Que se ha producido en estos años una débil transmisión de la fe, es un hecho indiscutible; que la enseñanza en la catequesis se ha visto mermada a lugares comunes con rasgos de terapia psicólogica, “buenismo” y opciones morales, es algo incontestable. La secularización interna de la Iglesia es su causa. Pero, ¿tal vez podríamos quedarnos con los brazos cruzados? ¿Nos damos cuenta del potencial humano que supone la acción catequética de la Iglesia con niños y jóvenes, menos con los adultos, y el poco fruto que durante decenios se está recogiendo? Damos poco, nos conformamos con menos, y la catequesis se ve incapaz de entregar el tesoro de la fe en lo que significa conocer, celebrar, vivir y orar la fe (el dogma, la liturgia, la moral, la oración). Los recursos humanos y pedagógicos los tenemos sobradamente, entonces lo que falla es su realización, su contenido y la mentalidad de fondo que subyace.
Vayamos, como siempre, al Magisterio. “El anuncio del Evangelio de la esperanza comporta, por tanto, que se promueva el paso de una fe sustentada por costumbres sociales, aunque sean apreciables, a una fe más personal y madura, iluminada y convencida. Los cristianos, pues, han de tener una fe que les permita enfrentarse críticamente con la cultura actual, resistiendo a sus seducciones; incidir eficazmente en los ámbitos culturales, económicos, sociales y políticos; manifestar que la comunión entre los miembros de la Iglesia católica y con los otros cristianos es más fuerte que cualquier vinculación étnica; transmitir con alegría la fe a las nuevas generaciones; construir una cultura cristiana capaz de evangelizar la cultura más amplia en que vivimos” (Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, n. 50).
Primer paso: ser consciente del objetivo último de la catequesis que es formar una fe madura y personalizada que repercute en todos los ámbitos de la vida, personales y sociales.
Por eso, la catequesis deberá ir asumiendo una nueva fisonomía: “Además de esforzarse para que el ministerio de la Palabra, la celebración de la liturgia y el ejercicio de la caridad, se orienten a la edificación y el sustento de una fe madura y personal, es necesario que las comunidades cristianas se movilicen para proponer una catequesis apropiada a los diversos itinerarios espirituales de los fieles en las diversas edades y condiciones de vida, previendo también formas adecuadas de acompañamiento espiritual y de redescubrimiento del propio Bautismo. En este cometido, el Catecismo de la Iglesia Católica es obviamente un punto de referencia fundamental. En particular, reconociendo su innegable prioridad en la acción pastoral, se ha de cultivar y, si fuera el caso, relanzar el ministerio de la catequesis como educación y desarrollo de la fe de cada persona, de modo que crezca y madure la semilla puesta por el Espíritu Santo y transmitida con el Bautismo. Remitiéndose constantemente a la Palabra de Dios, custodiada en la Sagrada Escritura, proclamada en la liturgia e interpretada por la Tradición de la Iglesia, una catequesis orgánica y sistemática es sin duda alguna un instrumento esencial y primario para formar a los cristianos en una fe adulta” (Id., n. 51).
Segundo paso: el contenido que se transmite en la catequesis ha de ser alimento eclesial para formar y forjar esa fe adulta y personalizada (interiorizada, si se prefiere). Ese contenido debe estar cimentado y expuesto mediante la Escritura y la Tradición, las fuentes imprescindibles, así como el Magisterio de la Iglesia comenzando por el Catecismo. ¿Tal vez no habrá mucha catequesis improvisada que sólo mira la propia experiencia, demasiado análisis y revisión del mundo, demasiada introspección, libros muy endebles pero siempre entretenidos con dibujos y fotos?
El tercer paso, podríamos añadir, es la persona del catequista: hombre de Dios, orante, formado, con pasión por Jesucristo. ¡Éste sí será un apóstol que contagiará el entusiasmo por Cristo y por la Iglesia!
Vayamos, como siempre, al Magisterio. “El anuncio del Evangelio de la esperanza comporta, por tanto, que se promueva el paso de una fe sustentada por costumbres sociales, aunque sean apreciables, a una fe más personal y madura, iluminada y convencida. Los cristianos, pues, han de tener una fe que les permita enfrentarse críticamente con la cultura actual, resistiendo a sus seducciones; incidir eficazmente en los ámbitos culturales, económicos, sociales y políticos; manifestar que la comunión entre los miembros de la Iglesia católica y con los otros cristianos es más fuerte que cualquier vinculación étnica; transmitir con alegría la fe a las nuevas generaciones; construir una cultura cristiana capaz de evangelizar la cultura más amplia en que vivimos” (Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, n. 50).
Primer paso: ser consciente del objetivo último de la catequesis que es formar una fe madura y personalizada que repercute en todos los ámbitos de la vida, personales y sociales.
Por eso, la catequesis deberá ir asumiendo una nueva fisonomía: “Además de esforzarse para que el ministerio de la Palabra, la celebración de la liturgia y el ejercicio de la caridad, se orienten a la edificación y el sustento de una fe madura y personal, es necesario que las comunidades cristianas se movilicen para proponer una catequesis apropiada a los diversos itinerarios espirituales de los fieles en las diversas edades y condiciones de vida, previendo también formas adecuadas de acompañamiento espiritual y de redescubrimiento del propio Bautismo. En este cometido, el Catecismo de la Iglesia Católica es obviamente un punto de referencia fundamental. En particular, reconociendo su innegable prioridad en la acción pastoral, se ha de cultivar y, si fuera el caso, relanzar el ministerio de la catequesis como educación y desarrollo de la fe de cada persona, de modo que crezca y madure la semilla puesta por el Espíritu Santo y transmitida con el Bautismo. Remitiéndose constantemente a la Palabra de Dios, custodiada en la Sagrada Escritura, proclamada en la liturgia e interpretada por la Tradición de la Iglesia, una catequesis orgánica y sistemática es sin duda alguna un instrumento esencial y primario para formar a los cristianos en una fe adulta” (Id., n. 51).
Segundo paso: el contenido que se transmite en la catequesis ha de ser alimento eclesial para formar y forjar esa fe adulta y personalizada (interiorizada, si se prefiere). Ese contenido debe estar cimentado y expuesto mediante la Escritura y la Tradición, las fuentes imprescindibles, así como el Magisterio de la Iglesia comenzando por el Catecismo. ¿Tal vez no habrá mucha catequesis improvisada que sólo mira la propia experiencia, demasiado análisis y revisión del mundo, demasiada introspección, libros muy endebles pero siempre entretenidos con dibujos y fotos?
El tercer paso, podríamos añadir, es la persona del catequista: hombre de Dios, orante, formado, con pasión por Jesucristo. ¡Éste sí será un apóstol que contagiará el entusiasmo por Cristo y por la Iglesia!
Este curso he comenzado a colaborar en la catequesis de 1ª Comunión de mi Parroquia. Me acongoja pensar en lo lejos que está la realidad de los tres pasos propuestos (en lo que a mi respecta, especialmente el tercero, claro).
ResponderEliminarDe todas formas, querido D. Javier, el mayor obstáculo (bajo mi punto de vista)son los padres de las criaturas (algo que se da en cualquier otra circunstancia en la que los padres delegan, siquiera parcialmente, la educación de sus hijos en terceras partes). Quizá mi apreciación es la de alguien que debería tener una fe más robusta, no lo sé ... pero éste es un escollo muy, muy complicado.
Seneka:
ResponderEliminarAlgunas ideas tal vez no políticamente correctas.
-Es verdad que los padres son "el problema" por los motivos espúreos que les inducen a llevar a sus niños a la parroquia para "la Primera Comunión", sin vida cristiana alguna, ni implicación, sin haber educado a sus niños durante los 8 años previos.
-Me parece muchas veces desproporcionado el esfuerzo, el gasto de energía y recursos que ponemos en las catequesis de infancia en esta situación, cuando se deja absolutamente descuidado el campo pastoral de los adultos. Seguimos haciendo lo mismo de siempre como si la sociedad fuera cristiana y los niños recibieran la primera evangelización en la familia. ¿Cuántas parroquias tienen catequesis de adultos, grupos de formación o de estudio?
-A veces, en general, todo el problema parece ser el libro de catequesis para el niño (o para el joven) para que sea "pedagógico". Los contenidos que se les transmiten son el buenismo puro y duro, y salen sin sólida base doctrinal. ¡Casi nada!
-Los catequistas muchas veces tienen buenísima voluntad, pero escasa preparación. La formación de catequistas de la parroquia se reduce a reuniones de programación. Pero una gran inversión pastoral es la esmerada preparación teológica, espiritual, litúrgica de los catequistas, lo cual pide asistencia e interés de los catequistas y mucho esfuerzo y estudio por parte del sacerdote responsable.
-Ni siquiera entro en catequistas que aparecen por la parroquia sólo para dar la catequesis ("vengo a echar una mano"), y ni rezan ni oran ni viven la liturgia. Sin experiencia orante de Dios, ¿se puede hacer algo?
-Finalmente, creo que más que las catequesis de 1ª Comunión, lo que hay que lanzar y fomentar son grupos de adultos, catequesis de adultos, donde el sacerdote forme semanalmente a sus fieles. Ese campo sí dará mucho más fruto que la actual pastoral...
¡Ya ve!, no soy políticamente correcto.
D. Javier, no puedo estar más de acuerdo con TODO lo que dice. Y, evidentemente, no hace falta que le haga ver la variedad de obstáculos que se presentan para impulsar lo que usted propone (¡lo que debería SER!).
ResponderEliminarSi puedo decirle que sus palabras son un estímulo, en varios sentidos.
Y por favor ... tutéeme. Ya me perdonará que yo no lo haga :) :) :)
Seneka:
ResponderEliminarGracias por estar de acuerdo, pero... ¡esperaba que disintiera, hombre! Así podíamos pelearnos, que eso es lo que se lleva... je,je.
Paso a lo serio: Propongo lo que debería ser y lo que en algunas parroquias, por experiencia personal, ya se hace. El peso fuerte de la pastoral parroquial caía en:
-catequesis de adultos
-retiros parroquiales (abiertos a todos, en el templo, mensualmente)
-formación doctrinal de los catequistas
-acompañamiento espiritual y formativo de matrimonios y familias (en un COF).
Lo demás... habrá que hacerlo, claro, pero muchas veces estamos perdiendo el tiempo.
Suelo molestarme cuando oigo a algún catequista lo feliz que está cuando la Misa de las 1ª Comuniones ha salido muy bonita, los niños han hecho, han subido, han leído, han... y creen haber logrado la meta de la Iniciación Cristiana. ¿Pero no se dan cuenta, no ven, que ni han venido a Misa con sus padres en dos años, ni van a venir? ¿De verdad pueden creer que eso es un resultado pastoral-evangelizador? ¿No ven que están hinchando ellos mismos en las parroquias una fiesta quasi-civil consumista, de las primeras comuniones?
El camino, más a largo plazo, más lento, más exigente es el trabajo con adultos.
De ahí, Seneka, mi blog hoy.
Por último, amigo, si le hablo de Vd. es porque en Internet hay que cuidar y guardar las formas. Estoy harto de tantísimo tuteo a todas horas... ¡ah!, y si mis palabras son estímulo en varios sentidos, ¡cuánto me alegro!; sólo que la curiosidad me lleva a esperar en qué sentidos diversos le resulto a Vd. de estímulo y aliento.
Pues fácil, páter:
ResponderEliminar- por el mero hecho de encontrar alguien a quien esto preocupa muy de veras
- para animarme a centrar más en la oración frente al sagrario mi paerticipación en la catequésis
- y porque sus palabras me han dado "pistas" para intentar proponer algunas cosas en la Parroquia.
Un abrazo en Cristo.
Padre, la catequesis de adultos está olvidada y realmente hace mucha falta . Mi Parroquia que es estupenda en el sentido de que está muchas horas abierta, hay varias misas de diario y los festivos a todas horas, también los horarios de confesiones son amplios , las misas cuidadas ... pero no hay catequesis de adultos ni retiros y lo echo de menos por eso me encanta este blog
ResponderEliminarMaria M.
Me ha encantado la entrada y los comentarios. Yo con este blog recibo catequesis de adultos. Así que encantada también con el blog. Como me falta catequesis de adulto, leo como si fuese una planta seca que le falta agua. Según voy leyendo, me voy enriqueciendo. Así que verá bastante por estos lares, leyendo y aprendiendo mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias por el esfuerzo que pone en el blog. Un abrazo.
Paloma
Entonces, María, Paloma...: ¡objetivo conseguido en este blog!
ResponderEliminar¿Le daréis difusión? ¿Lo recomendaréis a otros?
pax!
Sí claro, le daré difusión. Aunque no tenga blog y no lo pueda exponer en mi propia página, iré enviando el enlace a otras personas.
ResponderEliminarUn saludo Padre.
Paloma.
Padre Javier: estoy totalmente de acuerdo con usted respecto a lo necesario que es en una parroquia la formación de los adultos. Tuve la suerte de estar antes en una parroquia en la que existía la formación semanal, los retiros, los Ejercicios Espirituales, la Eucaristía diaria (algunos) y la semanal todos. Así se formó una comunidad en la que nos sentíamos acogidos, nos dabamos cariño, apoyo nos hacía tener un sentido de pertenencia a.... La vida me ha llevado a tener que dejar aquello para estar en otra parroquia donde lo más importante es el culto como es natural pero donde no existe esa formación semanal con un grupo de personas que vamos sintiéndonos comunidad eclesial. Tampoco los catequistas (yo lo soy), tenemos la formación semanal y el medio que nos haga sentirnos uno (ni siquiera el grupo que tenemos los niños del mismo curso). Imagino que cada parroquia cuenta con unos medios para hacer las cosas pero ¡se echa de menos! ¡Es tan importante que nuestra parroquia sea ese lugar de encuentro con tu familia... la familia de Dios!
ResponderEliminar¡Gracias por escucharme!
Un saludo y hasta la próxima