El domingo dentro de la Octava de Navidad, fiesta de la Sagrada Familia, el Evangelio es de la infancia de Jesús, las demás lecturas hablan de las virtudes de la vida doméstica.
En la Octava de Navidad y solemnidad de Santa María, Madre de Dios, las lecturas tratan de la Virgen, Madre de Dios, y de la imposición del Santísimo Nombre de Jesús.
El segundo domingo después de Navidad, las lecturas tratan del misterio de la Encarnación.
En la Epifanía del Señor, la lectura del Antiguo Testamento y el Evangelio conservan la tradición romana; en la lectura apostólica se lee un texto relativo a la vocación de los paganos a la salvación.
En la fiesta del Bautismo del Señor, los textos se refieren a este misterio.
Desde el día 29 de diciembre, se hace una lectura continua de toda la primera carta de san Juan, que ya se empezó a leer el día 27 de diciembre, fiesta del mismo san Juan, y en el día siguiente, fiesta de los Santos Inocentes.
¿Por qué en la Misa diaria la Primera carta de san Juan?
Porque es una contemplación de la Palabra que se ha hecho carne, a quien hemos podido ver, oír y tocar y que se ha convertido en luz, vida, amor para los hombres, transformándonos y haciéndonos hijos de Dios.
Los Evangelios se refieren a las manifestaciones del Señor.
En efecto, se leen los acontecimientos de la infancia de Jesús, tomados del Evangelio de san Lucas (días 29 y 30 de diciembre), el primer capítulo del Evangelio de san Juan (31 de diciembre al 5 de enero), y las principales manifestaciones del Señor, tomadas de los cuatro Evangelios (7 al 12 de enero).
Por tanto, los Evangelios que se proclaman tienden a llevarnos al reconocimiento de la divinidad de Jesucristo que se esconde tras los velos de la carne de Jesús. Este reconocimiento se produce en su infancia (Simeón, Ana, etc.) como en su madurez en los relatos de manifestación: Andrés y Juan con el primer encuentro, la multiplicación de panes y peces, etc...
(Cf. Ordenación del Leccionario de la Misa, ns. 95-96).
No hay comentarios:
Publicar un comentario