Continuando con el lenguaje litúrgico con el que la Iglesia ora pidiendo por los enfermos, avanzamos ahora considerando los textos litúrgicos.
La salvación de cuerpo y alma, la curación del cuerpo y el alivio y consuelo del alma, son peticiones recurrentes en otras bendiciones del Óleo de enfermos, en la antigüedad cristiana así como en otros ritos y familias litúrgicas.
Pero, junto a la Tradición, esa plegaria "global" que incluye cuerpo y alma, se halla también en formularios de Misas y peticiones en la Liturgia de las Horas.
Recordemos cómo es esa plegaria de bendición del Óleo de los enfermos:
Señor Dios,
Padre de todo consuelo,
que has
querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor
la oración de nuestra fe
y derrama
desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.
Tú que has
hecho que el leño verde del olivo
produzca
aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con
tu bendición + este óleo,
para que
cuantos sean ungidos con él
sientan en el
cuerpo y en el alma
tu divina
protección
y experimenten
alivio en sus enfermedades y dolores.
Que por tu
acción, Señor,
este aceite
sea para nosotros óleo santo,
en nombre de
Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y
reina por los siglos de los siglos.
La Iglesia ora por sus
enfermos al celebrar la
Eucaristía, ora por ellos en la Liturgia de las Horas y
ora, cómo no, en el mismo rito de la
Unción sacramental.
En
estas oraciones eclesiales se refleja cómo concibe la fe la unidad personal
(cuerpo y alma) y cómo la salvación engloba todo el ser del cristiano y su
participación en el misterio pascual del Redentor, confirmando además que este
sacramento es “para los Enfermos” con la esperanza de recobrar la salud, y no
exclusivamente “Extremaunción”.
1.
La Iglesia
pide explícitamente la salud corporal para el enfermo, la mitigación de sus dolores
y el alivio de sus padecimientos físicos.
En el rito de la santa Unción, y en
las oraciones ad libitum según los casos, encontramos que se reza: “alivia el
dolor de estos enfermos” (RU 136); “da nueva fuerza a su cuerpo” (RU 138); “da
vida y salud a este enfermo” (RU 136, 138) y la imposición de manos y la Unción “va a servir de
alivio en la enfermedad de tu hijo” (RU 141). Con la oración de fe de los
presbíteros se suplica: “Mitiga, Señor, los dolores de este hijo tuyo... haz
que se sienta confortado en su enfermedad y aliviado en sus sufrimientos” (RU
142); “Te rogamos que... cures el dolor de este enfermo, sanes sus heridas...
ahuyentes todo sufrimiento de su cuerpo y de su alma y le devuelvas la salud espiritual
y corporal” (RU 144). En la bendición final del rito de la Unción de enfermos, se pide
la curación también del cuerpo como colofón de la celebración y fruto de la
santa Unción: “Que el Hijo te devuelva la salud. Amén. Que el Señor proteja tu
cuerpo y salve tu alma” (RU 151).
En
el formulario de la Misa
por los enfermos del Misal romano se suplica, en general, la salud y, por
tanto, verlos recuperados y reintegrados a su vida normal y a la participación
en la vida de la Iglesia,
aunque no incluya ninguna petición expresa para que Dios mitigue el dolor del
enfermo; la vuelta a la
Iglesia será señal inequívoca de su completo restablecimiento:
“para que recuperada la salud, puedan darte gracias en tu Iglesia” (OC en RU
249); “para que superado todo peligro, nos alegremos de verles recobrar la
salud” (OF en RU 250); “aliviados por tu misericordia vuelvan sanos y salvos a
tu santa Iglesia” (OP en RU 252).
2.
Igual, e incluso más extenso, sería el conjunto de peticiones que la Iglesia eleva a Dios en su
plegaria atendiendo al beneficio espiritual del enfermo. Las
subdividimos en tres grupos:
-
fortaleza del alma ante la tentación,
-
alivio del sufrimiento espiritual
-
e incorporación a Cristo en su pasión.
a) Las
tentaciones son muchas en la enfermedad o en la vejez ya avanzada; especialmente
la desesperación, la falta de confianza en el Señor. Ante la tentación siempre
rondando, la Iglesia
ora: “Libra a este enfermo de pecado y de toda tentación” (RU 136); “obtenga el
perdón de sus pecados y sienta la fortaleza de tu amor” (RU 149) y se le desea
que “Jesucristo, el Señor, esté siempre a tu lado para defenderte” (RU 152).
También en la Liturgia
de las Horas hacemos memoria de los enfermos pidiendo fortaleza: “A los
enfermos y a todos los que has asociado a los sufrimientos de tu pasión, concédeles
fortaleza y paciencia”[1].
b)
El alivio
del sufrimiento del alma es igualmente necesario y por tanto implorado
a la bondadosa misericordia de Dios. El enfermo sufre al verse limitado,
dependiente de los demás, con temor al porvenir, dudas e incluso escrúpulos, y
más sufre aún si no acepta e integra la enfermedad sino que se rebela y la
rechaza. Sólo la paz y la serenidad que vienen del Padre puedan confortarlo y
aliviarlo. La Iglesia
eleva a Dios su plegaria suplicando: “dígnate visitarlo con tu misericordia y
confortarlo” (RU 136); “alivia sus angustias” (RU 138); se ora implorando que
“sanes sus heridas, perdones sus pecados, ahuyentes todo sufrimiento de su
cuerpo y de su alma” (RU 144); “reconforta y consuela con tu poder... para que
levante su ánimo” (RU 145); se le bendice, una vez ungido, deseándole “que él
vele por ti, te sostenga y te bendiga” (RU 152). En la Misa por los enfermos se
atiende a este sufrimiento espiritual pidiendo consuelo y serenidad: “alívialos
con el auxilio de tu misericordia” (OC en RU 249). Sólo el Señor puede otorgar
la serenidad y la paz a la persona enferma: “Tú que te compadeciste de los
enfermos que acudían a ti, levanta la esperanza de nuestros enfermos”[2]; “Que
los enfermos, los moribundos y todos los que sufren encuentren luz en tu
victoria, y que tu gloriosa resurrección los consuele y los conforte”[3].
c)
Por el bautismo nos unimos a la muerte del Señor y a su resurrección; el
misterio pascual ha de cumplirse existencialmente en nosotros. La enfermedad es
momento especialmente privilegiado de unirse al Señor crucificado con
mirada de fe compartiendo su redención y sabiendo ofrecerse como sacrificio
espiritual, agradable a Dios, por la salvación del mundo, ejercitando de esta
manera el sacerdocio bautismal tal como la Iglesia educa a sus hijos: “los exhorta a que
uniéndose libremente a la pasión y a la muerte de Cristo, contribuyan al bien
del Pueblo de Dios” (LG 11). A Cristo se le encomienda que “ya que has querido
asociarlo a tu Pasión redentora, haz que confíe en la eficacia de su dolor para
la salvación del mundo” (RU 145); y que vivan su enfermedad en comunión con
Cristo que cargó con nuestras dolencias y enfermedades es una gracia que
impetramos al Padre: “concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
Hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención
del mundo” (OC en RU 249). Esta interpretación se refuerza por el hecho de
cantar en la Misa
por los enfermos, como antífona de comunión, el texto de Col 1,24: “Completo en
mi carne los dolores de Cristo…” (RU 251), así como en la colecta de la misa
por los moribundos: “para que, asociado a la pasión de Cristo y sellado con su
sangre...” (RU 253). La oración de Vísperas pide esta gracia: “Que los enfermos
vean en sus dolores una participación de la pasión de tu Hijo, para que así
tengan también parte en su consuelo”[4] y más
en general, suplicamos que “nuestras tristezas y amarguras lleguen a tener ante
tus ojos el valor de un sacrificio verdadero”[5].
Hemos
de pensar que tanto la visita y la pastoral de enfermos, como un momento más delicado
cual es la celebración de la
Santa Unción, han de iluminar al enfermo para vivir esa
situación personal de dolor, quiebra e impotencia asumiendo con la mayor paz
esa limitación dolorosa.
La aceptación serena de la enfermedad se logra con la
confianza en la Providencia
y su plan de salvación, con la mirada a Cristo en su Misterio pascual, sabiendo
ofrecer su dolor en comunión con Cristo paciente y experimentando la Comunión de los santos
que le sostiene y a la que él contribuye eficaz pero invisiblemente aportando
su enfermedad. ¡Con razón la
Iglesia pide, como recordábamos antes, “que los enfermos vean
en sus dolores una participación de la pasión de tu Hijo”!
[1] Preces Laudes Viernes III
Semana del Salterio.
[2] Preces Vísperas Lunes I
Cuaresma.
[3] Preces Vísperas Martes III
de Pascua.
[4] Preces I Vísperas Domingo
II semana del Salterio.
[5] OF, formulario B, Misa “por
cualquier necesidad”, Misal romano.
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