domingo, 4 de mayo de 2014

Lo que hace la pastoral de enfermos en la parroquia

Sabemos que la comunidad cristiana, delimitada por el territorio parroquial, cuida de sus enfermos. El amor de Cristo crucificado impulsa a servir y amar a nuestros hermanos más débiles, más pobres, que carecen de salud, de movilidad, muchas veces de ánimo y de esperanza, expuestos también y sobre todo a sufrimientos morales y espirituales, luchas y tentaciones. Tal vez la tan llevada y traída "opción preferencial por los pobres" se ha olvidado de esta pastoral de enfermos realizada siempre en las parroquias, considerada como "sacramentalismo". Pero Cristo curó a los enfermos, los apóstoles fueron enviados a los enfermos.

Quienes se dedican a la pastoral de enfermos en una parroquia realizan una tarea muy poco visible y muy poco reconocida, no luce mucho ante los demás, y sin embargo, es exquisita y delicada tarea.
  1. Deben poseer una firmeza en la fe a base de horas de Sagrario y vida sacramental para que, firmes en Cristo, comuniquen luz, serenidad, paz, fe, en el nombre del Señor.
  2. Deben poseer o adquirir unas virtudes humanas y espirituales para el desempeño de este ministerio: suavidad en las formas, delicadeza, capacidad de escuchar, valentía para hablar con perspectivas de fe, paciencia y yo incluso añadiría ternura y una buena sonrisa serena y pacificadora.
  3. Deben formarse -tal vez en la parroquia- en la comprensión cristiana de la enfermedad y del sufrimiento, conocer las situaciones interiores por las que el enfermo pasa, detectar las tentaciones e iluminarlas con la fe.
  4. Deben, por último, orar por los enfermos de la parroquia y por sus familiares.

¿Cuáles son las tareas para la pastoral de enfermos en una parroquia?

1) El acompañamiento. Visitar a los enfermos es una obra de misericordia (cf. Mt 25); aunque físicamente no estén solos en sus hogares, sino atendidos por su familia, la enfermedad provoca una soledad íntima con el sentimiento de inutilidad. Sus relaciones de amistad, sociales, laborales, se ven mermadas. En nombre de Cristo, y haciendo presente la maternidad de la Iglesia, se visita a los enfermos para que se sientan acompañados, tengan oportunidad de hablar, de contar, de desahogarse, de distraerse, con el calor humano de la fe y el calor del afecto cristiano. Visitas éstas que más vale que sean frecuentes pero breves, atendiendo a la situación real del enfermo para que no se fatigue en exceso (tal vez, el enfermo dirá que se siente bien para que no se vaya la compañía, pero la prudencia para discernir es importante al visitar a los enfermos).

2) La "evangelización" del enfermo. Si ya suele ser difícil expresar lo que se siente, más aún en el ámbito espiritual. El enfermo se siente acosado por tentaciones donde no entiende el sentido de su sufrimiento, no descubre la presencia de Cristo, le pesa el silencio de Dios, busca el porqué de su situación, se impacienta y tal vez se desespera. La pastoral de enfermos es una ayuda especialísima para "evangelizar" esa situación personal del enfermo, para iluminarlo con sentido sobrenatural de fe, para que comprenda y discierna a la luz de Cristo lo que está viviendo. Quienes visitan a los enfermos, imbuidos por la fe, pueden escuchar la experiencia del enfermo y ofrecerles palabras de fe (no simplemente palabras humanas para hablar de la enfermedad, de las medicinas, de tal médico o intentar alegrarlo contando bromas). Es una misión cristiana evangelizadora que llega al enfermo y se expande, lentamente, a sus familiares. Pensemos que los familiares suelen valorar que se visite al enfermo, escuchan también lo que se les dice y pueden quedar impactados por la forma en que su familiar afronta y vive esta situación.

3) Preparación catequética a los sacramentos. Dependiendo del nivel de fe y de práctica cristiana del enfermo, en muchos casos el equipo de pastoral de enfermos debe catequizar al enfermo sobre los sacramentos y la liturgia que le van a acompañar en esta etapa de sufrimiento.
a) El sacramento de la Eucaristía: Cristo es pan de vida y la comunión llevada semanalmente a los enfermos les ofrece un germen de vida y de inmortalidad, así como el unirse a la Pascua del Señor en su sufrimiento personal.
b) El sacramento de la Penitencia: la fragilidad y el pecado son patentes en la experiencia creyente. Por eso al enfermo hay que iniciarlo en el sacramento de la Penitencia, descubrirles su valor y necesidad, su frecuencia, y ofrecerle la ayuda de un examen de conciencia que lo ilumine. Muchos enfermos necesitan esa formación moral básica sobre el pecado, que tal vez han olvidado, reconocerse a la luz de Dios y así celebrar bien el sacramento de la Penitencia.
c) El sacramento de la Unción. Previsto para una enfermedad grave, o un debilitamiento progresivo por la ancianidad, o una operación quirúrgica grave, este sacramento es Don y Gracia del Espíritu Santo para el alivio de alma y cuerpo, sostén y apoyo frente a las tentaciones y configurarse con Cristo. Su importancia y su adecuarse a la situación real, hace que este sacramento no sea un sacramento anual -sin más- sino que se celebra cuando hay verdadera necesidad y en todo caso se repite, se reitera, si el peligro se agrava o si repuesto el enfermo, hay una recaída grave. Dada su importancia, hay que esmerarse en preparar al enfermo sobre su sentido y su valor, instruirlo sobre su forma litúrgica, sus oraciones, las respuestas, el sentido de la Unción, etc., para que el enfermo viva su celebración sacramental lo más plenamente posible.

4. La pastoral de enfermos debe cuidar la vida sacramental del enfermo: Primero, la comunión eucarística, cada semana, y a ser posible, el mismo domingo, uniéndose a toda su comunidad cristiana que celebra la Eucaristía dominical; pero también ofrecerle la oportunidad de confesarse con la frecuencia que requiera. Por último, la santa Unción si su situación lo requiere, si se reúnen las condiciones necesarias, sin trivializar este sacramento impartiéndolo al enfermo cada año o, en las celebraciones comunitarias, a todos las personas que hayan cumplido 65 años aun cuando no estén enfermos.

6 comentarios:

  1. Me da por pensar que la mera presencia al lado del enfermo, ya es enormemente consolodarora. Ponerle al día de las personas que fueron su entorno habitual, y de otras cosas humanas. Y eso no es en absoluto incompatible con la formación de la actitud del creyente en la FE, en esas situaciones de dolor y enfermedad. DIOS siempre hace. Como lo haga, ¡¡¡¡incluso a través nuestra!!!!!!, solo EL lo decide. Alabado sea DIOS.
    Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. Antonio Sebastián:

      Sin duda alguna. "Estuve enfermo y me visitasteis..."

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  2. Fundamental, a mi juicio, y frecuentemente olvidada es la atención pastoral a los familiares del enfermo. No sólo les invade el desánimo propio de la sobrecarga de trabajo (profesional, madre, ama de casa y cuidadora de enfermo o anciano) sino que, además, ese desánimo puede incrementarse como consecuencia de las impertinencias o desvaríos del enfermo sobre todo si es anciano.

    Creo que los familiares que cuidan a los enfermos son los más olvidados, nadie se preocupa de darles espacios de paz, absolutamente necesarios si el número de familiares a cargo del enfermo son pocos o solamente uno; fácilmente pueden quemarse aunque quieran muchísimo al enfermo.

    Me gustaría oír en la pastoral de enfermos:- Me quedo con el abuelo, vete al cine, de paseo, de compras y no tengas prisa.-, -si me necesitas, llámame y vendré a sustituirte-, -hoy le paseo yo-...

    Cristo, rey victorioso, escucha nuestra oración (de Vísperas).

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    1. Julia María:

      Introduce vd. algo en lo que yo ni había caído siquiera; ofrecerse para acompañar y "descargar" a la familia... ¡Buena sugerencia! Sería un ejercicio de caridad activa para la pastoral de enfermos

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  3. Tuve la oportunidad de asistir como parte de mi entrenamiento con las Damas Voluntarias, en tres ocasiones a un hospital de niños público. El gozo que sentí fue muy grande cuando solo con pocas palabras de aliento o una mano sobre el hombro, podía llenar de ilusión a aquel padre o madre que se encontraba allí acompañando a un niño. El solo hecho de saludar y preguntar cómo se encuentran, les llena de felicidad.

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    1. María Auxiliadora:

      Así es, querida amiga.

      Gracias por ofrecernos su experiencia y testimonio.

      ¿Todo bien, por cierto?

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