En
el pan se ofrece cada fiel: es la ofrenda de la Iglesia al Padre para que lo
transforme en Cuerpo de Cristo y haga de la Iglesia Cuerpo de Cristo.
¿Qué
características debe tener el pan? En la Iglesia latina, ha de ser pan de trigo
ázimo, es decir, sin levadura, sin fermentar, siguiendo la tradición del mismo
Cristo.
En
los orígenes del culto cristiano, se había empleado pan fermentado. “Los fieles
llevaban para el culto sencillamente algunos de los panes que tenían en casa”
(Jungmann, p. 663). En su forma no difería del pan ordinario. Por ejemplo, en
dos mosaicos de Rávena que representan el altar eucarístico aparece el pan en
forma de rosca, una especie de trenza a modo de sortija del tamaño de una mano.
Era la “corona” a la que alude san Gregorio Magno, conocida desde el siglo III
como un pan más fino. Otras veces se le da la forma de disco (por ejemplo, en
el mosaico del altar de San Apolinar, teniendo en el centro una cruz).
Era
costumbre sellar el pan con una cruz, o con el anagrama de Cristo, tanto en
Occidente como en las liturgias orientales.
La
forma y elaboración del pan eucarístico se fue fijando con el transcurrir de
los siglos:
“Primitivamente,
el pan que los fieles traían en el momento de la ofrenda era pan de trigo
ordinario, el mismo que amasaban y comían en sus casas, por más que les gustaba
darle ordinariamente la forma de un panecillo recortado en forma de cruz o de
corona. Hacia el siglo IX o el X, cuajó en la Iglesia occidental la costumbre
del pan no fermentado: salía más blanco y más doradito, y pareció que
era, así, más digno del altar, aparte de que resultaba menos friable que el pan
corriente y el desprendimiento de fragmentos era menos de temer.
La
prescripción del pan ázimo contribuyó en buena parte a que se fuera perdiendo
el rito de la ofrenda, puesto que en adelante el mismo clero se encargó de
proporcionarse las “hostias” (el sentido primitivo de Hostia es el siguiente:
el animal –el cordero- que se ofrece en sacrificio; este nombre hace alusión a
Jesucristo). Los nuevos panes ázimos para la comunión de los fieles presentaban
la forma de gruesos discos blancos, que era preciso partir antes de la
comunión. Posteriormente, hacia el siglo XI o XII, hicieron su aparición las
hostias pequeñas que usamos todavía ahora”[1].
Así
pues, desde el principio, la Iglesia latina usó pan fermentado. Pero sobre el
siglo XI lo sustituyó por pan ázimo (sin levadura), un uso que se propagó poco
a poco.
Había
crecido la conciencia de la presencia real y de la adoración y, por tanto, una
mayor reverencia: esto influyó para que se prefiriesen hostias puras y blancas
que fácilmente podían partirse sin desperdicios.
Este
cambio modificó, por ejemplo, el rito del ofertorio, donde los fieles ya no
llevaban el pan de sus casas. Se redujo al mínimo el rito de la fracción,
porque no había que partirlo en tantas veces ya que se introdujeron las hostias
individuales para los fieles ya en el siglo XI.
Los
orientales al principio no dijeron nada de este cambio latino, pero les iba
sorprendiendo esta innovación, que fue uno de los puntos de discusión y
acusación a los latinos que desembocó en el cisma del 1054. Frente a esta
acusación, el Concilio de Florencia, 1439, buscando la unión, afirmó que era
lícito usar pan ázimo o pan fermentado, y así las Iglesias unidas de Oriente
siguen usando pan fermentado.
En
la primera época de este cambio, se fabricaban discos de pan ázimo de gran
tamaño que se consagraban enteros para luego partirlos; por ejemplo, si eran
muchos los comulgantes, se consagraban 5 hostias; en Letrán, hacia 1140,
todavía se hacía así, consagrando grandes hostias de pan ázimo que luego se
partían.
Pero
como la comunión del pueblo sólo se tenía ya en las grandes solemnidades, en el
siglo XII se redujo el tamaño de la hostia, y para evitar la fracción, ya
venían preparadas las partículas u hostias individuales… empobreciendo el rito.
Hay
que pensar que en otros ritos sí se mantuvo tanto el tamaño del pan como una
verdadera fracción como el hispano-mozárabe o el bizantino (en general, todos
los orientales).
En
el rito hispano se vincula la fracción con los misterios salvadores de la vida
del Redentor disponiéndolos en la gran patena en forma de cruz, con dos
partículas aparte:
Para
favorecer hoy la fracción del pan, el mismo Misal prevé que el pan sea, en
apariencia de signo, verdadero pan (para que incluso se pueda masticar):
“La
naturaleza misma del signo exige que la materia de la celebración eucarística
aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan eucarístico,
aunque sea ázimo y hecho de la forma tradicional, se haga en tal forma que el
sacerdote, en la misa celebrada con el pueblo, pueda realmente partirlo en
partes diversas y distribuirlas, al menos, a algunos fieles. No se excluyen con
eso de ninguna manera las hostias pequeñas, cuando así lo exige el número de
los que van a recibir la sagrada comunión y otras razones pastorales. Pero el
gesto de la fracción del pan, que era el que servía en los tiempos apostólicos
para denominar la misma Eucaristía, manifestará mejor la fuerza y la
importancia del signo de la unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por
el hecho de que un solo pan se distribuye entre hermanos” (IGMR 283).
¿Cómo
realizarlo? O hacer obleas de pan más grandes, aunque se lleve más tiempo el
partirlas, o consagrar varias formas grandes, de tal forma que el partir el pan
sea algo que dure, que se vea, que todos participen de un pan partido. Puede
que no sea un gesto práctico (se tarda mucho) pero sí expresivo. Pensemos que
el canto del Agnus Dei está para acompañar la fracción del Pan consagrado, por
tanto, no es un gesto brevísimo e insignificante, tampoco desmesurado, pero lo
suficientemente simbólico para que dure el tiempo de un canto como el Agnus
Dei. Incluso se pueden volver a repetir las invocaciones si la fracción se
alarga, siendo siempre la última “danos la paz”:
“La
invocación acompaña la fracción del pan, por lo que puede repetirse cuantas
veces sea necesario hasta cuando haya terminado el rito. La última vez se
concluye con las palabras danos la paz” (IGMR 83).
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