Como la conciencia siempre necesita luz para formarse, y vencer así la tiniebla de la ignorancia, edificando en el bien, conozcamos el pecado de envidia.
De este modo, sabiendo cómo es este pecado capital, sus raíces y sus ramas, podremos discernirla mejor y, en su caso, extirparla de nosotros con la gracia durante el tiempo cuaresmal.
San Basilio Magno dedicó un sermón amplio sobre la envidia y será su palabra la que nos enseñe, para acostumbrarnos, de paso, a ser formados por la Tradición de los Padres.
"n.
1. Dios es bueno y procura sus bienes a quien los merece; el diablo es malo y
es autor de toda maldad. Y como al bueno sigue la buena disposición, así al
diablo le acompaña la malicia. Guardémonos, pues, hermanos, del mal de la
envidia; no seamos partícipes de las obras del adversario y nos encontremos
sentenciados a la misma condena, pues si el soberbio cae en la condena del
diablo, ¿cómo escapará el envidioso al castigo preparado por el demonio?
Ningún
vicio tan funesto brota en las almas de los hombres como la envidia, que, sin
afligir apenas a los de afuera, es el mal principal y característico de quien
lo posee. Pues, lo mismo que la herrumbre corroe al hierro, así la envidia al
alma que la posee; y, aún más, como las serpientes que, según cuentan, devoran
el vientre materno que las engendró, así también la envidia provoca que se
consuma el alma que la produce, porque la envidia es pesar por el éxito del
prójimo.
Por
eso, las penas y las congojas nunca abandonan al envidioso. ¿Produjo mucho el
campo del vecino? ¿Abunda su casa en todo lo necesario para vivir? ¿No
abandonan al hombre las satisfacciones? Todo eso es alimento de este mal y
aumento del dolor del envidioso. De manera que éste en nada difiere de un
hombre desnudo al que todo hiere. ¿Alguien es valiente? ¿Goza de buena salud?
Eso hiere al envidioso. ¿Otro es más agraciado? Otra herida para el envidioso.
¿Sobresale alguno entre muchos por las cualidades de su alma? ¿Es admirado y
emulado por su prudencia y el poder de sus palabras? ¿Otro es rico y se afana
espléndidamente en la benevolencia y la contribución hacia los necesitados, y
es muy elogiado por los beneficiados? Todas estas cosas son llagas y golpes que
le hieren en medio del corazón.
Y
lo terrible de esta enfermedad es que no puede manifestarse, sino que anda con
la cabeza baja, es muda, está confundida, se lamenta y perece por este mal. Si
se le pregunta por su padecimiento, se avergüenza de hacer pública su
desgracia: “Soy envidioso y cruel, me consumen los bienes de mi amigo, lamento
la alegría de mi hermano y no tolero la vista de los bienes ajenos, sino que
considero una desgracia la prosperidad del prójimo”. Esto diría si quisiera
decir la verdad, pero nada de esto quiere pronunciar y oculta en su interior el
mal que abrasa y devora sus entrañas".
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