Cada
año en la Misa
crismal, el Obispo rodeado de su presbiterio, bendice, entre otros, el Óleo de
los enfermos o, en caso de verdadera necesidad, el sacerdote antes de realizar la Santa Unción. En
nuestro rito romano, esta bendición realizada por el Obispo se celebra con una
venerable plegaria, la oración “Emitte”:
Señor Dios,
Padre de todo consuelo,
que has
querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor
la oración de nuestra fe
y derrama
desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.
Tú que has
hecho que el leño verde del olivo
produzca
aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con
tu bendición + este óleo,
para que
cuantos sean ungidos con él
sientan en el
cuerpo y en el alma
tu divina
protección
y experimenten
alivio en sus enfermedades y dolores.
Que por tu
acción, Señor,
este aceite
sea para nosotros óleo santo,
en nombre de
Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y
reina por los siglos de los siglos.
Hemos de tener presente la importancia de esta bendición
que puede pasar desapercibida en el conjunto del rito de la santa Unción al
estar separada en el tiempo (desde que se bendice al momento de su aplicación),
pero que sin embargo ilumina la realidad del sacramento y afecta incluso a su
validez. Manuel Ramos, que estudió exhaustivamente el sacramento de la Unción de Enfermos, decía a
este respecto:
“No es infrecuente, cuando pensamos en la liturgia de este sacramento, olvidar de hecho una de sus partes decisivas: la previa bendición del óleo, efectuada normalmente por el obispo en la Misa crismal, y que excepcionalmente, en caso de necesidad, ha sido prevista en el nuevo Ritual para ser impartida por un presbítero, como elemento integrante el rito. Lo habitual es que el presbítero que se dispone a efectuar la unción haga uso de un óleo ya bendecido previamente, sabiendo además que esta bendición previa, al contrario de lo que ocurre con el agua bautismal, afecta a la verdad misma del sacramento, a su “validez”.Pues bien, en el período previo al siglo VIII los documentos litúrgicos que atestiguan la existencia una unción de enfermos en la Iglesia se reducen prácticamente a fórmulas de bendición de este óleo, destinado a ungir con él a los enfermos. Rituales, tal y como comenzarán a redactarse a partir de la reforma carolingia, para el momento mismo de la aplicación del óleo al enfermo, no son conocidos en este período”[1].
El
peso fundamental del sacramento de la
Unción recaía sobre la bendición del Óleo; con él se
realizaba la santa Unción, ya sea ungiendo los sacerdotes al enfermo, como
aplicación por parte del enfermo mismo o a modo de bebida, tal como lo recogen
las antiguas oraciones de bendición del Óleo.
[1] RAMOS, M., Notas para una historia litúrgica de la Unción de los enfermos
en AA.VV., Pastoral sacramental con los
enfermos, CPh 16, Barcelona 1990, pp. 31-32.
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