En el rito del bautismo de niños hay un signo explanativo elocuente. Tras el bautismo, la crismación y la imposición de la vestidura blanca, se enciende una pequeña vela en el cirio pascual, diciendo el ministro: "Recibid la luz de Cristo". Una vez encendida, el sacerdote o diácono, se dirige a los padres y padrinos: "A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz. Que vuestro hijo, iluminado por Cristo, camine siempre como hijo de la luz y perseverando en la fe pueda salir, con todos los santos, al encuentro del Señor".
El primer tema, muy paulino, es ser hijo de la luz y caminar en la luz de Cristo, rechazando las tinieblas del pecado. El pecado es oscuridad, desata las zonas oscuras del alma, y si lo cometemos, lo hacemos a ocultas, que nadie se entere. De ahí que sea la oscuridad y las tinieblas un símbolo muy adecuado.
El segundo tema es la transmisión de la fe. La pequeña llama ha de crecer y no ser apagada. La fe del niño dependerá del cuidado y atención de sus padres y padrinos: éstos lo iniciarán en la vida cristiana, en la práctica de la oración, en la celebración de los sacramentos, en vivir según el Evangelio. Éste fue el método durante siglos de evangelización cristiana: las familias evangelizaban a sus hijos y este método resultó ser sólido y expansivo durante generaciones.
La familia es un organismo vivo, en el que se realiza una circulación recíproca de dones. Lo importante es que no falte nunca la palabra de Dios, que mantiene viva la llama de la fe.
Con un gesto muy significativo, durante el rito del bautismo el padre o el padrino enciende una vela en el gran Cirio pascual, símbolo de Cristo resucitado, y luego, dirigiéndose a los familiares, el celebrante dice: "Que vuestro hijo, iluminado por Cristo, camine siempre como hijo de la luz". Este gesto, que encierra todo el sentido de la transmisión de la fe en la familia, para ser auténtico debe ir precedido y acompañado por el compromiso de los padres de profundizar el conocimiento de su fe, avivando su llama con la oración y la práctica asidua de los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía" (Benedicto XVI, Ángelus, 2-julio-2006).
El Bautismo de un hijo o de un nieto implica un compromiso activo y público de evangelización, de educación de la fe. La conciencia y el desarrollo de este compromiso serán un tejido capilar de evangelización hoy.
El primer tema, muy paulino, es ser hijo de la luz y caminar en la luz de Cristo, rechazando las tinieblas del pecado. El pecado es oscuridad, desata las zonas oscuras del alma, y si lo cometemos, lo hacemos a ocultas, que nadie se entere. De ahí que sea la oscuridad y las tinieblas un símbolo muy adecuado.
El segundo tema es la transmisión de la fe. La pequeña llama ha de crecer y no ser apagada. La fe del niño dependerá del cuidado y atención de sus padres y padrinos: éstos lo iniciarán en la vida cristiana, en la práctica de la oración, en la celebración de los sacramentos, en vivir según el Evangelio. Éste fue el método durante siglos de evangelización cristiana: las familias evangelizaban a sus hijos y este método resultó ser sólido y expansivo durante generaciones.
La familia es un organismo vivo, en el que se realiza una circulación recíproca de dones. Lo importante es que no falte nunca la palabra de Dios, que mantiene viva la llama de la fe.
Con un gesto muy significativo, durante el rito del bautismo el padre o el padrino enciende una vela en el gran Cirio pascual, símbolo de Cristo resucitado, y luego, dirigiéndose a los familiares, el celebrante dice: "Que vuestro hijo, iluminado por Cristo, camine siempre como hijo de la luz". Este gesto, que encierra todo el sentido de la transmisión de la fe en la familia, para ser auténtico debe ir precedido y acompañado por el compromiso de los padres de profundizar el conocimiento de su fe, avivando su llama con la oración y la práctica asidua de los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía" (Benedicto XVI, Ángelus, 2-julio-2006).
El Bautismo de un hijo o de un nieto implica un compromiso activo y público de evangelización, de educación de la fe. La conciencia y el desarrollo de este compromiso serán un tejido capilar de evangelización hoy.
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