San Pablo, en el camino de Damasco, con cartas para perseguir y arrestar a los cristianos, recibe la visita del Señor resucitado, se le aperece el Señor y desde ese momento originante Pablo cambia su vida. De perseguidor a apóstol. Es su conversión. Pero toda conversión, todo encuentro con Cristo, remite siempre a la Iglesia. Lo subjetivo de la propia experiencia personal se convierte en un don objetivo por el reconocimiento e inserción en la Iglesia.
La conversión de san Pablo es una conversión a Cristo vivido en la Iglesia, ¡y qué gran apóstol y propagador de la Iglesia! Nada de espiritualidad difusa, de sincretismo, de algo místico pero desencarnado como algunos pretenden: Cristo, sí, un personaje fantástico y espiritual, pero la Iglesia no, una institución humana.
Cuando el Señor se aparece a Pablo le dice: "¿Por qué ME persigues?" Pablo no perseguía a Cristo, para él estaba bien muerto; no, él perseguía a los cristianos como secta herética y traidora al judaísmo. Pero Cristo identifica a los cristianos consigo mismo, Cristo identifica a los cristianos como miembros de su Cuerpo y perseguir a los cristianos es perseguirlo a Él.
Ananías, que duda ante la conversión de Pablo como si fuera una técnica de espionaje, recibe el aviso del Señor. Ananías es figura de la Iglesia misma, que recibe a Pablo, lo bautiza y le impone las manos para el don del Espíritu Santo y luego lo instruirá con paciencia. El encuentro con Cristo conduce a la Iglesia. Pablo entonces descubre el misterio y la vida de la Iglesia. Irá con el tiempo a ver a los apóstoles para estar en comunión con ellos, para que ratifiquen luego la originalidad de su misión con los hombres ajenos al judaísmo (la gentilidad). Su vida será crear comunidades, Iglesias, en toda la cuenca mediterránea.
Será el apóstol de Cristo y de la Iglesia, a la que definirá como "Columna y fundamento de la verdad", "Casa del Dios vivo", "Esposa de Cristo, sin mancha ni arruga... sino santa e inmaculada", "Cuerpo de Cristo".
La conversión, pues, no es la espiritualidad de moda de la New Age, ni una entrada en un misticismo despersonalizante, ni el descubrimiento de unos valores, sino encuentro con el Señor que nos incorpora al misterio mismo de la Iglesia. Cristo, SÍ, Iglesia, TAMBIÉN.
Dios lo bendiga hermano
ResponderEliminarLo que no veo en su escrito son las citas biblicas donde poder buscar y hacer referencias a las mismas.