viernes, 2 de diciembre de 2022

Cordero de Dios - I (Respuestas - XLIII)



1. La solemne, y se supone que amplia, fracción del pan consagrado va acompañada de un canto en forma de letanía: “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo”, canto que debe durar tanto como dure la misma fracción y que jamás se omite ni se sustituye por otro canto “de paz” (en el rito romano no existe ese canto de paz, porque el rito de la paz es muy breve y sobrio), como recuerda el mismo Misal (cf. IGMR 366).



            Se parte el pan consagrado y se fracciona para distribuirlo en la sagrada comunión una vez que todos se han dado la paz brevemente, sin empezar a partirlo cuando los fieles están aún dándose el abrazo santo de paz: “La fracción comienza después de haberse dado la paz” (IGMR 83). Entonces se canta la letanía “Cordero de Dios” y el sacerdote va partiendo todo el pan consagrado.

            Atendamos a las rúbricas del Misal:

“La súplica Cordero de Dios se canta según la costumbre, bien sea por los cantores, o por el cantor seguido de la respuesta del pueblo el pueblo, o por lo menos se dice en voz alta. La invocación acompaña la fracción del pan, por lo que puede repetirse cuantas veces sea necesario hasta cuando haya terminado el rito. La última vez se concluye con las palabras danos la paz” (IGMR 83).


            El sentido del partir el pan –nombre con que se llamó siempre a la Santa Misa en la antigüedad- nos lo da el Catecismo; y, lo lógico, sería realzarlo al celebrar la Eucaristía:

“Este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (cf Mt 14,19; 15,36; Mc 8,6.19), sobre todo en la última Cena (cf Mt 26,26; 1 Co 11,24). En este gesto los discípulos lo reconocerán después de su resurrección (Lc 24,13-35), y con esta expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarísticas (cf Hch 2,42.46; 20,7.11). Con él se quiere significar que todos los que comen de este único pan, partido, que es Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él (cf 1 Co 10,16-17)” (CAT 1329).

            Pensemos que tanto la tradición griega como la latina consagraban pan fermentado, realmente pan, y que había que partir todos los panes que se consagraban para distribuirlo al pueblo santo en la comunión. Sólo la Iglesia latina, ya en el siglo XI, pasó del pan fermentado al pan ácimo (sin levadura) y de ahí a estilizarlo en forma de obleas, muy blancas, para representar la pureza y santidad del Sacramento.

            2. Si leemos el Ordo Romano I, del siglo VII-VIII, comprobaremos lo complicada y larga que era esta fracción del pan en la solemne misa papal, a la vez que es una lectura muy ilustrativa de la tradición romana:

            (El pontífice) vuelve a la sede. Acto seguido el primicerio, el secundicerio, el primero de los defensores, con todos los regionarios y con los notarios, se dirigen hacia el altar y se colocan a la derecha y a la izquierda del mismo.

            El “nomincolator” y el “sacellario”, el notario y el “vicedominus” cuando se dice el Agnus Dei, se acercan ante el pontífice, para que éste les indique que escriban los nombres de los que deben ser invitados o bien a la mesa del pontífice (cosa que hará el “nomincolator”) o bien a la del “vicedominus” (lo cual hará el notario). Cuando la lista de los nombres ha quedado completa, descienden para comunicar la invitación.

            El archidiácono toma el cáliz de sobre el altar y lo entrega al subdiácono de la región. Éste lo sostiene en el extremo derecho del altar hasta que se haya hecho la fracción de las oblaciones.

            Los subdiáconos segundos se acercan entonces, juntamente con los acólitos que llevan las bolsas, y se sitúan a la derecha y a la izquierda del altar. Los acólitos extienden sus brazos, como gesto de presentación de las bolsas que llevan. Los subdiáconos segundos están delante de ellos para ayudar a la abertura de las bolsas, de manera que el archidiácono pueda poner en ellas las oblaciones, primero en las de la parte derecha y luego en las de la izquierda.

            Entonces algunos acólitos, se dirigen por la derecha y por la izquierda a los obispos que rodean el altar. Los demás descienden allí donde están los presbíteros para que éstos hagan la fracción de las hostias.

            Una patena, llevada por dos subdiáconos de la región, es acercada a la sede para que los diáconos que están allí hagan la fracción.

            Estos diáconos se fijan en la mirada del pontífice para que les indique cuando pueden empezar la fracción. Cuando él se lo indica, ellos, después de una nueva inclinación al pontífice, empiezan la fracción.

            El archidiácono, una vez las oblaciones ya no se encuentran sobre el altar, dirige su mirada a la schola y les indica que canten el Agnus Dei y se dirige allí donde se encuentra la patena y los demás diáconos haciendo la fracción.

            Acabada la fracción, el diácono más joven, coge la patena que sostenía el subdiácono y la lleva a la sede para que comulgue el pontífice (nn. 98-106).

            Era algo más, mucho más, que partir una fina oblea de pocos centímetros en dos partes. El actual Misal romano quiere que se potencia este rito sin excesos y con cuidado: “La fracción comienza después de haberse dado la paz y se lleva a cabo con la debida reverencia, pero no se debe prolongar innecesariamente, ni se le considere de excesiva importancia. Este rito está reservado al sacerdote y al diácono” (IGMR 83). Por su parte, la Instrucción Redemptionis sacramentum, corrigiendo abusos, advierte: “se debe realizar el rito con gran respeto. Sin embargo, debe ser breve. El abuso, extendido en algunos lugares, de prolongar sin necesidad este rito, incluso con la ayuda de laicos, contrariamente a las normas, o de atribuirle una importancia exagerada, debe ser corregido con gran urgencia” (n. 73).

            Para facilitar la verdad del rito de la fracción, se pueden emplear hostias de mayor tamaño o también varias hostias. Referente a la materia del pan para el sacrificio eucarístico, el Misal establece: “La naturaleza del signo exige que la materia de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ácimo y elaborado en la forma tradicional, se haga de tal forma, que el sacerdote en la Misa celebrada con pueblo, pueda realmente partir la Hostia en varias partes y distribuirlas, por lo menos a algunos fieles. Sin embargo, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo exija el número de los que van a recibir la Sagrada Comunión y otras razones pastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, con el cual sencillamente se designaba la Eucaristía en los tiempos apostólicos, manifestará claramente la fuerza y la importancia de signo: de unidad de todos en un único pan y de caridad por el hecho de que se distribuye un único pan entre hermanos” (IGMR 321).

Y la instrucción Redemptionis sacramentum, a su vez, dice: “Conviene, en razón del signo, que algunas partes del pan eucarístico que resultan de la fracción del pan, se distribuyan al menos a algunos fieles, en la Comunión. «No obstante, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo requiere el número de los que van a recibir la sagrada Comunión, u otras razones pastorales lo exijan»; más bien, según la costumbre, sean usadas sobretodo formas pequeñas, que no necesitan una fracción ulterior” (n. 49).

            Por tanto, es un rito importante que ni debe ser insignificante y raudo, ni tampoco excesivamente prolongado… mientras todos cantan la letanía “Cordero de Dios”.




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