Llegué el domingo por la noche a Madrid, el día del gran temporal de nieve, tras 4 horas en el AVE, es decir, más de dos horas de retraso. Tarde, cansado. En la estación apenas 4 ó 5 taxis y una fila de viajeros con sus maletas que se engrosaba por momentos esperando algún taxi... ¡que nunca llegaba! Nevaba, ¡un espectáculo que veo por vez primera! Como no llegan taxis y llevo 20 minutos esperando de pie y cayéndome la nieve encima, decido irme andando. Apenas hay nadie por la calle, me queda casi media hora de camino con mi bolsa de viaje y bien abrigado.
Es una experiencia nueva y desconocida para mí: caminar sobre la nieve. Por el Sur... mucho sol, pero la nieve sólo se ve en las películas y en los informativos. Voy con cuidado, camino torpemente. empiezo a rezar, es decir, como no va nadie apenas por la calle, voy hablando con el Señor a media voz como compañero de camino.
A medida que avanzo por la avenida, me doy cuenta de que sobre la nieve otros han ido pasando antes, siempre por el mismo sitio, y hay unos surcos sobre los que transitar sin miedo a resbalarse. Si estos surcos se acaban, allí donde la nieve es ya espesa, ha cuajado, hay unas pisadas hondas en las que me fijo que sirven para que otros pisen, que los pocos transeúntes con los que me encuentro aprovechan esas pisadas hundidas en la nieve para caminar ellos seguros. Y yo hago lo mismo. Empieza a sentirme más seguro, es más cómodo, y me impacta ver las huellas en la nieve. Es una imagen única que me remite a otras cosas:
1. Al caminar seguro, sobre otrs huellas, recordé el salmo 22: "nada temo, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan". La vida cristiana es seguir a Cristo, ir detrás de Él sabiendo que Él va delante, marca la ruta pero también da seguridad al caminar porque antes es Él el que abre camino, porque antes Él lo ha recorrido todo por nosotros para que nosotros lo tengamos más fácil. Se trata de confiar: sus huellas están claras en nuestro camino como signos constantes y amorosos de su Presencia. Sólo hay que ver y seguir esos signos y huellas de Cristo en la vida; para ello hay que ver en la oración, discernir en el examen, estar atentos, tener apertura de espíritu.
2. Pero después de pensar en Jesucristo, miré a la Iglesia. Había surcos y caminos de los que ya habían pasado antes y esto era lo que orientaba a los viandantes. Claro que alguien podía decidir ir por zonas que no habían sido transitadas, que no había surcos ni huellas pero esto le requeriría el gran esfuerzo de abrir caminos, probablemente acarrearía caídas, resbalones y titubeos... y si no fuera la calle, sino pleno campo nevado, el peligro real de perderse. La misión de la Iglesia es ser camino de salvación a los hombres, ser orientadora de los hombres a su meta última, Jesucristo, por donde muchos hermanos nuestros han caminado -¡los santos!- y nos invitan a marchar seguros; nos orienta al Bien, nos señala la Verdad, nos indica la Belleza. La Iglesia abre caminos verdaderos al hombre, y quien conociendo la Iglesia se sale del camino, realmente se pierde y su meta se difumina siendo imposible alcanzarla.
3. Y pensé en la Tradición de la Iglesia, su sentido, su necesidad. Las huellas eran profundas para poder caminar por ellas y devenían más profundas cuando alguien más las pisaba. Pero había sitios menos transitados; dejando las avenidas había que caminar por calles más pequeñas, menos principales, donde tal vez nadie había pasado, donde no existían huellas. ¡Había que crearlas!, había que continuar las huellas que eran profundas caminando más y generando entonces nuevas huellas, aún débiles, que permitían que el camino no se detuviese sino que avanzase, y otros al pasar por allí más adelante, las harían más profundas, firmes, perdurables. Ese es el sentido de la Tradición: algo recibido, que se profundiza al recibirlo pero que no se estanca ni se fosiliza (en un determinado siglo, en una determinada época o Concilio o estilo artístico), sino que se prolonga siempre en la misma dirección, que avanza cuando hay que vivir nuevos caminos, nuevas etapas, circunstancias, problemas. La Tradición es algo vivo que cada generación recibe, recorre profundizando y enriquece aportando algo nuevo y propio (es el planteamiento de Mohler, Newman, Congar, De Lubac).
¡Preciosa la nieve!
¡Rocíos y nevadas, bendecid al Señor!
¡Escarchas y nieves, bendecid al Señor!
¡Témpanos y hielos, bendecid al Señor!
Éste es un blog que pretende ser formación y catequesis de adultos, mistagogia de la liturgia, pensamiento teológico, vida espiritual y aliento para la santidad. Y lo pretende con fidelidad a la Iglesia, al sentir eclesial y a la Tradición. ¡Sé bienvenido!
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D. Javier, me quedo con la idea de las huellas que sucesivas generaciones siguen y se van haciendo más profundas. Me parece genial la metáfora.
ResponderEliminar¿Caminos nuevos?. No digo que no, pero a mi me vienen siempre a la cabeza esos versos de "La Lola se va a los puertos":
"Camino que no es camino
de más está que se emprenda
porque más nos desvaría
cuanto más lejos nos lleva."
Precioso el post de hoy. Y magnífica la metáfora de las huellas en la nieve para referirse a la tradición. Ciertamente, la tradición no es algo estático, sino dinámico, porque es principio vital. Pero... el avance tiene que ser, como Vd. dice "siempre en la misma dirección". La aportación de cada generación ha de ser, ante todo, respetuosa con lo recibido, y enriquecedora del depósito. En otro caso, no se está laborando por la tradición, sino destruyéndola. Porque no se estará entregando lo que se recibió, sino otra cosa. Y es de esencia de la tradición (en eso consiste) transmitir lo que se recibió.
ResponderEliminarFIL
Muy bueno, D. Javier.
ResponderEliminarAdemás, abandonar el tránsito del buen camino abierto tiene un problema: la nieve acabará por cubrir el camino que otros abrieron y el propio.
Respondo en general a los tres: Embajador, FIL, Seneka.
ResponderEliminarLa Tradición, por su naturaleza, es transmisión y por tanto respetuosa con lo que se entrega, se ha de conservar y se ha de enriquecer como dinamismo propio.
Puede ser que a veces abrir nuevos caminos conlleve tanteos, dudas y vacilaciones, ¡siempre lo ha supuesto! Pero hay que caminar, hay que seguir, con prudencia, pero "mar adentro". No vaya a ser que por miedo a pervertir la misma Tradición nos quedemos estancados, siendo camino que no lleve a ninguna parte porque se ha terminado.
El camino será el mismo, en la misma dirección; si se abandonase -y no ignoro que algunos lo han hecho descarada y ostensiblemente- hace que "la nieve" pueda cubrir un camino por el que ya nadie pisa firme. Sería terrible.
Pero entre la innovación loca y el tucciorismo o el inmovilismo, siempre, siempre, hay un camino medio o Vía media.
(Aconsejo vivamente la lectura de los 2 volúmenes de Congar: La Tradición y las tradiciones. Está agotado... pero a lo mejor se encuentra en iberlibro).
"Puede ser que a veces abrir nuevos caminos conlleve tanteos, dudas y vacilaciones, ¡siempre lo ha supuesto! Pero hay que caminar, hay que seguir, con prudencia, pero "mar adentro". No vaya a ser que por miedo a pervertir la misma Tradición nos quedemos estancados, siendo camino que no lleve a ninguna parte porque se ha terminado."
ResponderEliminarPERFECTO!!!
Seneka:
ResponderEliminarMe alegro (probablemente en este día es la única alegría, porque está siendo un día aciago) de su exclamación.
No me considero ni "tiratapias" ni "progresista", pero igualmente ni soy ni puedo ser "tradicionalista" o "inmovilista" porque eso sería, al final, detener la corriente de un río y convertirlo en un charco fangoso.
Gracias, gracias muy de veras, por intervenir.
Creo de veras, D. Javier, que el tradicionalismo no cabe en la Iglesia, como no cabe cualquier ningún otro "ismo". Ninguno. Las palabras del Credo (Una, Santa, Católica y Apostólica) son suficientemente descriptivas y extensivas.
ResponderEliminarPor desgracia, vivimos un mundo en el que las etiquetas a veces son (o lo parecen) insustituibles.
En política creo que pasa algo muy parecido, pero no es el caso extenderse en esto, y ahí si que no tengo empacho alguno en colgarme la etiqueta de tradicionalista.
Un abrazo y ¡¡ánimo!!
Pax!