... y un Abrazo en CRISTO.

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  8. Hola Carmen..

    Permíteme dar mi opinión a lo que comentas. Dicho todo con humildad y con el objetivo de aprender comparando y diferenciando... es decir dialogando y discriminando (diferenciar y reconocer).

    Tienes razón al decir que el hábito no hace al monje... pero también es verdad que ayuda. Ayuda a que el monje se reconozca como tal y que los demás lo reconozcan como monje. :)

    Por otra parte, la palabra discriminar y su significado a sido sutilmente y malévolamente trastocado en nuestra sociedad. Discriminar es separar para discernir, diferenciar para reconocer. Cuando se separa y se reconoce... se discrimina y al hacerlo, no estamos haciendo nada erróneo. Solo hacemos patente una realidad.

    Es cierto que Cristo comía con quienes se diferenciaban a si mismos al saberse pecadores... y precisamente gracias a que se discriminaban (diferenciaban y reconocían) como pecadores les era posible acceder a la gracia. Si se hubieran sentido iguales y dignos en todo sentido... hubieran sido fariseos. Si Cristo no los hubiera diferenciado y reconocido... no hubiera comido con ellos. Discriminar es necesario.

    Cristo discriminaba constantemente. Acuérdate del joven rico, de la hemorroisa, de la adultera ... Cristo diferenciaba y reconocía. Pero discriminar no implica odiar y desear mal a quien se discrimina. Diferenciando y reconociendo es como podemos amar y amar de verdad.

    ¿Por qué la palabra discriminar ha tomado un sentido peyorativo? Creo que ha sido inducido para ir eliminando la capacidad de discernir.

    Actualmente si diferencias y reconoces te llaman discriminador en sentido de "ser inmundo que crea diferencias". Este sentido peyorativo parte de la premisa de que las diferencias no existen... ya que todo es equiivalente y relativo.

    Es evidente que si discriminas, evidencias que no juegas al igualalitarismo políticamente correcto o al relativismo que todo lo acepta como válido... lo que te convierte en un ser malvado socialmente :)

    Tanto el sacerdote, como el laico deben ser discriminativos para saber discernir... tanto en si mismos como en los demás.

    Otrosí. El amor no es un atributo del consagrado... ya que los mandamientos del amor son para todos. Lo que nos diferencia, a laicos y consagrados, es el ministerio que ejercemos en la vida... que en parte es coincidente y en parte es exclusivo. Si no lo diferenciamos perdemos capacidad de proyectarnos en la sociedad.

    Tal como decía antes... si aceptamos ser personajes híbridos, dejan de tener sentido una buena cantidad de cuestiones... como el sentido de la vocación como llamada de Dios a un ministerio particular y diferenciado para cada uno de nosotros.

    En parte, la crisis de vocaciones se debe a esta visión híbrida y equivalente que se impuso tras el CVII. Dicho sea que el concilio no la propuso ni de lejos.

    En fin... como lees, sigo sacando punta al asunto del relativismo que se nos vende como bien espiritual... y que es precisamente todo lo contrario.

    Perdón D. Javier por al extensión de mis reflexión.

    Un abrazo fraterno :)

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  9. Gracias por tus palbras...tú siempre tan cultivado! -de buen rollo-...

    Todo es revatible... ciertamente. Yo sólo expresé mi opinión de lo que leí en algunas entradas..y me confirmo en lo dicho.

    Creo que en la época contemporánea en que estamos ...hemos de ir hacia un cristianismo más esencial... lo digo desde dentro, Miserere... Muchas aportaciones huelen a rancio... aspectos que no nos llevan a ninguna parte... y la prueba está en el punto en que se encuentra la Iglesia. Creo profundamente en que deben ir evolucionando muchos aspectos para que abramos más nuestra mente y corazón.

    Yo no soy ningún modelo de mujer católica ni es mi intención. Soy seguidora de CRISTO, cristiana...y pertenezco a la Iglesia pero no me identifico con muchos asopectos formales y poco experienciales en que viven la mayoría.

    No pasa nada...cada uno tiene su recorrido..ni mejor ni peor...sólo DIOS lo sabe. Pero está bien también contrastar opiniones, y poderlas expresar, creo.

    Lo que no acabo de entender... sinceramente..es porqué el Hermano autor del
    blog, el querido sacerdote Javier...parece que me ignore.... :) No sé exactamente...digo parece..pues igual me evita... o me rechaza... o todo a la vez.

    Bueno... quien calla otorga...o no?

    No sé..pero debo decir que quizás habría de haver hablado él.

    Siento decepción, es verdad... pero no quiero hablar más. Lo dejaré aqui por hoy.

    Un Abrazo para todos...

    Carmen.

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  10. Miserere: No pasa nada porque sea extenso.

    Carmen: Vamos a ver. Si no respondo al momento, ¿se plantea que a lo mejor no estoy conectado, no puedo estarlo, o no tengo tiempo para pararme a escribir? Los post los tengo programados con días (y meses) de antelación porque diariamente no puedo llevar un blog.

    Dicho lo cual, coincido plenamente con Miserere.

    No sé a quién se referirá con lo de "rancio", pero este blog es absolutamente fiel a la Iglesia. No es ésta la que tiene que "evolucionar"; ¿para qué, para adaptarse y acabar confundiéndose con las modas pasajeras de cada cultura? ¡Qué horror, porque eso es lo que ha pasado!

    El hábito no hace al monje, pero ayuda a que el monje se vea y se sienta como monje y dé testimonio de tal. Hoy que todo es a base de signos externos (lazo azul, lazo blanco, lazo rosa... logotipos, formas de vestir según grupos), ¿por qué tenemos que renunciar a expresar nuestra propia identidad sacerdotal/religiosa?

    Pax!

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  11. Probablemente, alguien que haya pasado toda su vida en un entorno en el que la piedad cristiana se practica y, en mayor o menor medida, se vive, pueda no darse cuenta del efecto mortífero de no usar el hábito porque eso no hace al monje (lo dudo, pero no me atrevo a negarlo).

    Desde luego, mi experiencia no es esa. He pasado la mayor parte de mi vida alejado de la Iglesia. A ello coadyuvaban muchas circunstancias que se entrlazaban y superponían, pero estoy en condiciones de asegurar que el testimonio que sacerdotes y religiosos dan con su vestimenta en "la calle" no es una de las menores. En todos los casos que he tenido oportunidad de conocer (EN TODOS) la secularización no se daba solo en la vestimenta. La vestimenta (como ocurre con todas las tribus urbanas juveniles que la moda va fabricando) era sólo el reflejo exterior de una quiebra interior. Y eso se nota mucho. Vaya si se nota.

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