martes, 13 de mayo de 2014

Testigos de la Pascua (Preces de Laudes de Pascua - IV)



El Señor resucitado se hizo ver a sus apóstoles para que fueran testigos de su resurrección: no era un fantasma, ni una imagen ni una ensoñación, sino Él mismo que hablaba, comía con ellos, desaparecía de pronto. ¡Era Él!

            Con esa experiencia pascual del Resucitado, con su mandato expreso de ser testigos y con el Espíritu Santo que se les daría, comienza el testimonio, una cadena de testigos ante los hombres y ante el mundo.


            “¡Seréis mis testigos!” (Hch 1,8), y ante el envío del Señor, la oración eclesial ruega vivir apostólicamente el testimonio, suplica las gracias necesarias: “Tú que cooperas siempre con los pregoneros de tu Evangelio y confirmas su palabra con tu gracia, haz que durante este día proclamemos tu resurrección con nuestras palabras y con nuestra vida” (Sab II).

            Los cristianos, por la experiencia de la santa Pascua, por los dones sacramentales del Bautismo y la Confirmación, somos testigos de Jesucristo ante los hombres: “Oh Cristo Salvador, que en tu resurrección anunciaste la alegría a las mujeres y a los apóstoles y salvaste al universo entero, conviértenos en testigos del Dios viviente” (Mart III). Los apóstoles, y todos los miembros de la Iglesia, son constituidos en testigos, apóstoles, misioneros, evangelizadores: “haz de nosotros mensajeros del Evangelio de la vida” (Mart III).

            Fuertes y firmes en la fe, consolidados y cimentados en Cristo, la Iglesia anuncia el Evangelio y da testimonio de su Señor: “aumenta la fe de tu Iglesia, peregrina en la tierra, para que dé al mundo testimonio de tu resurrección” (Sab III). Al subir a los cielos, glorificado, envió a sus discípulos como testigos y les prometió el Espíritu Santo, vida y alma de la evangelización, protagonista de la misión: “Tú que en el día de hoy prometiste a los apóstoles el Espíritu Santo, para que fueran tus testigos hasta los confines del mundo, con la fuerza de este mismo Espíritu robustece también nuestro testimonio cristiano” (Ascenc).


            Será el Espíritu Santo quien otorgue la parresía –audacia, valentía- para proclamar que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (cf. Flp 2,11) y hacerlo con obras y palabras, con la vida entera y siempre, en cualquier ámbito y circunstancia: “Envíanos, Señor, tu Espíritu Santo, para que ante los hombres te confesemos como Señor y rey nuestro” (Sab VII). El don de Pentecostés transforma a los discípulos, y a todos, en evangelizadores activos y testigos convencidos y coherentes: “Tú que prometiste enviarnos el Espíritu de la verdad para que diera testimonio de ti, envíanos este Espíritu para que nos haga tus testigos fieles” (Pentecost).

            Con la Pascua de Cristo comienza el testimonio cristiano; su santa Pascua impulsa y renueva a todos para ser testigos valientes de Jesucristo, anunciadores del Evangelio de la salvación. Es el tiempo de la misión.

2 comentarios:

  1. Testigos y confianza. Testigos y experiencia personal con CRISTO. Confianza y experiencia. Las dos a la vez nos hacen creíbles a la hora de ser testigos. Al fin y al cabo la acción de la GRACIA de DIOS. Alabado sea DIOS.
    Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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  2. Me gusta como lo expresa el evangelista Juan: “Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros. Después sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo“ (Juan 20,21). Y en versículos anteriores “El Espíritu de la verdad os guiará a la verdad completa…recibirá de lo mío y os lo anunciará” (Juan 16).

    Acercándoos al Señor, piedra viva….vosotros como piedras vivas entráis en la construcción del templo del Espíritu (de Visperas).

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