jueves, 18 de mayo de 2017

Jesucristo es Luz

Jesucristo es la Luz del mundo, la Luz que vence toda tiniebla y que nos hace ver, ya que "su luz nos hace ver la luz" (cf. Sal 35).

El hombre necesita la Luz para ver; sin ella no ve: y aunque los ojos tengan capacidad de visión, sin la luz no pueden distinguir su objeto, ni caminar, ni orientarse.


La búsqueda en la vida está muy bien expresada con el término Luz. A ella aspiramos, a ella nos encaminamos. Puede que en el mundo nos rodeen tinieblas de tipo y sentido muy distinto, pero Cristo es la Luz que nos lleva a descubrir la Verdad y desearla y abrazarla; otras veces el problema no es la luz, sino los ojos del corazón, ciegos por el pecado, que ni quieren ver ni quieren reconocer, e incluso se erigen en guías ciegos para otros ciegos. También en Jesucristo tenemos la solución: Él abre los ojos de los ciegos. "¿Qué quieres que haga por ti? -Señor, que vea".

Una reflexión sobre Jesucristo-Luz y la ceguera espiritual nos la ofrece la palabra del papa Pablo VI al VI Congreso Internacional de la "Cruzada de los ciegos"; son palabras siempre actuales para un mundo que endiosa la oscuridad, se siente cómodo con las tinieblas y ha renunciado a su capacidad de ver y llegar a la Verdad.

"A fuer de cristiano dais testimonio así, en medio de vuestros hermanos, de la fe que os anima y que inspira vuestra activa caridad. Sembradores de esperanza, contribuís a la edificación del Cuerpo de Cristo que, a través de las alegrías y de las pruebas de este mundo, camina hacia la Luz eterna. 

¿No es propio de toda vida humana ir en busca de la Verdad y del Amor, como recordaba el gran apóstol Pablo a los atenienses?: todos "buscan a Dios, esperando que, siquiera a tientas, le hallen, que ciertamente no está lejos de nosotros, porque en Él vivimos y nos movemos y existimos" (Hch 17,27-28). Esta "verdadera Luz que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9) no es visible para los ojos del cuerpo, sólo una mirada de fe permite descubrirla y de repente toda la vida queda transfigurada por ella, aunque esta visión permanece oscura mientras dura nuestra peregrinación terrestre, como nos lo advierte el mismo San Pablo: "Ahora vemos por un espejo y oscuramente, entonces veremos cara a cara. Al presente conozco sólo en parte, entonces conoceré como soy conocido" (1Co 13,12).

Sí, nosotros aspiramos todos a esta visión que Pedro nos promete al término de esta vida terrestre: "Vosotros exultáis, aunque ahora tengáis que entristeceros un poco en las diversas pruebas para que vuestra fe probada, más preciosa que el oro que se corrompe aunque acrisolado por el fuego, aparezca digna de alabanza, de gloria y honor en la revelación de Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien ahora creéis sin verle y os regocijáis con un gozo inefable y glorioso recibiendo el fruto de vuestra fe, la salud de vuestras almas" (1P 1,6-9).

Queridos hijos, el Señor os ayude a vivir, según el don que habéis recibido, como la levadura en la masa, que no debe perder su cualidad de fermento, sino hacerlo fructificar para que transforme cuanto lo rodea.

Para ello es necesario que permanezcáis humildemente a la escucha de la palabra de Dios, viváis en su intimidad, profundicéis en vuestra fe, la alimentéis con los sacramentos de la fe. Que en este año de la fe vuestra plegaria se haga más insistente, para que este grano de mostaza crezca día a día en vuestras almas y lo compartáis con todos los que os rodean. Así responderéis a vuestra vocación, daréis testimonio, seréis apóstoles"

(Pablo VI, Disc. al VI Congreso Internacional de la "Cruzada de los ciegos", 29-agosto-1967).

1 comentario:

  1. Él es la luz en el sentido absoluto. El mundo necesita de su luz porque está sumido en las tinieblas morales y espirituales, está bajo el poder del príncipe de las tinieblas, y sólo el Señor Jesucristo puede cambiar esta situación.

    Ilumínanos, Señor, con la claridad de Jesucristo (de las Preces de Laudes).

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