martes, 19 de enero de 2010

¿Oramos por las vocaciones? "Pedid al dueño de la mies..."

De los pocos mandatos explícitos sobre la oración, o mejor, sobre pedir algo concreto, Cristo dejó el encargo de orar por las vocaciones: “Pedid al dueño de la mies, que mande obreros a su mies”.

A veces, ante la crisis de vocaciones, puede cundir el desánimo, extenderse el desaliento y ver siempre todo oscuro, sin esperanza.

Hay que pensar que, como regla general aun cuando hay excepciones, allí donde hay fidelidad a Cristo, a la Iglesia y a su Magisterio, donde hay fidelidad al propio carisma sin que la secularización penetre, Dios suele bendecir con vocaciones; pero donde hay acomodación a la mentalidad del mundo, y todo se quiere reinterpretar para ser más modernos, allí no crecen las vocaciones, sino que hay esterilidad.

Las vocaciones, así pues, nacen donde hay fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Y es una inmensa alegría cuando un joven, tras una sólida formación catequética y una vida cristiana fuerte en su parroquia (o comunidad, o movimiento, o colegio), empieza a descubrir y discernir su vocación; sin los elementos anteriores, ¿puede Dios llamar y ser escuchado? Trabajemos por superar la secularización interna de la Iglesia, el bajo nivel de la catequesis y la vida tan lánguida de muchas comunidades cristianas.

Las vocaciones son un don de Dios y una acción de su gracia. Tengamos el convencimiento que señalaba san Agustín: “¿Pero es que llegará a haber y se podrá encontrar pastores que no busquen su propio interés, sino el de Cristo? Los habrá sin duda, se los encontrará con seguridad, ni faltan ni faltarán” (Serm. 46,19).

Siempre hemos de orar por las vocaciones:

-antes de la última petición de las preces de Vísperas, incluir una por las vocaciones;
-en la oración de los fieles en la Santa Misa
-pidiendo en un misterio del Rosario cada día
-ofreciendo a Dios algún sacrificio o mortificación, o una enfermedad y sus molestias (¡cuánto pueden hacer los enfermos por el bien y la edificación de la Iglesia si ofrecen sus sufrimientos!).

La Iglesia recomienda mucho la oración constante por las vocaciones: “enséñese a todo el pueblo cristiano que tiene obligación de cooperar de diversas maneras, por la oración perseverante y por otros medios que estén a su alcance, a fin de que la Iglesia tenga siempre los sacerdotes necesarios para cumplir su misión divina” (Presbyterorum ordinis, n. 11). Así, “la confianza total en la incondicional fidelidad de Dios a su promesa va unida en la Iglesia a la grave responsabilidad de cooperar con la acción de Dios que llama y, a la vez, contribuir a crear y mantener las condiciones en las cuales la buena semilla, sembrada por Dios, pueda echar raíces y dar frutos abundantes. La Iglesia no puede dejar jamás de rogar al dueño de la mies que envíe obreros a su mies (cf. Mt 9, 38) ni de dirigir a las nuevas generaciones una nítida y valiente propuesta vocacional” (Pastores dabo vobis, 2).

La oración por las vocaciones incumbe a todos y es tarea eclesial, siendo entonces la primera acción pastoral y vocacional al alcance de todos, personal y comunitariamente:

“La Iglesia debe acoger cada día la invitación persuasiva y exigente de Jesús, que nos pide que «roguemos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38). Obedeciendo al mandato de Cristo, la Iglesia hace, antes que nada, una humilde profesión de fe, pues al rogar por las vocaciones —mientras toma conciencia de su gran urgencia para su vida y misión— reconoce que son un don de Dios y, como tal, hay que pedirlo con súplica incesante y confiada. Ahora bien, esta oración, centro de toda la pastoral vocacional, debe comprometer no sólo a cada persona sino también a todas las comunidades eclesiales... Hoy, la espera suplicante de nuevas vocaciones debe ser cada vez más una práctica constante y difundida en la comunidad cristiana y en toda realidad eclesial. Así se podrá revivir la experiencia de los apóstoles, que en el Cenáculo, unidos con María, esperan en oración la venida del Espíritu (cf. Hch 1, 14), que no dejará de suscitar también hoy en el Pueblo de Dios «dignos ministros del altar, testigos valientes y humildes del Evangelio»” (Pastores dabo vobis, 38).

Por último, es muy necesaria la oración por los sacerdotes: “Los fieles cristianos, por su parte, han de sentirse obligados para con sus presbíteros, y por ello han de profesarles un amor filial, como a sus padres y pastores; y al mismo tiempo, siendo partícipes de sus desvelos, ayuden a sus presbíteros cuanto puedan con su oración y su trabajo, para que éstos logren superar convenientemente sus dificultades y cumplir con más provecho sus funciones” (Presbyterorum ordinis, n. 9).

6 comentarios:

  1. Tenemos que rezar a diario para que el dueño de la mies mande obreros . Nos va la VIDA en ello. También para que los seminaristas perseveren y por los sacerdotes en general y en particular por los que conocemos, el que nos bautizó, nos casó, los que nos dan la Comunión, los que nos confiesan , los de nuestra Parroquia.... y por supuesto por nuestro padre Javier que nos catequiza en internet . Que nuestra Madre les sostenga y acompañe y que sepan que les necesitamos y les queremos
    María M.

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  2. Padre, no comento mucho porque me faltan conocimientos. Como he podido apreciar la fuerza de la oración, cuando han rezado por mí, también rezo por otros muchos. Entre esos muchos también está Vd. Espero que se sienta reconfortado y que Dios le cuide, ya que nos regala este gran trabajo (su blog). Un abrazo.
    Paloma.
    PD: La catequesis por internet está muy bien, porque yo no podría asistir a reuniones.

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  3. Cuánta alegría poder leer palabras tan bellas sobre la necesidad de la súplica por las vocaciones. Recuerdo cuando en mi noviciado eramos cerca de 120 hermanas, llenas de alegría por nuestra consagración, intenso fervor y dispuestas a morir por Cristo. Eso sí que era pastoral hasta la muerte. Y ahora, sólo hay una vocación en el noviciado interprovincial, que es casi la mitad del planeta. Dios mío qué tristeza para mis ojos de religiosa anciana.

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  4. María M.:
    sí, la oración ha de ser diaria por las vocaciones y por los sacerdotes. Y mil gracias por incluirme en ellas, calificándome de "nuestro padre Javier", señal de afecto.

    Paloma:
    Sigo con la preocupación por el bien real (pastoral, evangelizador) del blog. Si lo no es, no tiene sentido. Rece por el blog y por los lectores: que les haga bien, que aprendan, que adquieran conocimientos sólidos, que vivan en Cristo... Porque, si no, este blog no tiene sentido ninguno; y a mí me preocupa que este blog sea únicamente medio de evangelización y formación.

    Sor Úrsula:
    ¡Qué lástima! Encomendaré su noviciado. Pero muchas cosas tienen su raíz de ser en lo que el otro día escribía sobre secularización interna de la Iglesia. Esa fiebre ha debilitado tantísimas congregaciones que, lógicamente, ven sus noviciados vacíos.

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  5. Este verano hice, con mi mujer y mis hijos, una peregrinación a Ars. El objetivo primordial era,, por supuesto, pedir por las vocaciones y la santidad de los sacerdotes. Lástima no haberle conocido antes, páter (hubieramos estampado su nombre en el libro de oraciones). Pero lo que no se hizo allí se hace aquí.

    La otra petición de intercesión al Santo Cura fué que abogue para que en casa florezcan esas vocaciones. Nada nos haría más felices a mi esposa y a mí (y somos conscientes de que se trata de un don divino, porque si por nuestro ejemplo fuera ...).

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  6. Seneka:

    Eso tiene fácil arreglo: ¡otro viaje a Ars y me incluye!

    Las vocaciones nacen, entre otras cosas, por la fe de los padres, el testimonio de vida, el ambiente hogareño cristiano, la sólida formación doctrinal-espiritual... ¡y el toque de la gracia, la llamada de Cristo! Pero que no quede por pedírsela al Señor.

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