El evangelizador, impulsado por
el Espíritu, es, en el seno de la
Iglesia, como miembro de la Iglesia, enviado. La
evangelización cobra rostro humano en la persona del evangelizador.
Se sabe
enviado por el Señor y la
Iglesia; evangeliza con su anuncio y con su testimonio y
obras, con los signos y gestos de la caridad.
a)
El evangelizador encuentra el modelo al que conformarse en Cristo. Su primera cualidad será la de configurarse
con Jesús, modelo de todo evangelizador y por tanto anunciar el Reino
incluso a costa de sacrificios personales, con generosa entrega y
disponibilidad, siempre de forma incansable, infatigable.
b)
Una segunda cualidad es la humildad,
es decir, el reconocimiento sencillo y hasta agradecido, de que lleva un tesoro
en vasijas de barro; el reconocimiento de haberse convertido en administrador
de los misterios de Dios, pero nunca propietario, nunca en dominador que
pudiera quitar, añadir o cambiar nada de ese tesoro según sus gustos personales
o sus preferencias ideológicas.
Él va “a predicar no a sí mismo o sus ideas personales, sino un evangelio del que ni ellos ni ella [la Iglesia] son dueños y propietarios absolutos para disponer de él a su gusto, sino ministros para transmitirlo con suma fidelidad” (EN 15).
Por
eso resulta ridícula la lucha por títulos y cargos, responsabilidades, la
presunción de quien se cree que es alguien por ser responsable de un área, o
las ganas de aparentar en la vida de una comunidad cristiana.
c)
Tercera cualidad sería la de evangelizar
siendo evangelizado; el evangelizador ha de ser siempre evangelizado,
volviendo a la fuente primera que es Cristo, dejándose evangelizar
constantemente, contrastando con el mismo evangelio de Cristo.
Para
los apóstoles, evangelizar era anunciar a Jesús resucitado, a quien ellos
amaban y que vieron hasta qué punto Él era el Hijo de Dios y les había amado
hasta la entrega de la propia vida.
Pero para llegar a este anuncio, los
apóstoles -como todos los cristianos, como todos los santos- hubieron de nacer
de nuevo, experimentando una conversión profunda en su mentalidad, en su
mirada, en sus pensamientos, en sus afectos, en sus deseos más hondos.
Cambiaron,
es decir, se convirtieron. Y esta conversión fue la premisa obligada para
evangelizar y anunciar. Sin ella, sin la conversión profunda, más que
testimonio se ofrecería un discurso memorizado y frío, aprendido mecánicamente,
pero que serviría de poco.
Nadie
es realmente evangelizador si su corazón no ha sido cambiado desde dentro. Hará
cosas, reuniones, planificaciones; impartirá catequesis con un libro… pero
siempre le faltará algo: la pasión y la fuerza por Cristo que brotan del
corazón que se ha ido convirtiendo.
d)
Cualidad –la cuarta- del evangelizador
es su conciencia eclesial. Es enviado por la Iglesia (en virtud del
bautismo) y él se sabe siempre enviado por la Iglesia, miembro de Ella,
y sostenido por la comunión de los santos.
No es una acción particular y
privada, que pudiera amoldar a su gusto, sino que incluso en la mayor soledad
en la que se pudiese encontrar, lo que realiza es un acto eclesial, lo que
libraría de personalismos que buscan sólo un protagonismo personal y
absorbente.
Cuando niño entendi que el deber de todo creyente era hablar de lo que cree con sus compañeros. disfrute mucho de ver que existian iglesias que lo hacian, pero ninguna como los llamados testigos de jehova. algo que me gusto de esto cuando niño es la labor voluntaria de ello. y ahora que soy grande el aspecto organizativo, donde se ha dividido el mundo entero con territorios por cuadras y pueblos para que no falte ni una sola casa ni una sola persona a quien llevarle el evangelio. aun asi jesus sabia que no se lograria por completo, dia con dia gente nace, gente se mueve. pero la lavor de los evangelizadores sigue en pie. Mateo 28:19,20
ResponderEliminarLe encuentro estupendamente y muy activo como siempre.
ResponderEliminarQue el Señor le siga ayudando y llenándolo de gracias.
Un saludo en el Señor.
Magnífica entrada Pater y ¡Qué fotos tiene su blog! Abrazos fraternos.
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