domingo, 7 de mayo de 2017

Revitalizar la parroquia (I)

Un discurso de Juan Pablo II, hace ya años, dirigido al "Movimiento parroquial", vinculado a los Focolares, puede servirnos de orientación y pauta.

Hemos de descubrir -y valorar después- la riqueza de la parroquia en cuanto comunidad cristiana grande y diversa, en un territorio, y sus posibilidades.


También algunos principios fundamentales para revitalizarla constantemente y que no se fosilice; la clave desde luego será siempre la santidad personal de cada miembro y la sed de santidad; la experiencia honda de Cristo, la vida cristiana que se testimonia transparente para todos, y la caridad real -con menos discursos ideologizados- con los enfermos y los pobres.

Las palabras del Papa darán pie para la reflexión común y ser catequizados sobre esta comunidad nuestra, tan querida, que es la parroquia.



Discurso de Juan Pablo II
a los participantes en el Congreso Internacional
del “Movimiento parroquial”[1]
Sábato, 3-mayo-1986

"Queridísimos hermanos y hermanas.

1. A todos vosotros, mi cordial saludo. Os habéis reunidos de todas partes del mundo para dar vida al I Congreso Internacional del “Movimiento parroquial”. ¡Sed bienvenidos! Me alegra encontrarme con vosotros. En vosotros saludo a todo el Movimiento de los Focolares, del cual es vuestro es una ramificación, expresando mi aprecio por el compromiso que lo anima en el esfuerzo de ser cada vez más fermento evangélico en la sociedad hoy. Un particular pensamiento deseo dirigir a la señorita Chiara Lubich, fundadora y presidente de este multiforme Movimiento, llamado Obra de María, como también a todos cuantos colaboran con él por la difusión en el mundo del amor de Cristo.

El tema sobre el que reflexionáis en estos días es muy importante para la vida pastoral de la Iglesia. Os estáis interrogando sobre las condiciones necesarias para construir “una parroquia comunidad”. Obviamente, esta búsqueda vuestra supone que estáis convencidos de la validez que aún conserva esta expresión antiquísima de la vida eclesial. Sin embargo, no han faltado en estos años quienes han cuestionado la actualidad de la parroquia. Se han preguntado si aún está a la altura de la compleja y pluricéntrica realidad de las modernas ciudades, así como para responder a los desafíos de un mundo cada vez más diversificado. En particular se ha puesto en duda que disponga aún de suficientes medios, de suficiente vitalidad, para hacer presente de manera incisiva la buena noticia, para llegar a los caminos de sus vidas de los niños, los jóvenes y los ancianos, al hombre realizado y al hombre fracasado, al hombre marginado, desilusionado, indiferente.


2. Enorme se presenta la tarea de la Iglesia en nuestro tiempo y no puede estar solamente la parroquia para resolverlo. Si bien también hoy la parroquia puede vivir una nueva y gran etapa. A menudo perdido o desorientado, el hombre contemporáneo busca la comunión. Habiendo visto no pocas veces fragmentarse o deshumanizarse su contexto social, anhela una experiencia de auténtico encuentro o de verdadera comunión. Sin embargo, ¿no es ésta la vocación de la parroquia, la de ser “una casa de familia, fraterna y acogedora” (Catechesi Tradendae, 67), una fraternidad animada por el espíritu de unidad, la familia de Dios en un lugar concreto (cf. Lumen Gentium, 28)?

La parroquia no es principalmente una estructura, un territorio, un edificio. La parroquia es en primer lugar una comunidad de fieles. Así, en efecto, la define el nuevo Código de derecho canónico (can. 515, # 1). Esta es la tarea de la parroquia, hoy: ser una comunidad, redescubrirse comunidad. Los cristianos no están solos. Ser cristianos significa creer y vivir la propia fe junto a otros, ser Iglesia, comunidad."

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