11. ¡Recuerda la meta: la santidad! Una santidad según tu carisma
y tu vocación, dejándote llevar por el Señor, pero santidad, deseada, buscada,
suplicada.
12. La santidad es nuestro sueño,
es don y es conquista; don porque es el Señor quien nos santifica, conquista,
porque nos toca poner todo de nuestra parte.
13. A veces hay que ofrecer los
gestos muy cotidianos de caridad, de paciencia, de delicadeza... ofreciéndole a
Jesús esas flores... ¡Aquí la vigilancia del corazón, la atención a todas!
14. Es un don que habrás percibido de modo nuevo el hecho de
que el Absoluto es Dios y todo lo demás es relativo. Suele Dios dar esa gracia
de tarde en tarde para que nuestro corazón pegue un vuelco y quede fascinado
por el Absoluto, cayendo, “como palillos de romero seco”, todas las otras
realidades, circunstancias y problemas: caen, se desvanecen. El amor por el
Absoluto centra el corazón y lo atrae suavemente hacia una contemplación
renovada, más fiel, más ardiente, más llena de admiración ¡porque Dios se le da
al alma y la llama a unirse con Él!
15. La docilidad y el abandono constituyen un bien precioso,
porque Dios es más grande que todo, que las circunstancias, que los problemas,
que los trabajos, que las personas que nos hacen sufrir, que las decisiones que
debamos ir tomando. ¡Dios es más grande!, y aunque tarde en manifestarse, la Verdad brilla, Dios es
grande. Entonces, la confianza y el abandono son el camino para vivir muy
libres.
16. La “instalación” es un “acostumbrarse” a todo, a lo que
se tiene y se acaba viviendo en rutina. Pero el paso de Dios está previniendo
de que en algún momento comience uno a instalarse. Aquí brota el entregarse a
la voluntad de Dios (“que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado”) y los
irrefrenables deseos de santidad.
17. ¿Cómo anunciar y mostrar el
Evangelio? Hay muchas claves y no todas son activismo: la santidad, la oración,
ser testigos del Amor, la comunión, y también el testimonio de vida, ser
escuelas y guías de oración, ofrecer vuestra experiencia de vida litúrgica y
espiritual. ¡Todo un camino!
18. En
las horas de Sagrario y de custodia se cifra nuestra santidad, cada cual según
su vocación y estado de vida cristiano, pero para todos es común ese estar ante
el Sagrario, y “mire que le mira”, sentirle “junto a sí”, amarle y reparar con
nuestro amor e intercesión.
19. Del Sagrario lo sacamos todo: la paz, la alegría, la
serenidad, la luz y el discernimiento, y sobre todo, los grandes deseos, el
caminar en santidad. En el Sagrario se inflama el alma para vivir en santidad,
en total transparencia, dejando operar la Gracia en nosotros. El Sagrario lo debe ser todo.
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