Hay
que proveer una formación litúrgica cada vez más profunda, más seria, y más
amplia también, y hacerlo atendiendo en primer lugar a su naturaleza y
contenido teológico. Así se apreciará y valorará más la liturgia y se corregirá
su derivación secularizada en muchos lugares que empobrece la liturgia y, por
tanto, la vida espiritual del pueblo cristiano.
1.
Hay unas premisas importantes,
especialmente para la asignatura, como tal, de liturgia, que requieren atención[1]; esas
premisas sirven, igualmente, de orientación para cualquier catequesis sólida de
adultos, grupos de liturgia, etc.:
·
conocer la liturgia, y conocerla bien, requiere
su estudio comparativo con otros ritos y liturgias, tanto occidentales (como el
rito hispano-mozárabe) como orientales; así se entiende y se valora más lo
propio, se aprende de otras familias litúrgicas, no se absolutiza lo propio
pero tampoco se harán mezclas indiscriminadas a capricho;
·
para conocer la liturgia se requiere un estudio
mayor y más cuidadoso de la teología de la liturgia;
·
la liturgia, para los alumnos –o para los fieles
en un retiro o en una catequesis- debe irse convirtiendo en alimento de la vida
espiritual y así, el contacto con la liturgia, favorece la unidad y la mejor comprensión
de todas las disciplinas teológicas, de todas las ramas de la teología que,
evidentemente, están interrelacionadas (Trinidad, cristología, antropología,
eclesiología, moral, etc…).
2.
Todo debe comenzar, para entender bien la naturaleza, el valor y eficacia de la
liturgia, con explicar una introducción
al misterio de Cristo y a la historia de la salvación. Lo que Cristo
realizó con su misterio pascual, está presente y vivo, actual y salvífico, en
la liturgia hoy de la Iglesia. La
historia de la salvación se prolonga hoy en la liturgia; la liturgia es el
último momento de la historia de la salvación hasta que vuelva el Señor en su
gloria.
¡Cómo
cambian las cosas cuando esto se entiende así! Cae, por su propio peso, el
antropocentrismo que devasta la liturgia, el ser protagonistas de una fiesta
humana y entretenida, o emotiva (buscando conmover, provocar lágrimas y
aplausos), estilo happening. Se recupera la centralidad de Cristo en la
liturgia, se ve, se vive, se valora, se celebra la liturgia de un modo muy
distinto y muy pleno, fecundo espiritual y vitalmente.
Por
eso, ya sea en Seminarios o noviciados, ya sea en la asignatura de liturgia, o
ya sea en catequesis, o formación de adultos, o Cursos de formación cristiana,
es conveniente sentar bien las bases, ofrecer “simultáneamente una introducción
a la liturgia… donde se explique la función de la sagrada liturgia en la
economía de la salvación, en la vida de la Iglesia y en la vida espiritual de cada
cristiano… Será de gran utilidad… una breve exposición de la misa y de las
horas mayores del oficio divino”[2].
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