Esta obra "Explicación de la divina Litugia", verdadera mistagogia, conduce a un crecimiento
espiritual del fiel en la medida en que participa en la liturgia, y, viceversa,
fruto de lo vivido en la liturgia, rica en textos, cantos y ritos, vivir
espiritualmente.
Más en concreto, Nicolás Cabasilas se detiene a comentar tan
sólo la Divina
Liturgia, es decir, el rito eucarístico bizantino (llamado
desde antiguo Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo por atribuirse a éste la
anáfora), y sólo hará algunas referencias a los demás sacramentos cuando le
convenga reafirmar algo ya enunciado.
Para el
autor, la liturgia es profundamente espiritual, su naturaleza es espiritual,
tanto por la acción del Santo Espíritu, como por la comunión real y mística con
los misterios de Cristo. Esta comprensión, explicada por él en un capítulo, es
el trasfondo teológico de toda su obra. Dice Cabásilas:
“Es por la misma razón por la que el sacerdote da aquí a
la oblación el nombre de “sacrificio espiritual”, a saber, porque él no pone
personalmente acto alguno y no hace esta oblación sino empleando las palabras
consecratorias.
La primera oblación es una obra que es posible para el
hombre; llevada a cabo por el sacerdote, podría ser un sacrificio expresado por
medio de una acción. La segunda, que es la transformación de los dones en el
cuerpo y la sangre divinos, es decir, lo que constituye el sacrificio, supera
el poder del hombre y es la gracia la que actúa: el sacerdote se limita a orar.
Sin duda, el sacrificio es verdaderamente un acto y una
realidad, pero el sacerdote mismo nada efectúa en él, pronuncia sólo unas
palabras. Es natural, pues, que diga que ofrece, no un sacrificio que encuentra
su expresión en una acción material, sino un sacrificio espiritual” (LI, 1-3).
La
dimensión espiritual de la liturgia conjuga dos realidades: la acción de la
gracia de Dios por obra de la
Santa Trinidad y la acción libre del hombre que se entrega,
ofrece y recibe sin que exista proporción entre lo ofrecido y el don de la
gracia que Dios entrega.
Esto que se realiza en la Iniciación Cristiana
para la vida del hombre es el modo habitual de la acción divina en la liturgia.
“Siguiendo la expresión clásica de Nicolás Cabasilas (sic.) que ha hecho precisamente de ello el título de su tratado sobre los sacramentos de la iniciación cristiana, “la vida en Jesucristo consistente en la unión del alma con Él”. La doble acción (teantrópica) a la que se ha hecho alusión... está tan claramente dibujada ahí que se podría decir, para resumir este tratado, que “es un díptico cuya primera hoja debería denominarse Orden divino o Sola gratia, y la segunda, en cuanto realización-fruición subsiguiente: Orden humano o Libertad y gracia””[1].
Los
comentarios que ofrece el autor son de dos tipos, que se adecuan a la
naturaleza misma de la liturgia: unos comentarios son de orden
doctrinal-teológico y otros de orden espiritual-místico, sin lecturas ascéticas
o de corte moral y sin concesiones a la alegoría en sus explicaciones.
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