7. Oramos también, y por tanto es
oración de los fieles, con las preces de Laudes y de Vísperas. Pero éstas
tienen otra forma, otra configuración.
Las
preces de Laudes son preces para santificar la jornada, preces de consagración
del día, al modo de las tradicionales oraciones de “ofrecimiento de obras”. No
interceden por los demás, sino que el “nosotros eclesial”, quienes rezan
Laudes, piden por sí mismos para vivir santamente la jornada: “en las Laudes se
tienen preces, consagrando a Dios el día y el trabajo” (IGLH 51), “Como es
tradicional en la oración el que, sobre todo por la mañana, se encomienda a
Dios todo el día, en las Laudes matutinos se hacen invocaciones para encomendar
o consagrar el día a Dios” (IGLH 181), “invocaciones hechas para consagrar el
día a Dios en las Laudes matutinas” (IGLH 182).
Estas
preces están dirigidas directamente a Dios –pensando en la recitación
individual del Oficio divino- y cada petición puede reforzarse con una
respuesta orante, que se señala al principio, o responder orando en silencio, o
también recitando juntos, a una voz, la segunda parte de esa petición.
Lo
explica la Introducción General
a la Liturgia
de las Horas:
189. Las
preces que han de ser utilizadas en el Oficio están dotadas de tal estructura
que pueden adaptarse a la celebración con el pueblo, a una pequeña comunidad y
a la recitación hecha por uno solo.
190. Por ello,
las Preces en la recitación con el pueblo o en común van precedidas de una
breve invitación hecha por el sacerdote o el ministro, en la que se propone el
tipo de respuesta que ha de ser repetida de un modo invariable por la asamblea.
191. Las
intenciones se enuncian, además, en lenguaje dirigido a Dios, de forma que puedan
convenir tanto a la celebración común como a la recitación por uno solo.
192. Cada
fórmula de las intenciones consta de dos partes, la segunda de las cuales puede
utilizarse como respuesta variable.
193. Por ello,
se pueden seguir diversos modos de forma que el sacerdote o el ministro digan
ambas partes y la asamblea interponga una respuesta uniforme o una pausa de
silencio, o que el sacerdote o el ministro digan tan solo la primera parte y la
asamblea la segunda.
En
esas preces de Laudes elevamos súplicas con este tenor espiritual: “Vela,
Señor, sobre nuestros pensamientos, palabras y obras, a fin de que nuestro día
sea agradable ante tus ojos” (Viernes I), “Que sepamos bendecirte en cada uno
de los momentos de nuestra jornada y glorifiquemos tu nombre con cada una de
nuestras acciones” (Sábado I), “Te ofrecemos, Señor, los deseos y proyectos de
nuestra jornada: dígnate aceptarlos y bendecirlos como primicias de nuestro
día” (Martes II), “Al comenzar este nuevo día, pon en nuestros corazones el
anhelo de servirte, para que te glorifiquemos en todos nuestros pensamientos y
acciones” (Jueves III).
Las
mismas respuestas para las preces de Laudes son significativas, unas veces son
de alabanza, otras de súplica: “Concédenos, Señor, tu Espíritu”, “Santifica a
tus hermanos, Señor”, “Bendícenos y santifícanos, Señor”, “Gloria a ti Señor,
por los siglos”.
Las
preces de Vísperas, en cambio, al final de la jornada, al atardecer, sí son una
oración de intercesión: “Las intercesiones que se hacen en la Misa de rito Romano se
repiten también a la Hora
de Vísperas, aunque de modo distinto, tal como se describe más adelante” (IGLH
180), “Con el nombre de preces se designan… las intercesiones que se hacen en
las Vísperas” (IGLH 182), “a las Vísperas, las preces son de intercesión” (IGLH
51). Incluso señala el alcance de esta intercesión, semejante a la oración de
los fieles en la Misa:
“Como la Liturgia
de las Horas es, ante todo, la oración de toda la Iglesia e incluso por la
salvación de todo el mundo, conviene que en las Preces las intenciones universales
obtengan absolutamente el primer lugar, ya se ore por la Iglesia y los Ordenados,
por las autoridades civiles, por los que sufren pobreza, enfermedad o
aflicciones, por los necesidades de todo el mundo, a saber, por la paz y otras
causas semejantes” (IGLH 187).
Se
realizan igual que en Laudes: van dirigidas no a los fieles (como se hace en la Misa), sino a Dios
directamente; se responde con la respuesta que ofrece el formulario, o
recitando juntos la segunda parte de la petición o en silencio orante y
sagrado. Se pueden añadir otras peticiones, también dirigidas a Dios como las
anteriores, breves, y evitando repeticiones de unos y otros (si ya se ha pedido
por todos los enfermos, no es lógico añadir otra petición más por un enfermo,
puesto que ya se ha rezado antes también por él…). La última petición de las
preces de Vísperas siempre será por los difuntos (cf. IGLH 186).
8.
Recapitulando, hemos de reconocer la importancia grande de la oración de
intercesión para la vida cristiana y cómo forma parte de la naturaleza
suplicante de la liturgia cristiana.
Con
la intercesión, vivimos más íntimamente la misericordia de Dios y suplicamos su
gracia para todos; con palabras de Benedicto XVI: “al mismo tiempo, la petición
de intercesión quiere manifestar la voluntad de perdón del Señor. Esta es la
salvación de Dios, que implica misericordia, pero a la vez denuncia de la
verdad del pecado, del mal que existe, de modo que el pecador, reconociendo y
rechazando su pecado, deje que Dios lo perdone y lo transforme. Así, la oración
de intercesión hace operante, dentro de la realidad corrompida del hombre
pecador, la misericordia divina, que encuentra voz en la súplica del orante y
se hace presente a través de él donde hay necesidad de salvación… Amor a los
hermanos y amor a Dios se compenetran en la oración de intercesión, son
inseparables… Con la oración, deseando lo que es deseo de Dios, el intercesor
entra cada vez más profundamente en el conocimiento del Señor y de su misericordia
y se vuelve capaz de un amor que llega hasta el don total de sí… Creo que
debemos meditar esta realidad. Cristo está delante del rostro de Dios y pide
por mí. Su oración en la cruz es contemporánea de todos los hombres, es
contemporánea de mí: él ora por mí, ha sufrido y sufre por mí, se ha
identificado conmigo tomando nuestro cuerpo y el alma humana. Y nos invita a
entrar en esta identidad suya, haciéndonos un cuerpo, un espíritu con él,
porque desde la alta cima de la cruz él no ha traído nuevas leyes, tablas de
piedra, sino que se trajo a sí mismo, trajo su cuerpo y su sangre, como nueva
alianza. Así nos hace consanguíneos con él, un cuerpo con él, identificados con
él. Nos invita a entrar en esta identificación…” (Benedicto XVI, Audiencia
general, 1-junio-2011).
Testimonio
elocuente de la intercesión, es la palabra de san Agustín; se confía en la
eficacia de la oración, movidos por gracia, para que Dios haga su obra:
“No hay que
dudar que podía darnos esto sin pedírselo, pero quiso que nuestra misma oración
nos revelara a quién debíamos estos beneficios. ¿De quién sino de aquel a quien
se nos mandó que se lo pidamos? Por consiguiente, no tiene la Iglesia en esta cuestión
que hacer difíciles indagaciones y sí solamente atender a sus oraciones. Ora la Iglesia a fin de que los
incrédulos crean, y Dios los convierte a la fe; ora para que los fieles
creyentes perseveren, y Dios da la perseverancia final” (De don. persev.,
VII,15).
“¿Cuándo no se
oró en la iglesia por los infieles y por sus enemigos, a fin de que Dios los
trajera a la fe? ¿Qué cristiano que tuviera algún amigo, o pariente, o esposa
infiel no ha pedido a Dios el espíritu bueno y corazón sincero que obedeciese a
la fe cristiana? ¿Qué fiel no ha pedido para sí mismo incesantemente la gracia
de permanecer unido para siempre a Jesucristo? Y cuando el sacerdote, invocando
la misericordia de Dios sobre los fieles, dice: "Dales, Señor, perseverar
en ti hasta el fin", ¿hay quien se atreva a mofarse, no digo de palabra y
exteriormente, pero ni con el pensamiento, de tal oración?... ¿Quién podría
gemir ante el Señor para obtener lo que desea recibir, cuando cree que lo puede
conseguir por sí mismo sin la ayuda de su gracia?” (De don. persev., XXIII,63).
Entonces,
¿qué es interceder? ¿Qué hacemos en la oración de los fieles? ¿Qué hacemos en
Vísperas o cada vez que se nos indican unas peticiones para que todos oremos?
«Si oras solamente por ti, serás el único intercesor en favor tuyo. En cambio,
si tú oras por todos, también la oración de todos te aprovechará a ti, pues tú
formas también parte del todo. De esta manera, obtendrás una gran recompensa,
pues la oración de cada miembro del pueblo se enriquecerá con la oración de
todos los demás miembros». (San Ambrosio, Tratado sobre Caín y Abel).
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