El hecho de que una de las notas de la Iglesia confesadas en el
Credo sea que la Iglesia
es “apostólica” y por tanto la
Eucaristía se enraiza y se edifica también en su
apostolicidad. La
Eucaristía se realiza en esa apostolicidad de la Iglesia, en comunión y
siguiendo la tradición de los Apóstoles.
El papa Juan Pablo IIen Ecclesia de Eucharistia
recoge los tres sentidos de esta apostolicidad que el Catecismo desarrolla (CAT
857-870).
El primer sentido que desarrolla el
Papa:
1) Por una parte “fue y permanece
sobre el fundamento de los apóstoles
(Ef 2,20), testigos escogidos y en misión por el propio Cristo” (CAT 857).
También los apóstoles están en el fundamento de la Eucaristía, no
porque el sacramento no se remonte a Cristo mismo, sino porque ha sido confiado
a los Apóstoles por Jesús y transmitidos por ellos y sus
sucesores hasta nosotros. La
Iglesia celebra la Eucaristía a lo largo de los siglos precisamente
en continuidad con la acción de los Apóstoles, obedientes al mandato del
Señor.
El sentido apostólico es el de una entrega –depósito- confiado a los Apóstoles que
llega hasta nosotros por mandato del Señor. Lo apostólico de la Eucaristía garantiza su
inserción en Cristo mismo.
El segundo sentido que recoge el
Papa:
2) El segundo sentido de la
apostolicidad de la Iglesia
indicado por el Catecismo es que “guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu
Santo que habita en ella, la enseñanza del buen depósito, las sanas palabras
oídas a los Apóstoles” (CAT 857). También en este segundo sentido la Eucaristía es
apostólica, porque se celebra en conformidad con la fe de los Apóstoles.
En la historia bimilenaria del Pueblo de la Nueva Alianza, el
Magisterio eclesiástico ha precisado en muchas ocasiones la doctrina
eucarística, incluso en lo que atañe a la exacta terminología, precisamente para
salvaguardar la fe apostólica en este Misterio excelso. Esta fe permanece
inalterada y es esencial para la
Iglesia que perdure así (EE 27).
La apostolicidad en la Eucaristía se expresa porque es el Magisterio
quien enseña y expone la verdadera fe eucarística frente a falsas
interpretaciones que los teólogos puedan hacer, y por sentido y fidelidad a esa
fe que la Iglesia
custodia, es la Iglesia
apostólica la que determina los ritos y las formas, los signos y las rúbricas,
y cabe recordar lo que dice taxativamente el Concilio Vaticano II, si bien
ignoradísimos: “nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna
por iniciativa propia en la liturgia” (SC 22).
El tercer y último sentido:
3) La
Iglesia
es apostólica en el sentido de que “sigue siendo enseñada, santificada y
dirigida por los Apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos que les
suceden en su ministerio pastoral: el
Colegio de los Obispos a los que asisten los presbíteros, juntamente con
el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia (CAT 857). La sucesión de los Apóstoles
en la misión pastoral conlleva necesariamente el sacramento del Orden, es
decir, la serie ininterrumpida que se remonta hasta los orígenes, de
ordenaciones episcopales válidas. Esta sucesión es esencial para que haya
Iglesia en sentido propio.
La
Eucaristía
expresa también este sentido de la apostolicidad. En efecto, como enseña el
concilio Vaticano II, los fieles “participan en la celebración de la Eucaristía en virtud de
su sacerdocio real” (LG 10), pero es el sacerdote ordenado quien
“realiza como representante de Cristo el sacrificio eucarístico y lo ofrece a
Dios en nombre de todo el pueblo” (ibíd). Por eso se prescribe en el Misal Romano
que es únicamente el sacerdote quien pronuncia la plegaria eucarística,
mientras el pueblo de Dios se asocia a ella en fe y en silencio (EE 28).
No hay comentarios:
Publicar un comentario