1. La solemne, y se supone que
amplia, fracción del pan consagrado va acompañada de un canto en forma de
letanía: “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo”, canto que debe
durar tanto como dure la misma fracción y que jamás se omite ni se sustituye
por otro canto “de paz” (en el rito romano no existe ese canto de paz, porque
el rito de la paz es muy breve y sobrio), como recuerda el mismo Misal (cf.
IGMR 366).
Se
parte el pan consagrado y se fracciona para distribuirlo en la sagrada comunión
una vez que todos se han dado la paz brevemente, sin empezar a partirlo cuando
los fieles están aún dándose el abrazo santo de paz: “La fracción comienza
después de haberse dado la paz” (IGMR 83). Entonces se canta la letanía
“Cordero de Dios” y el sacerdote va partiendo todo el pan consagrado.
Atendamos
a las rúbricas del Misal:
“La súplica Cordero de Dios se canta según la costumbre, bien
sea por los cantores, o por el cantor seguido de la respuesta del pueblo el
pueblo, o por lo menos se dice en voz alta. La invocación acompaña la fracción
del pan, por lo que puede repetirse cuantas veces sea necesario hasta cuando
haya terminado el rito. La última vez se concluye con las palabras danos la
paz” (IGMR 83).
El
sentido del partir el pan –nombre con que se llamó siempre a la
Santa Misa en la antigüedad- nos lo da el
Catecismo; y, lo lógico, sería realzarlo al celebrar la Eucaristía:
“Este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por Jesús cuando
bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (cf Mt 14,19; 15,36;
Mc 8,6.19), sobre todo en la última Cena (cf Mt 26,26; 1 Co
11,24). En este gesto los discípulos lo reconocerán después de su resurrección
(Lc 24,13-35), y con esta expresión los primeros cristianos designaron
sus asambleas eucarísticas (cf Hch 2,42.46; 20,7.11). Con él se quiere
significar que todos los que comen de este único pan, partido, que es Cristo,
entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él (cf 1 Co
10,16-17)” (CAT 1329).
Pensemos
que tanto la tradición griega como la latina consagraban pan fermentado,
realmente pan, y que había que partir todos los panes que se consagraban para
distribuirlo al pueblo santo en la comunión. Sólo la Iglesia latina, ya en el
siglo XI, pasó del pan fermentado al pan ácimo (sin levadura) y de ahí a
estilizarlo en forma de obleas, muy blancas, para representar la pureza y
santidad del Sacramento.
2.
Si leemos el Ordo Romano I, del siglo VII-VIII, comprobaremos lo complicada y
larga que era esta fracción del pan en la solemne misa papal, a la vez que es
una lectura muy ilustrativa de la tradición romana:
(El pontífice) vuelve a la sede.
Acto seguido el primicerio, el secundicerio, el primero de los defensores, con
todos los regionarios y con los notarios, se dirigen hacia el altar y se
colocan a la derecha y a la izquierda del mismo.
El “nomincolator” y el “sacellario”,
el notario y el “vicedominus” cuando se dice el Agnus Dei, se acercan ante el pontífice, para que éste les indique
que escriban los nombres de los que deben ser invitados o bien a la mesa del
pontífice (cosa que hará el “nomincolator”) o bien a la del “vicedominus” (lo
cual hará el notario). Cuando la lista de los nombres ha quedado completa,
descienden para comunicar la invitación.
El archidiácono toma el cáliz de
sobre el altar y lo entrega al subdiácono de la región. Éste lo sostiene en el
extremo derecho del altar hasta que se haya hecho la fracción de las
oblaciones.
Los subdiáconos segundos se acercan
entonces, juntamente con los acólitos que llevan las bolsas, y se sitúan a la
derecha y a la izquierda del altar. Los acólitos extienden sus brazos, como
gesto de presentación de las bolsas que llevan. Los subdiáconos segundos están
delante de ellos para ayudar a la abertura de las bolsas, de manera que el
archidiácono pueda poner en ellas las oblaciones, primero en las de la parte
derecha y luego en las de la izquierda.
Entonces algunos acólitos, se
dirigen por la derecha y por la izquierda a los obispos que rodean el altar.
Los demás descienden allí donde están los presbíteros para que éstos hagan la
fracción de las hostias.
Una patena, llevada por dos
subdiáconos de la región, es acercada a la sede para que los diáconos que están
allí hagan la fracción.
Estos diáconos se fijan en la mirada
del pontífice para que les indique cuando pueden empezar la fracción. Cuando él
se lo indica, ellos, después de una nueva inclinación al pontífice, empiezan la
fracción.
El archidiácono, una vez las
oblaciones ya no se encuentran sobre el altar, dirige su mirada a la schola y
les indica que canten el Agnus Dei y
se dirige allí donde se encuentra la patena y los demás diáconos haciendo la
fracción.
Acabada la fracción, el diácono más
joven, coge la patena que sostenía el subdiácono y la lleva a la sede para que
comulgue el pontífice (nn. 98-106).
Era
algo más, mucho más, que partir una fina oblea de pocos centímetros en dos
partes. El actual Misal romano quiere que se potencia este rito sin excesos y
con cuidado: “La fracción comienza después de haberse dado la paz y se lleva a
cabo con la debida reverencia, pero no se debe prolongar innecesariamente, ni
se le considere de excesiva importancia. Este rito está reservado al sacerdote
y al diácono” (IGMR 83). Por su parte, la Instrucción
Redemptionis sacramentum, corrigiendo abusos, advierte: “se
debe realizar el rito con gran respeto. Sin embargo, debe ser breve. El abuso,
extendido en algunos lugares, de prolongar sin necesidad este rito, incluso con
la ayuda de laicos, contrariamente a las normas, o de atribuirle una
importancia exagerada, debe ser corregido con gran urgencia” (n. 73).
Para
facilitar la verdad del rito de la fracción, se pueden emplear hostias de mayor
tamaño o también varias hostias. Referente a la materia del pan para el
sacrificio eucarístico, el Misal establece: “La naturaleza del signo exige que
la materia de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento.
Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ácimo y elaborado en la
forma tradicional, se haga de tal forma, que el sacerdote en la Misa celebrada con pueblo,
pueda realmente partir la
Hostia en varias partes y distribuirlas, por lo menos a
algunos fieles. Sin embargo, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas,
cuando lo exija el número de los que van a recibir la Sagrada Comunión
y otras razones pastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, con el cual
sencillamente se designaba la
Eucaristía en los tiempos apostólicos, manifestará claramente
la fuerza y la importancia de signo: de unidad de todos en un único pan y de
caridad por el hecho de que se distribuye un único pan entre hermanos” (IGMR
321).
Y la
instrucción Redemptionis sacramentum, a su vez, dice: “Conviene, en razón del
signo, que algunas partes del pan eucarístico que resultan de la fracción del
pan, se distribuyan al menos a algunos fieles, en la Comunión. «No obstante,
de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo requiere el número
de los que van a recibir la sagrada Comunión, u otras razones pastorales lo
exijan»; más bien, según la costumbre, sean usadas sobretodo formas pequeñas,
que no necesitan una fracción ulterior” (n. 49).
Por
tanto, es un rito importante que ni debe ser insignificante y raudo, ni tampoco
excesivamente prolongado… mientras todos cantan la letanía “Cordero de Dios”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario