martes, 20 de mayo de 2014

El verdadero Médico es el Salvador

Miremos a Cristo, acudamos a Él.

Nadie hay que no tenga dolor, nadie que no experimente sufrimiento en su cuerpo o en su alma.

Remedios humanos fracasan porque son limitados. ¿Quién puede curarnos? ¿Quién puede salvarnos?


La Iglesia contempló a Cristo y se maravilló de sus aciones redentoras, llamándolo Médico de los cuerpos y de las almas.

"Él, Médico divino, "pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo" (Hch 10,38). En el misterio de su pasión, muerte y resurrección, el sufrimiento humano encuentra sentido y la plenitud de luz" (Benedicto XVI, Mensaje para la XVIII Jornada Mundial del Enfermo, 22-noviembre-2009).

Su obrar divino en las enfermedades, curando de toda clase de mal, muestra su poder redentor, salvador, tanto en el cuerpo como en el alma. Así nos conduce a una fe absoluta en su Persona divina.

"Un texto de San Agustín nos ofrece la clave interpretativa de los milagros de Cristo como señales de su poder salvífico. "El haberse hecho hombre por nosotros ha contribuido más a nuestra salvación que los milagros que ha realizado en medio de nosotros; el haber curado las enfermedades del alma es más importante que el haber curado las enfermedades del cuerpo destinado a morir" (San Agustín, In Io. Ev. tr. 17,1). En orden a esta salvación del alma y a la redención del mundo entero Jesús cumplió también milagros de orden corporal" (Juan Pablo II, Audiencia general, 25-noviembre-1987).

La obra de la redención bien se puede expresar con el término curación y a Cristo denominarlo "Médico".

¡Él salva y sana!

Por eso, al leer hoy, en el hoy de nuestra vida, los textos evangélicos que narran curaciones, recibimos la alegre noticia, esperanzadora, de que Cristo hoy sigue curando y puede actuar en nosotros.

4 comentarios:

  1. El verdadero Médico es el Salvador, y para eso. los potenciales salvados han de aceptar la salvación del Salvador. Me da por pensar que una de las cosas que facilitan la salvación de EL SALVADOR es que el hombre se reconozca a sí mismo como criatura necesitada de salvación y de cura. Si uno da por supuesto que no está enfermo, es poco probable que busque cura. La GRACIA actúa de forma radical. Nuestra vida ha de dejar algún resquicio para que la GRACIA actúe. Si nuestras opciones de vida son acordes a lo asequible a lo humano, no dejamos resquicio a que la GRACIA actúe. Y sin embargo DIOS no se cansará nunca de esperar, ni de AMAR. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga

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    1. Sin duda, para ir al Médico, hay que reconocerse enfermo: si no, no es posible.

      ¡Es preciosa la cristología de Cristo-Médico!

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  2. Mi amigo Agustín ¡Qué claridad de mente! “El haberse hecho hombre por nosotros ha contribuido más a nuestra salvación que los milagros…”. “Remedios humanos fracasan porque son limitados” Depende de lo que se consideren remedios humanos. Él nos cura el alma porque, hecho hombre, nos enseña a ser hombres; su Palabra nos enseña, nos acompaña, nos llama al orden, nos cura, nos llena de vida, nos santifica, porque su Palabra es vida, porque Él está vivo . Y también el Salvador nos cura el alma porque nos envía hombres santos y sabios que, corrigiendo nuestros torcidos caminos, nos conducen hacia la santidad.

    Sí, se producen milagros; hace poco una científica atea lo reconocía, Sin embargo debemos tener en cuenta que Dios suele utilizar por lo general a las causas segundas en las curaciones (mi montón de pastillas de colorines) e incluso psíquicas, aunque todavía nos encontremos en nuestro caminar a hombres a los que hay que explicarles que el médico y las medicinas son instrumentos creados por Dios, bien porque incurran en fideísmo, bien porque dicen no creer en Dios. Prescindir de Dios o prescindir del hombre, dos extremos de un mismo error: no atender a la debida estrecha unión entre Causa Primera y causas segundas (lo digo en tantos comentarios que debo resultar aburridísima a los lectores). Yo le doy gracias a Dios por el médico que me proporciona esa pastillita roja que me quita o amortigua el dolor, por la “fisio” que con su masaje me lo alivia, por aquél médico que a los seis años me salvó la vida.

    Los primeros cristianos se preocuparon muy pronto de la curación de los enfermos, por ello, este tema siempre me recuerda a los hermanos médicos Cosme y Damian, patronos de médicos y cirujanos, nacidos en Arabia pero médicos en Siria. Pusieron en práctica las palabras de Jesús con la seriedad propia de algunos de los primeros cristianos, “lo que habéis recibido gratis, dadlo también gratis” y no aceptaban nunca pago alguno por sus servicios, así se les conoció como "los sin dinero". Tanta caridad y proclamación de la fe no pasó desapercibida y fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia; sometidos a diversos tormentos y decapitados por la fe. Fueron sepultados en Cirrhus, lugar donde la tradición sitúa el escenario de su martirio.

    El que bajó es el mismo que ha subido también a lo más alto de los cielos. Aleluya. (de las antífonas de Laudes)

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    1. Ciertamente, Dios usa muchísimas veces las causas segundas en lo físico para curar.

      Directamente, y como Causa primera, para el alma.

      Por eso la Iglesia valoró tanto la medicina y al médico: prolongan, actúan, visibilizan al Médico divino y, a la vez, crece la caridad fraterna al aliviar el sufrimiento del enfermo y amarlo.

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